Capítulo 19

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Narra Ana

Me desperté porque alguien empezó a llamar a la puerta de mi habitación, si no, desde luego que hubiera seguido durmiendo un buen rato.

Abrí los ojos lentamente y me los froté con los puños. Remoloneé un rato en la cama para ver si de verdad había escuchado golpes en la puerta. Y claramente que los había escuchado porque la persona que había tras ella se quedó sin paciencia y pegó con más fuerza y sin parar a mi puerta.

Me levanté corriendo, simplemente para cesar los golpes porque al final me iban a levantar dolor de cabeza.

Abrí la puerta con el ceño fruncido, dispuesta a cantarle las cuarenta a quién quisiera que me había despertado a bases de golpes. Pero todo eso se esfumó de mi cabeza al verla allí delante, mirándome con esa sonrisa que tan enamorada me tenía.

-¡Miriam! - dije abriendo los ojos. - ¿Qué haces aquí, tan temprano?

Y era verdad, eran las nueve y media de la mañana. Para mí sabía que era muy temprano.

-Buenos días, canaria. - me saludó con una sonrisa divertida. - He venido a despertarte.

-Ya lo has hecho con tus golpecitos en la puerta.

Soltó una carcajada y después me miró negando con su cabeza.

-Pero esa no era mi intención de despertarte.

-¿Ah, no? Pues te ha salido un poco mal, leona.

-Qué va. - sonrió. - Todavía puedo hacerlo.

Entonces sin yo esperármelo, y porque todavía estaba lo suficientemente dormida como para que mis reflejos no fueran lo suficientemente rápidos, pasó sus manos por alrededor de mi cadera y me levantó del suelo.

Pasé mis piernas por alrededor de su cintura y me abracé a ella. Entonces me tumbó en la cama, con ella encima mía, y me empezó a comer la cara a besos.

Reí por las cosquillas que me hacían notar sus labios en las distintas partes de mi cara: la frente, los párpados, la nariz, las mejillas, mis labios...

Agarré con fuerza su cintura y dejé que me siguiera dando todos los besos que quisiera. La verdad que me encantaba que me diera los buenos días así.

Entonces puso su cara pegada a mi mejilla, sintiendo su sonrisa en mi piel.

-Te quiero. - susurró contra mi piel.

-Y yo a ti, amor. - dije dándole un dulce beso en los labios.

Madre mía, no me acababa de creer todavía que Miriam y yo éramos novias. Que ya no había miedo a decirnos "te quiero". Que pudiéramos darnos todos los besos que quisiéramos.

Y todo esto desde hace ya una semana. Una semana desde que era su novia. Una semana en la que cada día me enamoraba más de ella. Una semana desde que confesamos nuestros sentimientos en aquel crucero.

-¿Te ha gustado mi forma de despertarte? - me preguntó.

-Quiero que me despiertes así todos los días.

Si por mí fuera | Wariam Donde viven las historias. Descúbrelo ahora