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—Lo sé Taehyung—. Hyung Sik seguía por detrás a su príncipe que sólo lo ignoraba.

El tema de su emparejamiento no fue del todo agradable para el susodicho.

Sabía que Taehyung había tenido contacto con otros reyes sin su autorización o la de su padre, pero no lo podía culpar, tampoco echarlo de cabeza, lo quería mucho.

—Taehyung es urgente, su majestad quiere hablar con usted—. Taehyung paro su andar tensando un poco sus alas, giró su cuerpo haciendo caso a Hyung Sik.

—Huh, ¿en serio?—. Había un poco de interés, realmente la única compañía que él tenía era la de Hyung Sik, casi no veía a su papá ni a su mamá.

Por otro tanto Jimin era un caso perdido, desde el anuncio de su ascenso no hizo más que ignorarlo, tratarlo mal, y cuestionar sus acciones.

—¿Qué tiene que decirme?—. Taehyung se acercó más a Hyung Sik, con un paso sereno demostrando cierto interés.

—Varias casas han pedido tu mano, Taehyung, en otras situaciones esto sería bueno, pero a juzgar por la expresión de tu padre cuando me lo dijo, fue algo fuera de lo normal—. Hyung Sik se rascó la nuca sintiéndose incómodo por la situación.

—Llévame a la torre superior—. Pidió Taehyung, en tono neutro.

Hyung Sik por un momento dudo, ¿por qué el repentino interés? Había cosas más importantes y el príncipe quería hacer algo que sólo se hacía cuando ya eras un rey.

—Hay cosas pendientes, Taehyung, podemos ir en otro momento—. El sirviente se puso nervioso y abrió varias veces la boca.

—Ahora, por favor—. Hyung Sik sintió lo dicho por el príncipe como una amenaza, una indirecta y con cierta amabilidad por la sonrisa, pero no quito el leve miedo que sintió, se estaba volviendo como los demás celestiales.

El sirviente asintió e hizo un ademán para que lo siguiera.

Sus enormes alas se iban arrastrando en el pulcro mármol de las angostas escaleras.

Ya en la puerta, Taehyung repitió el patrón para qué estás se abrieran, avanzó hasta ella siendo seguido por su sirviente.

—Iré sólo—. No había razones para que estuviera solo, Hyung Sik no tenia autorización para dejar al príncipe pasar así, no aún, pero cedió esta vez.

Hyung Sik observó al príncipe desaparecer entre el vaho y los miles de relojes que se encontraban colgando.

Las puertas se cerraron creando un estruendoso eco, producto de el pesado material con que estaban hechas.

Se sintió preocupado por el, sin embargo, lo supo manejar.



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