Parte 1

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Hace dos semanas que había llegado a Nyingchi, al sureste del Tíbet. El clima no era más frío que en Gotham en otoño y se sentía suave, sin tanta contaminación de ciudad. Podía ver un infinito cielo celeste durante el día y ver las copas de los árboles que tenían un interesante color rosa.

Hace años, Talia le revivió en el pozo de Lázaro y apenas pudo ponerse en pie se largó de allí y juró no volver jamás al lado de esa condenada mujer.

Y hoy al entrar a los aposentos en los que ella compartía cama con toda variedad de omegas, betas y alfas, contrario a lo que imaginó, la esencia a madera de la mujer le pareció tan imponente que se detuvo en seco en el umbral.

Sin detenerse a cubrir su desnudez más que con una bata casi traslucida en tonos dorados y blancos, la mujer caminó hacia él con los largos cabellos castaños ondeando, pareciendo aún más hermosa e imponente.

Los rumores del nacimiento de su hijo debían ser falsos, ese cuerpo no tenía ni una cicatriz, menos una marca de puerperio.

Talia, la mujer que lo revivió y cambio su escencia, su última empleadora.

Porque siendo un forajido no podía darse el lujo de elegir. No volvería a pasar hambre y primero muerto que pedirle un centavo al maldito de Bruce.

En realidad no le estaba pidiendo nada fuera de sus ideales: asesinar a un autoproclamado rival de la Liga de las Sombras que solía atormentar y saquear el pueblo vecino y los alrededores que eran considerados parte del territorio de los Al Ghul.

El mensaje era claro y el estaba de acuerdo con castigar a los malnacidos que cada cierto tiempo atormentaban a hombres, mujeres y niños por igual sin importar importar la casta.

Esa misma noche haría el trabajo y después se largaría con los bolsillos llenos. No quería pasar un segundo más al lado de esa arpía.

—¿No vas a saludar, Jason? —siseó con una media sonrisa la morena y le acarició el hombro.

—Si, hola —contestó cortante.

—Vamos, ¿que no te agrado? Después de este trabajo tendrás bastante dinero... Tal vez más que Bruce —tanteó el terreno. Caminó hacia una pequeña mesa a servirse licor en una copa.

Ahí va de nuevo. Siempre queriendo hablar de Bruce, ¿no entendía acaso que su obsesión era ridícula? Ambos eran alfas, así no funciona el cuento de la abeja y la flor.

—No me interesa lo que el tenga o no. Ya te lo he dicho muchas veces —y se cruzó de brazos— ¿Para que me llamaste?

—Que mala compañía —se quejó la mujer— Como el trabajo es de la liga, usarás el uniforme la liga.

—¿El disfraz de ninja?

—Es un uniforme, no un disfraz —le corrigió calmada

Jason soltó un suspiro y se dio media vuelta para salir. Si ese enemigo suyo era tan poderoso como para contratarlo, le hubiera gustado estar más cómodo y poder llevar sus juguetes de alta tecnología militar en lugar de un par de katanas.

Decidió descansar un momento antes de partir y se recostó debajo de un árbol en el jardín donde había visto que la Al Ghul atravesaba para ir a los baños termales del lugar.

Nunca había prestado tanta atención a los aromas de otros alfas antes; eran fuertes y molestos. La mayoría le llegaban de golpe en la nariz y le hacía llevarse el dorso de la mano para cubrirse tan rápido que en ocasiones no se daba cuenta; un gesto que antes no tenía. Claro, antes de que su esencia cambiara de un olor a limón, casi a té, le decía Alfred... A uno un poco más dulce, como mousse de limón. Antes de que el horrible calor del celo llegará cada vez más pronto y le hiciera humedecer vergonzosamente la entrepierna para terminar inyectándose y poder descansar... Antes de regresar como un omega

El renacer de un aveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora