No he podido siquiera conciliar el sueño. Lo de anoche ha sido una simple reiteración de la noche anterior y de la anterior a esa. Insomnio, quizá, o simplemente se trata de otro mecanismo de autodestrucción, otro método silencioso por el cual mi cuerpo me envía señales, en cierto modo, invisibles.
Las horas se abren paso mientras me encuentro ante esta cámara con los ojos enrojecidos y un cansancio indescriptible posado sobre mis hombros.
Se acerca el momento. Aunque para ustedes el suceso ya ha ocurrido, creo que pueden vislumbrar en mi tono y en mis expresiones que la realidad que me persigue, aunque la he soportado suficiente, hoy ha socavado un hoyo demasiado profundo en mi débil espíritu.
Nadie podrá siquiera notarlo, pero cuando me vaya habré dejado una huella tras de mí y un ligero cambio en los vientos que transitan le darán sentido a ciertas cosas que, hasta ahora, han permanecido del todo silentes.
Del silencio vengo y al silencio voy con la esperanza de zafarme del enfermizo peso de la vida que me dieron, a modo de lidiar con mi tan vacío propósito y sembrarle palabras mías a aquellos que se atrevan a volver la mirada hacia mi sendero.
Pero no es mi sendero en realidad. Solo es un camino que he dibujado imaginariamente para darle sentido al sinsentido que le dio forma a este cuerpo, voz a esta garganta y vista a estos ojos. Solo se trata de una simple y borrosa línea dibujada, con agónico afán, a partir de uñas rotas y sangre burbujeante.
Sé que siguen a la espera de razones más congruentes y palabras con mayor sentido y lógica. Pero no existe tal cosa como una filosofía fatalista detrás de mi muerte, mi segunda y más definitiva muerte.
Éste acto es solo el capricho de un alguien que no soporta el mundo que lo rodea, y plantearlo así es la mejor manera para que ustedes entiendan, una vez más, lo que mejor les convenga simplemente porque no pretendo afilarle razones al que no quiere escucharlas, ni menos entenderlas.
Silvestre y solo Silvestre será capaz de entrever, entre uno y otro significado, los motivos que logró vislumbrar en mis miradas cuando los silencios incómodos se convertían en otra forma más de conversación.
Él y nadie más que él puede entenderme.
Él y nadie más que él logró entenderme.
Él y nadie más que él, con la ropa puesta o su inflamada lujuria hirviendo en mi interior, sabía cómo lidiar con el maricón crisiado y demente que se aloja muy en lo profundo del que, ante ustedes, parece hablarles con demasiada congruencia.
A veces hay que entender, con claridad, que lo que carece de significado es porque, simplemente, no lleva un nombre por nosotros conocido. No por ello quiere decir que no significa nada o, en todo caso, que no significará algo luego.
Las entidades vacías, aquellos que con la mirada gacha deambulamos cual fantasmas, también tenemos un significado, solo que nos hace falta una voz ajena que nos dé un nombre y, con ello, un propósito para, al final, desfallecer en un olvido de dos mientras las agujas del reloj se olvidan de uno y otro.
Las entidades vacías, Silvestre, nunca seremos algo más que un algo de paso. Una circunstancia momentánea que se atraviesa en tu camino y te obliga a darte una breve pausa. Y no puedo obligarte a pausar su existencia todo a causa de mí, Silvestre, no puedo.
No pretendía avocar tiempos muertos en tu vida, Silvestre, porque reconocí en ti un alma maravillosa, un alma cuyo valor ha de ser reconsiderado, restituido y re-ofertado con la misma y cándida intensión con la que tu nombre florecía ante mi nombre, porque el amor en ti parece ser una cura definitiva.
El mundo te necesita, Silvestre, no a mí.
La vida requiere de tu existir, no del mío.
Tus palabras son las que, tiempo atrás, te mantuvieron tras las rejas de un monstruo que no debió siquiera nacer. Tus palabras serán, a futuro, Silvestre, el motivo por el que la antagónica presencia del dolor desaparecerá para siempre de tu realidad, así como desapareceré yo de toda realidad plausible.
Quédate consciente, Silvestre, te lo pido. Quédate consciente, hoy mañana y siempre, y no intentes martirizarte con esta patética tragedia mía, por favor, que lo que he hecho ha sido la mejor decisión que pude tomar jamás estando, todavía, consciente.
Y perdóname, en verdad, perdóname por no haberme despedido cuando debía. Perdóname por llorarle una vez más a esta pantalla mientras te llamo por tu nombre, como si fuese merecedor de tal cosa, simplemente por haber traicionado las verdades que nos guardamos al desnudo.
Extrañaré tus besos.
Extrañaré tus miradas.
Extrañaré tus fantasías de ángel guardián para ser yo quien abra las alas y se aleje, para siempre, hacia donde el tiempo no transcurre o hacia donde el fuego me castigue por toda la eternidad. Sea cual sea el destino venidero, estoy consciente que la culpa carece de nombre, aparte del mío.
Ni la muerte borrará de mí todas las huellas que has dejado sobre mi cuerpo dibujadas. Las llevaré conmigo, siempre, atadas a una memoria liberada, así como liberados quedarán mis sentidos y mi corazón, corazón que responderá siempre a tu nombre.
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No solo las aves tienen alas ©
General FictionProyecto-Celesty (2020) Tras la súbita muerte de un adolescente, Silvestre es puesto en custodia para ser interrogado luego de ser señalado como único sospechoso. Partiendo de una promesa, Silvestre buscará deshacerse no solo de las sospechas que lo...