Parte 6

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Cuando los niños llegan a cierta edad se les explica en clases como deben comportarse las castas. Se les hace un examen para determinar esto, incluso. Pero Jason creció en la calle hasta que se le ocurrió robar los rines del auto más bonito y elegante que había visto estacionarse en Crime Alley.

Cuando sus clases particulares comenzaron con tutores particulares dentro de la mansión, el entonces pre adolescente de ojos azules odiaba la materia de literatura. Su maestro era aburrido y su voz muy aguda. No entendía porque olía como pastel de vainilla o porque hablaba como si estuviera enamorado del protagonista de cada libro que revisaban.

Su maestro de biología y Alfred le habían explicado a grandes rasgos cuales eran las castas y sus características, sin embargo, aún no llegaban a esas lecciones por lo que era más importante que reforzara otros conceptos básicos de su educación.

No creyeron que su casta despertaría a sus trece años a mitad de una clase de literatura.

Ese día Jason no estaba escuchando menos que de costumbre a su tutor, quien intentaba explicarle en un monólogo la importancia histórica de Jane Austen y como fue la primera en escribir de las mujeres y omegas como protagonistas de su propia historia. Pero realmente lo único que pensaba es en que comenzaba a hacer mucho calor ahí. De pronto se le antojaba un delicioso pastel de vainilla y sus jeans empezaban a incomodar su entrepierna.

Podía escuchar el latir del corazón de su maestro dentro de su pecho y ver como el sudor escurría por su cuello. El hombre se quitó los lentes y se revolvió el rojo cabello.

—Basta, Jason —le regañó— Detente ahora mismo o llamaré a Alfred—amenazó. Él no entendía de que hablaba.

Saltó sobre el escritorio y lo acorraló contra el librero. La piel de su maestro era tan blanca que su sonrojo era notable incluso en su cuello. Se acercó parándose de puntillas y su sudor le supo tan dulce que atacó su cuello con una lujuria desconocida para él. Succionaba y lamía la dulce extensión de piel hasta el punto donde se unía con su hombro. El hombre intentaba resistirse pero el mandato de su naturaleza le resultaba innegable. Comenzó a abrirle la camisa una vez logró tumbarlo en el suelo y restregar su erección contra los pantalones caqui del mayor quien con ojos llorosos jadeaba e intentaba recuperar el control de sus brazos.

Hasta que una escencia a eucalipto y yerbabuena lo aturdió. Entonces entró Alfred y le quitó de encima del pobre omega que tenía contra el suelo. Jason no entendía que estaba pasando y, cuando lo hiciera, sería muy tarde para disculparse. El maestro con olor a vainilla se habría ido y no volvería a verlo jamás, asustado de casi haber sucumbido ante un joven alfa.

Aprendió muy pronto que debía tener cuidado, que debía contar los días hasta su próximo ciclo de alfa y, que jamás debía acercarse a un omega cuyo olor fuera especialmente dulce, porque podría empezar su celo antes de lo esperado y terminaría en una situación parecida de nuevo.

A partir de ese día se prometió poner toda la atención que podía a sus clases de biología. Aunque era poco lo que alcanzaba a saber sobre cuestiones especificas de libre y sano ejercicio de la sexualidad, salvo el autoerotismo el cual descubrió por casualidad la noche que enfrentaron a la primer villana en leotardo ajustado.

Cuando cambio su casta el vivir con dos alfas le resultó bastante cómodo, contrario a lo que creyó. Starfire era amable y cortes, en algún momento incluso peleaba discretamente con Roy por su atención y cuando llegaba a dormir con el arquero, este se aseguraba que su aroma jengibre y té verde quedará impregnado en el durante días.

Era raro que la princesa estuviera presente durante su celo, normalmente Roy era quien se encargaba del molesto ardor dentro de él que le pedía aparearse. Sin embargo, era muy protectora con él cuando la fecha estaba cerca, incluso cuando le explicó que con las pastillas y el implante no eran incontrolables y dolorosos como lo fueron al principio. El sexo era natural y placentero con su mejor amigo, claramente tenía experiencia en atender un omega y estaba más que dispuesto a disfrutarlo.

El renacer de un aveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora