Tres.

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El resto del día ocurrió normal. Me había disculpado para luego salir corriendo a mí habitación, la cual era la de invitados, era como las demás habitaciones de la casa y me daba totalmente igual lo sencilla que era, estaba acostumbrada a vivir en lugares con pocos detalles. Apenas toqué la almohada me puso a pensar en lo tonta que era la situación, ¿me buscaban por qué la creían importante para los Winchester? Eso no tenía ningún sentido, apenas los conocía y esos bichos de seguro eran lo suficiente inteligentes como para saberlo, había otra razón por la que me buscaban, podía sentirlo, pero obviamente yo era totalmente nueva en esto y no era quién para cuestionar las palabras de un ángel.

Finalmente caí dormida cuando fueron las tres de la mañana, había sido un día demasiado duro y de verdad me merecía esa siesta, mañana sería un nuevo día que tendría que vivir, por supuesto que sería raro estar en una casa con extraños tratando de hacer mí vida como siempre sabiendo que cosas fuera del orden natural existían y me buscaban. Mi amado momento de descanso se vio interrumpido alrededor de las siete de la mañana, las voces de los hermanos se hicieron notar en el búnker. No escuchaba bien de que hablaban ya que de verdad estaba demasiado dormida, podría volver a tirarme a la cama y seguir de largo, pero me pareció más correcto y educado levantarme a ese horario, estaba acostumbrada a amanecer a esas horas.

Me preparé para salir de la habitación, teniendo la misma ropa que ayer —ya que no había otra cosa en ese lugar que fuera para mí cuerpo— a diferencia de que llevaba una coleta de cabello, para sostener lo poco que tenía de este. Lo primero que me encontré fue a Sam y Dean tomando un café enterrados en sus computadoras leyendo en silencio. Se veían tan concentrados en la lectura que me tome unos segundos antes de hablar para llamar su atención.

—Buenos días. — Sonreí saludando con la mano.

—Hay café en la cocina. — Dean fue el primero en hablar de los dos. — Ah… y buenos días.

Sam me dedicó una sonrisa de saludo para después volver a meter la mirada en la pantalla como su hermano mayor. De verdad, el más chico de los Winchester con solamente una sonrisa se ganaba el apreció de alguien, mientras que Dean se mostraba desinteresado en hacer amistades con gente. Podía ver en sus ojos que era una persona difícil y no iba a empujarlo a ser amable conmigo, solamente era una invitada temporal… nada más que eso.

Camine hacía la cocina y tome una taza limpia de la alacena, que era una de las pocas, ya que las demás estaban haciendo fila en el lavaplatos. Me mordí el labio y serví un poco de café, sintiendo la necesidad de agarrar algunos platos y lavarlos, ¿no les haría ningún daño? Pero tampoco debería mostrarme tan confiada y hacerlo, pero el hecho de verlos apilados allí me empujaban a querer hacerlo, no era obsesionada por la limpieza, pero después de lo que ellos estaban haciendo por mí era lo que menos podía hacer. Le di un trago al café y lo deje a un lado, poniéndome a limpiar los trastos sucios. Lavaba e dejaba a los limpios a un lado, para después secarlos, ponerlos en su lugar y terminar el trabajo de corto tiempo, no eran tantos así que la tarea se llevó a cabo rápidamente.

Hoy iba a tener que ir a recoger mis cosas de la casa, para poder instalarme en el búnker, dudaba que volviera a volver todo a la normalidad y si lo hacía me libraría de esa casa llena de recuerdos innecesarios.

— ¿Pero qué…

Los ojos verdes me vieron con curiosidad haciéndome sentir incómoda, quizá había estado mal en lavar sus platos, quizás eran el tipo de gente que no le gustaba que las chicas tontas como yo se metieran en sus casas y les lavaran los trastos.

—Y-yo… lo siento.

— ¿Lo sientes? No deberías, en cambio, gracias, hacía mil años que nadie lavaba esos trastos. — El agradecimiento de Sam había sido sincero.

Supernatural | pausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora