Capítulo 43._ ¿Dar el sí?

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(Escuchen la canción que dejé en Multimedia)

»Isabela



—Ya es tarde —me recordó Andrea por quinta vez, acomodando nerviosamente mi velo

—Cinco minutos más, lo juro, solo eso —le pedí suplicante, a regañadientes ella aceptó y volvió a entrar a la iglesia; esa única frase había estado diciendo por casi media hora

—¿De verdad crees que venga? —la pregunta Clara, un tanto insegura, atrajo mi atención. Miré a una de mis más grandes amigas, me gustaba compararla con un alma vieja, y de cierta manera, siempre me llevaba al pasado; la secundaria, una antigua cámara... un pelinegro de pestañas rizadas

—Sí —afirmé sin titubear, la esperanza era lo último que moría en mí, y confiaba plenamente en esos lindos ojos cafés; su mirada parecía mostrar pena, sin embargo, no insistió

Alonso salió del lugar, guardando su móvil en uno de los bolsillos de sus pantalones negros bien planchados —Alexander está nervioso. —murmuró, arqueando una ceja en mi dirección

—Ya casi —asentí poniéndome en la misma actitud que mi prometido, mirando a todos lados —Platíquenme algo para que se me pase. —les pedí, dando pie a que Clara me repitiera el banquete, mismo que había dejado a cargo de la compañía de gastronomía que la castaña fundó. Lastimosamente, cinco minutos no fueron suficientes

Marcela, la morena que ya no era novia de Alonso, salió despampanante con su lindo vestido vino —No podemos esperar más. —avisó con expresión seria, llevó sus manos a su cintura, con ojos amenazadores; los estaba poniendo más que nerviosos, y eso que ellos no eran quienes se casarían desde tiempo antes, si no fuera por mí atrasando la ceremonia

Abrí la boca, dispuesta a rechistar —Pero es que él...

—Ya retrasamos todo Isa, no va a venir —me interrumpió con tristeza, escuchar esas palabras en voz alta, mismas que me negaba a aceptar... Dolía, mas suspiré frustrada y terminé asintiendo, rendida y comprendiendo lo innegable 

—Bien, hagamos esto —Judas, el novio de Andrea, se acercó a mí ya que él me entregaría en el altar. Antes de que las puertas se abrieran, las damas se adelantaran y la marcha nupcial comenzara a sonar, di un último vistazo a la entrada de la iglesia. Hacía meses que no lo veía, y por primera vez mi corazonada me fallaba

—¿De verdad iban a empezar sin mí? —una voz con tono arrogante nos hizo detenernos, todos nos giramos al dueño de esta. Ahí estaba.Su mirada brillante, extrañamente su cabello peinado y un lindo traje; nuestros ojos se encontraron, y pronto, los míos se aguaron

—Sabía que vendría —chilló Camile muy emocionada, dando palmaditas al aire —Me alegro de no haber gastado doscientos dólares de su tarjeta para comprarle el esmoquin.

—¿Que tú qué? —el pelinegro frunció el ceño, mirando a su chica al oírla decir el precio de las elegantes prendas

Negué lentamente, para mí —Él nunca me falla —sonreí, atrayendo su mirada. Él me devolvió el gesto y se acercó quedando frente a mí. —José Miguel Canela Rivera, creí jamás verte en traje. —justo como en los viejos tiempos, tuve que burlarme de él, en un día importante; es lo que él solía hacer conmigo, pero hoy, los roles cambiaban

Ecos »Jos CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora