Parte Doce

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    Como todos los días, el despertador de Erik sonó a las 5:00 AM y éste lo apagó de un manotazo. Todo comenzaba como una típica mañana, con la excepción de que Charles estaba en la misma cama y que sus ganas de salir de la cama eran nulas.

    El cuerpo a su lado se removió por el sonido, y Erik lo miró. Charles tenía el cabello enmarañado y los ojos entrecerrados, haciendo un gran esfuerzo por permanecer abiertos. Se miraron en la oscuridad, las mañanas seguían adornadas por la noche, imponente, que apenas se dejaba desplazar para darle paso al sol.

    —Debo ir a correr— se animó a decir Erik, en un susurro ronco.

    Charles asintió, aun acostado, tentado a pedirle que se quedara, que no le mataría no correr por una mañana, que quería seguir a su lado; y Erik también esperaba que dijera eso, pero no pasó. En silencio, Charles se sentó en la cama y se refregó los ojos, intentando reaccionar a la realidad, mientras que el otro le admiraba la espalda.

    Erik no estaba seguro si la noche anterior habría sido algo positivo o negativo en la relación que mantenía, o si quiera si había logrado algún cambio. No quería admitir que estaba arrepentido, porque tener a Charles de esa forma nunca sería algo malo, pero si diría que lo sentía apresurado. Tal vez si hubieran esperado a estar mejor con el otro o con ellos mismos, todo eso sería más feliz.

    Se levantó de la cama y comenzó a juntar la ropa del suelo, la suya la dejaba en la mesa y la de Charles la doblaba en la cama, para que éste pudiera cambiarse. Luego, se acercó a su armario y se colocó su clásico conjunto de ejercicio, mientras el morocho se vestía con lo que había usado el día anterior.

    No se dijeron ni una palabra, e intentaron ignorarse todo el tiempo que pudieron, hasta que terminaron de cambiarse y Erik entendió que si no quería que eso quedara en cosa de una noche, debían decirse algo.

    —No tenés que irte— casi suplicó—. Podés quedarte acá, yo vuelvo en una hora.

    —No, está bien, yo...— Charles se paró y caminó a paso firme hacia la puerta—. Voy a mi habitación, y... seguro no baje a desayunar con vos, como siempre...

    Erik quiso gritar, pedirle que se quedara, confesar que la mejor parte de sus días era cuando podían estar a solas, tomando un pequeño desayuno; pero solo dijo:

    —Bueno.

    El frío había vuelto, golpeándole en las mejillas cuando salió de la casa. Eso le hizo despertar, pero de verdad, le hizo darse cuenta de donde estaba y que había pasado. Había tenido sexo con Charles la noche anterior, y ahora todo entre ambos estaba igual o más tenso que antes.

    Se cerró el chaleco impermeable hasta arriba de todo, y comenzó a trotar con paso decidido, mientras fragmentos del acto con Charles volvían a su mente. Visualizó sus lunares en la espalda, sus mejillas sonrojadas, sus labios arqueados en su pequeña sonrisa pícara. Todo tan armonioso, tan bello, tan Charles.

    ¿Por qué había hecho eso? Se había controlado durante todo el año, pero en, tal vez, el peor momento, se le había ocurrido que era una buena idea acostarse con él.

    ¡Estaban en cuarentena!¡No podían hacer cosas tan inconscientes.

    Y no era algo malo por el riesgo al contagio que se habían expuesto, sino porque estaban atrapados en esa casa por al menos unos, una semana más (aunque todos sabían que la cuarentena se extendería).

    ¿Cómo podrían caminar por los pasillos y no sentirse incómodos? ¿Podrían ignorar sus sentimientos, como todas las veces anteriores? Pero ahora no sería como antes, ya que habían hecho algo que no debían, se habían tocado, se habían besado ¡Y a él le había gustado! Ignorar a Charles era algo difícil, pero ahora se le haría imposible.

It's Corona-Time [X-Men] [Cherik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora