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Noviembre, hace dos años y medio.

—Ya casi acaba esto ¿De acuerdo?

—No es justo.

—Ya hemos hablado de esto, solo hazme caso, y hazle caso a lo que aconseje ella.

—Es mi cumpleaños papá—Protesta Anahí, esta cansada de la psicóloga y sus "tips de armonía" aunque sabe que de alguna forma le hace bien y hasta una que otra vez le mejora el día, pero eso no quita que para ella sea una per-di-da de tiempo innecesaria. Y tiene razón; los demonios de su mente se irán cuándo ella decida decirles Adiós, no cuando unos "tips de armonía" sean recomendados—¡Eso no es justo!

«Lamento que tengas que estar ahí , pero animate ¡Ya falta poco para terminar! Estarás bien, besos.»

Lee el texto de Reyna con el ceño fruncido tratando de no sonreír para que su padre no deje de notar su plena inconformidad por entrar por séptima vez al consultorio de la doctora Ivanna Kölberg, y de paso aguantar su español a tropezones.

—Te prometo que en unos meses ya no tendrás la guía de nadie, tendrás tu propia vida—Tomas le obsequia una sonrisa y un ojo mal guiñado—. Por ahora entra, daré una vuelta y volveré para cuando salgas.

Ana le mira un segundo, al siguiente resopla, al siguiente abre delicadamente la puerta del coche, al siguiente la azota hasta hacer resonar los vidrios. Mientras se aleja Tomás se queda viéndole.

—¿Dices que es tu séptima cita con la doctora?

—Sí. Siete veces le he visto la cara estos meses.

—Anahí...Me dices tu apellido paterno por favor.

—Meneces.

La nueva asistente de la doctora le da vueltas al ordenador, menos paciencia para Ana. Aunque de alguna forma agradece poder estar en otras cosas el día de sus cumpleaños, después de navidad, es el día en que sus padres mas se pelean.

—Anahí Meneces Gonzaga. ¡Bien! Puedes pasar.

—Gracias—Contesta en voz baja.

Y, como es de costumbre a todos sus pacientes—¡Anahí! —Ivanna Kölberg los recibe a todos calurosamente, como si no los hubiese visto en años—Bienvenida de nuevo que-ri-da— Aún con su raro acento, Ana piensa que es agradable que sea tan amable, aunque le moleste en ocasiones.

—Gracias doctora— Agrega con una media sonrisa.

—Bien y cuentame ¿Como estás?

La típica pregunta que tiene que ser contestada típicamente, no importa si en realidad no estas bien siempre, y aunque no seas Anahí Meneces vas a estar obligado a responder para la conveniencia de quién te pregunta...Y puede que no sea siempre así pero casi que por inercia siempre terminaremos contestando con un ilógico y deshabrido:

—Bien. Estoy bien.

Ambas se sientan en un amplio sillón verde— ¿Segura?

—Hmmm, estoy bien. Claramente he mejorado desde la primera vez que estuve aquí ¿No cree?

—In ordnung—Añade la doctora en su idioma natal —. Entonces ¿estas bien contigo misma o solo con los demás?

Ana se queda viéndole, a veces detesta su insistencia que, al fin, es su trabajo pero al final todo termina siendo un círculo vicioso entre psicólogo y paciente, casi como un interrogatorio por haber cometido un crimen...y no es tan descabellado, Ana ha cometido varios crímenes contra sí misma, y todo esto cuando recién esta abriéndose paso en la vida como le dice su padre. Otro círculo vicioso entre padres e hijos.

Anahí se limita a mirar la estantería de revistas que está a su derecha.

—Hmmm—Emula la doctora—. Veo que traes vaqueros.

—No veo lo malo. Son sólo vaqueros.

—Son sólo vaqueros. Tienes razón. ¿Que hay debajo de esos vaqueros?

—Hmmm. Según yo, mis piernas.

Esta vez quién clava su mirada es la doctora, según Ana, la técnica mas nefasta de un adulto—En este caso, una doctora—para sacar la verdad...Para su suerte, siempre es débil con la remarcada técnica.

—Lo he dejado, un poco.

—Esta bien—Ivanna sonríe—. Todo es un proceso Ana, lo importante es dar fin a ese proceso y estoy yo para ayudarte.

Más de lo que debía escuchar. O lo que llevó escuchando durante seis previas consultas.

—¿Ya me puedo ir?

—Nunca hay una hora de salida querida, todo es tu elección aquí una vez que entras... ¡Incluso es tu elección venir!

—Hmmm. Vale.

Por alguna razón, cuándo te permiten hacer algo es cuándo se te quitan las ganas de hacerlo. Tal vez por eso Ivanna utiliza esa técnica, piensa Ana. Se pasan casi una hora hablando muchas cosas...bueno, Ivanna habló, Ana solo miró la estantería de revistas como si las estuviese leyendo sin abrirlas. Tal vez en su mente cada palabra va a retumbar una vez que deje de oírlas, por el momento seguirá siendo un círculo vicioso.

—Quién eres es con quién convives toda la vida, no puedes forzarte a cambiar quien eres ¡Es la ley de la vida mein schatz!—Exclama Ivanna con su característica sonrisa— Y al ser ley de vida, si no se cumple, no estas vivo.

—Vale, lo entiendo. Creo que ya debo irme.

—Claro, sé cuidadosa.

Ana se incorpora y camina hacía la sala de espera y salida— Vale.

—Recuerda que todo es un proceso. Hasta pronto Anahí—Una última sonrisa.

—Vale. Lo tengo, adiós.

Al salir, su padre ya está esperandole fuera del coche. Mientras se dirige hacía el trata de conseguir mostrar una sonrisa, pues hace mucho que no es tan fácil sonreír sin razón y al final de cuentas ¿Cuando lo es?

—¡Hola!—Matías le regala una sonrisa acompañada de brazos abiertos—¿Como estuvo todo?

—Muy...bien papá, gracias— Ana le corresponde el abrazo durante escasos segundos y entra al coche-. Ya quiero ir a casa.

Matías se queda fuera del coche mirando hacía el suelo.

—Matías...ya, entra que tengo muchas ganas de irme.

—Si, solo...— Esta vez entra en el coche con la mirada fija en el retrovisor, con cuidado de que su hija no logre notar sus profundas ojeras.

—¿Que sucede Matías? —Su pregunta acompañada de un ceño fruncido.

—No importa, mejor vamos a casa.

—Pero...-—No es tan difícil imaginarse lo mal que lo pasa su padre, su esposa es una alcohólica que escasamente se preocupa por su pulso cardíaco y su hija es una adolescente depresiva. Pedazo de rollo. A estas alturas todo es una mierda, piensa Ana— Vale, vámonos.

Nube gris en el cielo azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora