(っ◔◡◔)っ ♥ Capítulo III ♥

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— Estás mintiendo—

Y no supo que decir, además que podía decirle. Que ¡SI! , se había entregado a ese tonto y que este la lanzó lejos en cuanto encontró algo mejor.

— No, tendría por qué hacerlo—suspiro tratando de sonar lo más sincera posible — A la gente, le gusta crear historias sin sentido—

— Ya veo—

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El viaje fue relativamente cortó, y en verdad lo agradecía no podía soportar otra ronda de preguntas que más bien parecían, acusaciones que una "plática entre compañeros".
De haber podido predecir lo que sucedería, en verdad hubiera declinado a tal solicitud.

Pero ahí estaba ella, con su "compañero" rumbo a la caravana a las afueras de Konoha. Pues las 5 grandes naciones del mundo ninja habían pactado que en cuanto aquellos campesinos tocaran su territorio ellos tendrían el deber de brindarles, atención médica. Eso era lo único bueno que había dejado la guerra.

"La unión entre Naciones"

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En cuanto llegaron fueron recibidos por los más pequeños de la caravana los cuales estaban más que sorprendidos por los ojos de Hinata.
Era normal para ella recibir ese tipo de atención por qué después de todo, eran raros.

—Tus ojos son feos— pronuncio una pequeña niña. — Me das miedo— y salió corriendo.

Hinata, se sorprendió a pesar de estar acostumbrada a ese tipo de tratos, fuera de la aldea por sus ojos singulares nunca nadie se le había enfrentado.

Los niños podían ser crueles.

Un hombre joven, alto y moreno se les acercó.

—Discúlpela, Señorita— dijo —Mi nombre es DaiSuke, líder de la caravana, por lo que veo es usted la Ninja médico que el Hokage ha enviado. —

— Así es, Mi nombre es Hyuga Hinata por favor cuide, bien de nosotros— pronuncio buscando a su acompañante— Él es Sai, es mi compañero— ambos hicieron una reverencia.

—Síganme— dijo — Como puede notar, mi gente es poca, pero hay mujeres embarazadas, ancianos y niños que suelen enfermarse demasiado. Así que su ayuda será muy útil. —

—Espero poder ayudarle en todo lo necesario—sonrió.

—Es aquí— dijo señalando una choza echa de paja y piso de tierra—En verdad espero que no les moleste, pues como sabe nuestra estancia solo es temporal, no tendría caso establecernos completamente—

—No sé, preocupe agradezco su amabilidad— sonrió.

—Y dónde me quedaré, Yo— hablo Sai con una sonrisa forzada.

—Bueno en realidad, solo esperábamos una persona así que solo tenemos está disponible— se disculpó.

—No tiene por qué preocuparse, los dos estaremos bien—contesto Sai

—Me alegra, escuchar eso me retiró —

—Bueno, ¡Belleza! tal parece que el destino insiste en que debo conocerte totalmente— soltó, entrando en la choza y Hinata pudo notar un poco de picardía en sus palabras.

—Ehhh...—dijo sorprendida.

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Hinata entro después y el primer problema que pudo notar fue que solo había un catre. Y aunque dormir con un hombre no era nuevo para ella, aquella era muy pequeña para soportar a dos personas. Y después de decidir que se turnarían, uno en el suelo y otro en el catre.

Y el segundo problema que había encontrado Hinata era sobre el baño, pero bueno después preguntaría.

Lo importante ahora, era poder sobrellevar a Sai y los sentimientos que llevaba soportando desde aquella mañana, pues la estaban ahogando.

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La noche se hizo presente y tal como lo habían acordado ella dormiría en el catre y Sai en el suelo. Sumergida en sus pensamientos y en todo aquello que la aquejaba decidió esperar a que Sai durmiera para poder tomar aire fresco y al fin poder sacar aquellas lágrimas todavía reprimidas salió y usando su Byakugan se dirigió a aquella laguna.

Cuando por fin llegó, se sentó disfrutando de la hermosa vista nocturna que ese lugar le brindaba, el sonido del agua, los grillos. Y todo aquello le hizo recordar, el momento más mágico para ella. Y sin pedirlos los recuerdos llegaron a ella.

*Hinata, sujétate de mi.*

*Bien*

*¡No te sueltes!*

*No lo haré.
Ya nunca voy a soltarte.*

Y es que lo único que podía hacer era reprocharse, como es que nunca se dio cuenta tantas señales, tantos peros, tantas excusas, tantos "te amo" correspondidos con un "yo también", alguna vez había escuchado decir que el amor dolía, pero nunca imagino que tanto pues sentía que le faltaba su alma, aquello por qué salir adelante.

Pronto su vista se nublo, las lágrimas corrían recorriendo sus mejillas y finalizaban en el suelo de aquel lugar.

Sai quien veía toda la escena, desde una distancia prudente sintió la necesidad de consolar a su camarada en todo lo que había aprendido de aquellos libros, le habían enseñado que era bueno tender una mano a un amigo desafortunado.

— Por qué lloras— cuestión Sai.

— ¿Qué haces aquí?— se apresuró a limpiar sus lágrimas.

— Te seguí desde que saliste— pronuncio— Si deseas salir debes avisarme, pues mi deber es protegerte, me dirás qué te sucede—

—No lo entenderías— reprocho.

—Podría intentar—tomo aire —Podría aconsejarte. —

—Y que podrías saber tú, tu no sientes, no entiendes, no comprendes nada— soltó molesta, se levantó para regresar.

Sai la tomo del brazo.

— Deberías de dejarlo ir— soltó con tal seguridad que Hinata no pudo dejar de mirarlo.

—Ah—

—A veces aunque duela y nos cause un enorme vacío en nuestro corazón, es necesario decir adiós.—prosiguió — A veces hay que entender que nadie está obligado a quedarse para siempre, sino hasta donde el amor sea sano y real, porque no hay nada más estúpido en esta vida que quedarse con alguien que no te sabe valorar—

Y se tumbó, en los brazos de aquel chico que entendía más que ella.

—Llora— decía acariciando esa hermosa melena.





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𝓔𝓵 𝓐𝓭𝓲𝓸́𝓼 | 𝓕𝓲𝓷𝓪𝓵𝓲𝔃𝓪𝓭𝓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora