Capítulo 1._ Error de una promesa

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El chico de pestañas largas y cejas tupidas reía con la castaña, recostados en el pasto húmedo en una mañana fresca de octubre. Era otoño, las hojas de distintos tonos cálidos hasta llegar al dorado ya caían de los árboles haciendo a la gente acumularlas en pequeñas pilas sobre sus jardines. El fuerte viento era frío, ocasionándole a ambos jóvenes tener las narices y mejillas sonrojadas. Además de ser una buena época para pedir dulces en la noche de brujas y que se acercaran las fiestas decembrinas, para la chica era emocionante reunir castañas para pintar y decorar.


—¡Basta Jos! —la chica intentaba zafarse de las cosquillas que su amigo le hacía. En realidad no le causaban la risa, esta era más bien causada por las extrañas muecas que el pelinegro hacía

—Dame mi celular, ese vídeo es oro —decía él recalcando la última palabra, mientras seguía en su labor de hacerla rendir. La chica trató de apuntar con su otra mano en la cual sostenía el lente de su artilugio para capturar aquellas caras del chico

—José Miguel...

—Isabela Alejandra —mantenía un semblante serio, aunque ambos sabían que este no duraría demasiado, mucho menos por el ridículo nombre que la castaña tenía a su parecer. Aquella distracción la hizo descansar un momento, los pechos de ambos se agitaban

—La seriedad que estás haciendo ni tú te la crees —la castaña sonrió y le extendió el móvil, sin rechistar. Estaba cansada —No la borré, Señor Dramas VI. 

Jos sonrió un poco ante el clásico apodo de su mejor amiga, y se dispuso a revisar la memoria de su teléfono; de paso arrebatándole también la cámara instantánea color blanco perteneciente a ella. Sus ojos brillaron y una tierna sonrisa brotó de sus delgados labios —Es hermoso ¿no crees? —la miró, ocasionando que se pusiera nerviosa y diera un simple asentimiento, tratando de bajar el calor de sus mejillas enrojecidas ocasionado por la mirada profunda de él. El ojimiel lo dejó pasar, sabía que ella era tímida


Era tan solo un chico de diecisiete años con su mejor amiga de nombre Isabela, de la misma edad. ¿Qué podía salir mal? Si esa relación había surgido para ser eterna, era como si el universo hubiera conspirado a su favor desde el día que fueron engendrados.

Sus madres se conocieron cuando iban en la secundaria y se hicieron grandes amigas. Se podría decir que Jos e Isabela se conocían desde siempre. Ambas mujeres se embarazaron el mismo año, luego de haberse reencontrado inesperadamente en el supermercado, se volvieron a unir; la única diferencia, además de los padres en los embarazos, era que Isabela nació hasta el 12 de diciembre y Jos el 21 de octubre.

Ellos eran de esos mejores amigos de los que quedan pocos, inseparables. Cada meta la cumplían juntos y si algo salía mal, se tenían el uno al otro acompañados de un buen bote de helado con chispas de chocolate. Era un orgullo decir que Jos y ella eran una amistad ejemplar.

Desde aquella mañana, como solían hacerlo, estaban tomándose fotos... pero ese día fue diferente. La fotografía se tomó por accidente y había salido perfecta, no fue ninguna improvisación o pose de las que ellos solían hacer. Demostraba cualquier emoción que se pudiera hallar en un ser humano: felicidad, melancolía, tristeza, amor...

El chico ladeó la cabeza, mirándola con admiración. Ella sabía que él sería incapaz de lastimarla, se lo había demostrado tantas veces en que la puso por encima de sus falsas amistades que ya estaban rotas.


—Jos.

—¿Sí, princesa? —la siguió observando con delicadeza, intentando desnudarle el alma para saber el por qué su comportamiento extraño desde hacía unos meses

La pregunta lo tomó por sorpresa —Nunca nos olvidaremos, ¿cierto?

Rodó los ojos fingiendo indignación, por dentro ese tipo de preguntas realmente le afectaban —Qué dices Isa —la llamó por su apodo, acercándola a él y abrazándola fuertemente, la castaña no hizo más que refugiarse en aquel cuello con un fuerte olor varonil. La pesada y caliente sudadera negra del chico era tan reconfortante que podría quedarse ahí por siempre —Eso no pasará nunca, no lo dudes.

—Nunca es poco tiempo, ¿no crees? —lo miró con ojitos temerosos. El pelinegro sonrió con ternura y le besó lentamente la frente

—Ya vas otra vez con eso, ¿no te cansas?

—José Miguel —le reprochó ella, entornando los ojos —Ni siquiera aplicaremos a la misma universidad, habrá alguien más en tu vida. Además, las cosas pueden cambiar en ese lapso.

—Claro que entrarán más personas a mi vida, haré amigos nuevos y con suerte una novia. ¿Pero eso qué? Nadie se iguala a ti, no te olvidaré ni me alejaré, tonta—argumentó él, sabiamente. "Una novia" —Además, ¿quién más podría reemplazarte? ¿quién me traería una bandeja de muffins de plátano recién horneados, con tu receta secreta, cuando esté deprimido porque mi equipo de fútbol preferido perdió? —con la yema de sus dedos delineó los labios de Isabela, distraído en convencer a su terca y testaruda amiga —¿O cantarme mi canción de cuna favorita? ¿hacer retas? ¿vestir mis camisas que te quedan como mil veces más grandes? Solo a ti se te ven bien.

—El destino es confuso —la castaña frunció el ceño

—Tenemos una promesa, pero si tanto desconfías hay que volver a hacerla —le propuso él rendido, ella asintió y entrelazaron sus manos y dedos. El pelinegro repitió las mismas palabras que se juraron por primera vez cuando cumplieron ocho años y el primer día de clases debían entrar a salones distintos. Recordaba aún a una diminuta ojimiel peinada con dos coletas, y sus manos temblorosas por miedo a estar sola —Prometemos no olvidarnos, y sobretodo jamás separarnos. Nunca...

—Y si lo llegamos a hacer, nos volveremos a encontrar —sonrió Isabela con cierta burla. El pelinegro la codeó divertido. Ambos sabían lo ridículos que eran

—Lo prometo.

—Yo también lo prometo. Jamás me lastimarías ¿cierto?

—Primero muerto, nena.


Ambos se dejaron caer en el pasto una vez más. Se encontraban en el jardín trasero de la casa de Jos; olía a tierra mojada. Y solo se escuchaban sus respiraciones suaves y pausadas mientras los engranajes de sus cerebros procesaban las ideas e información de suma importancia. Pensaban cumplir aquel juramento a toda costa; no les iba bien a ninguno de los dos hacer lo contrario.

¿Qué sería de ellos?

«No estoy dispuesta a alejarme de ese adorable idiota»  pensó ella, confundida ante la declaración que se hizo a sí misma.

Fue una idea en especial que compartían ambos desde hacía un tiempo. Especialmente un cosquilleo que comenzó en él desde hacía unos meses; uno que Jos sintió aún más esa mañana al verse junto a la tierna chica, al estar tan cerca de ella. 

«Eso no impedirá que te ame» Y él mismo se sorprendió por su pensamiento.




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¡Hola! He escrito otras novelas que incluyen fanfics de Alonso Villalpando y Alan Navarro, pueden encontrarlas en mi perfil las invito a leerlas :)

Será un gusto irnos conociendo durante el transcurso de esta la novela, ahora re-edición.

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¡Gracias! 


—Su fiel escritora Frida 

Ecos »Jos CanelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora