Rubius regresaba de una expedición en el bioma invernal mientras recogía pequeñas flores lilas del suelo para guardarlas en su mochila. Decidió tomar un atajo y pasar por la casa de su querido Vege para saludarlo. Desde que Rubius apreció esos hermosos meteoros morados en los ojos de Vege, se había enamorado de él.
Inmerso en sus pensamientos, no se dio cuenta de que una criatura estaba lista para dispararle una flecha en el cuello, pero antes de que sucediera el impacto, alguien lo empujó al otro lado.
- ¡¿Pero estás de coña, tío?! ¡Me has dado un susto de muerte! -exclamó exaltado- ¡Quieres matarme de un infarto!
- ¿Yo? ¡Si no te hubiera empujado, tendrías una flecha en la garganta! -recriminó.
- ¿Una qué? ¡Hostia! No vi el esqueleto.
- Como siempre, andas en las nubes. Eres como un niño -dijo riendo.
- Venga, Vege, sabes que así me amas -mencionó coqueto.
- Ya quisieras, Rubén. Ahora, levántate, que me debes una por esto -añadió Vege- Necesito ayuda con mis cultivos, y ya que te salvé, ayúdame.
- Vaya, hombre, no puedes hacer nada de corazón, pero está bien -dijo mientras se levantaba y ayudaba a Vege.
Ambos héroes se dirigieron a la isla flotante de Vegetta. Al entrar, el azabache acarició a su gata y luego buscó las herramientas para arreglar los cultivos.
Después de un par de horas, terminaron de recolectar y sembrar de nuevo. Vegetta invitó a Rubius a quedarse, ya que sería peligroso que saliera antes del amanecer.
- Venga, tío, no te hagas de rogar, quédate -insistió Vegetta- Mi casa es lo bastante grande y tengo un dormitorio de invitados.
- Samu dejó a Juan Carlos solo en casa, y no recuerdo si tiene comida. Debo volver -se excusaba el oso.
- ¿Tú me crees un niñato? ¿Qué te pasa? Solo acepta y duerme, Juan Carlos no va a morir porque no llegues esta noche -agregó ya enojado.
- Vale, vale, me quedo, pero no te enfades, que te arrugas como un boomer -soltó una risita- Solo no quería incomodar.
- No lo haces. Ahora, ve a dormir y gracias por la ayuda.
Ambos se dirigieron a sus respectivas habitaciones. Vegetta le prestó una camisa y unos pantalones cortos a Rubius para que durmiera, lo cual él aceptó sin problema. Luego de eso, se despidieron.
Mentiría si dijera que no estaba emocionado por sentir el aroma de Vegetta en esa camisa. Le encantaba acercarla a su nariz y absorber ese perfume tan característico del peli negro. En esos momentos, Rubius se sentía como un niño enamorado y así se quedó dormido.
Por la mañana, se despidieron, y el castaño se dirigió alegremente a su casa. En el camino, recogió muchas violetas y algunas flores de diferentes colores. Al llegar a su casa, se dio cuenta de que alguien lo estaba esperando en la entrada.
- ¡Fargan! Hermano, ¿qué te trae a mi humilde morada? -preguntó alegre.
- Venga, tío, ¿en serio lo olvidaste? Hoy nos reunimos para hacer estallar la comisaría -mencionó por lo bajo.
- ¡Hostia! Tienes razón, dame un momento, empaco algunas cosas -entró rápidamente a su casa y, después de guardar su traje y darle de comer a Juan Carlos, salió- ¡Vámonos!
Fargan y Rubius se dirigían a casa de su amigo Willy para ir todos juntos a la hermandad oscura.
- Pero, ¿por qué se han tomado tanto tiempo? Les dije a las 6 y ya son las 8 -comentó con tono enojado.
- Es mi culpa, pasé la noche en casa de Vegetta y olvidé por completo la explosión -explicó Rubius, nervioso y fastidiado porque ya sabía cómo son sus hermanos- No vayan a empezar a hacer sus chistes, solo lo ayude arreglar sus cultivos.
- No te pongas tan a la defensiva, no íbamos a decir nada. -soltó burlón Willy- Pero venga, vámonos, que tenemos mucho que preparar.
Así, el trío partió hacia su escondite para repasar el plan una última vez. Fargan debía hacer que los de la comisaría lo siguieran hacia la escena de un posible "homicidio", mientras Willy revisaría que no quedara nadie dentro. Rubius se encargaría de colocar los explosivos en el techo sin ser visto. Una vez repasado todo y con todo listo, se dirigieron a la comisaría.
Fargan llegó alterado, anunciando el posible homicidio en el bosque y solicitando que los patrulleros lo siguieran. Muchos oficiales salieron con él, pero la secretaria y algunos guardias se quedaron.
Cuando ya estaban bastante lejos, Willy entró sigilosamente en la comisaría con su característica máscara.
- Dulces damas y caballeros, les recomiendo que salgan de aquí -salió de las sombras Willy- Y no se esfuercen en intentar dispararme o llamar al alcalde, a menos que quieran explotar junto con la comisaría -sonrió.
Las pocas personas que quedaban salieron asustadas y desarmadas. Willy le envió la señal a Rubius para que hiciera su parte del plan.
Nuestro querido oso estaba colocando la última dinamita en el techo cuando, en el momento exacto en que presionó el botón de detonación, un héroe de Karmaland pasaba por detrás de la comisaría.
- ¡VEGETTA! -fue lo último que se escuchó antes de la explosión.
Es la primera vez que escribo una historia y la publicó, espero les guste :3 y no se vuelva aburrida para ustedes ^^
Y me disculpo si en algún momento tengo una falla de ortografía y redacción aun soy nueva en esto
Gracias por leer pronto publicaré el siguiente capitulo :3