Capítulo 27._ Rota en ocasiones*

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CAPÍTULO NUEVO RE-EDICIÓN 2020* IMPORTANTE LEER LA NOTA DEL FINAL

»Isabela



—Así que... —dijo cansado, nuestros pechos subía y bajaban rápidamente —¿Este es el favor que querías que hiciera?

Asentí con las mejillas rojas, un tanto exhausta mas no dispuesta a admitirlo —S-sí... perdón, fue una tontería.

Acarició mi rostro con ternura, justo como no recordaba que alguien lo hubiera hecho hacía poco —Está bien, solo que debiste haberme avisado ¿no crees? Habría venido mejor preparado.

—Creo que ya lo estás —comencé a reír, levantándome de su lado con toda la pereza del mundo


Sacudí mis jeans para dejarlos libre de tierra, o rastros del pasto inocente que estuve arrancando con los dedos por lo menos los últimos diez minutos. No quería llorar, menos gritar y sentirme mal, por lo que mi primera idea fue salir corriendo. Era buena en ello, y me aliviaba en gran medida; era como huir de mis problemas de la manera menos dañina posible.

Alexander accedió a acompañarme sin rechistar luego de estacionar el coche cerca de una plaza pequeña y con extraños monumentos que jamás en mi vida había visto sobre bases de granito claro; si mi imaginación no fallaba, lo que estaba a un costado de mí era un pez vela esculpido en material reluciente de color azul marino, tan oscuro que se confundía con el negro... todo lo contrario a estos desconocidos y hechizantes ojos azules. Confiaba en él, ¿qué más podía perder? La virginidad claramente ya no la tenía en mi poder, y a mis amigos tampoco. Ya me había equivocado, y no dudaba en que el resto de mi vida sería así; de eso se trataba ¿no?

Recorrimos el solitario lugar, bien iluminado con farolas, sin necesidad de decir una palabra; la verdad era que estábamos muy cómodos manteniéndonos callados. Su mano pronto buscó la mía y yo me aferré a su agarre, necesitaba a alguien y en ese punto de mi vida nadie quedaba. Las lágrimas se adueñaron de mis ojos, y pronto él de mi rostro.


—¿Ya me dirás qué ocurre? —frunció el ceño, mirándome preocupado ¿y cómo no hacerlo? Si no había controlado mi silencioso llanto desde hacía una hora, y mucho menos explicado el por qué de este, sin embargo agradecía el que no fastidiara por respuestas —No sé a quién quieres engañar, pero si algo vi que prácticamente escapaste de ahí por alguna razón. No te pido que me cuentes a detalle, lo que sí te puedo asegurar es que... lo que sea que te tiene así, no lo merece —sus palabras sonaron duras, pero ciertas. Era momento de admitir que mi mejor amigo, no dejaba de ser un patán y debía parar de defenderlo cuando lo evidente estaba frente a mi nariz —Estás decepcionada, ¿fue por amor? —esta vez yo arrugué el entrecejo, ladeando mi cuerpo lo suficiente para mirarlo —No eres la única a la que le han roto el corazón —confesó con una sonrisa de lado

Suspiré rendida, dejando caer mis hombros —Mi mejor amigo. He estado enamorada de él por... —no importaba ya. El color volvió a subir por toda mi cara —...un buen tiempo.

—¿Seis meses? —preguntó prestándome suma atención, cosa que nunca nadie hacía conmigo, lo apreciaba

Hice un puchero, avergonzada —Seis años.

—Joder —dijo sonriendo un poco divertido, dando una vuelta y levantando los brazos flexionándolos detrás de su cuello. Malditamente ardiente, ¡ese hombre era hermoso! —Vaya historia, ¿cuál es? —curioseó, no lo juzgaba, si los roles estuvieron invertidos también me intrigaría la estupidez de la chica, en este caso yo. La mayoría pensaría que hablábamos de un dios griego, pero no, solo se trataba de un idiota pelinegro con dientes de conejo que no se cansaba de meter la pata, y tampoco buscaba aprender de sus errores

Ecos »Jos CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora