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Se encuentra en la plaza donde vio a Reyna por última vez. Se siente como el invierno empieza a nacer en la ciudad, no hay niños jugando por ningún lado, ni pájaros o ardillas entre las copas de los árboles y todo rincón de la ciudad se encuentra húmedo como resultado de la lluvia. Al menos está un poco abrigada, si un par de guantes y un gorro que combina con lo rojizo de sus mejillas cuenta.

Las despedidas nunca han sido lo suyo, por muy inevitables que tengan que ser, jamás las ha tolerado. Siempre pensó que entre más larga es la despedida, más difícil y dolorosa resulta... Como un adiós que no quiere irse, aunque siempre existe la posibilidad de que con el tiempo, eventualmente se convirtiera en un "Hasta luego". Pero no. Ella no pensaba así... No porque no quisiera, sino por su experiencia. Ahora se cuestiona si debería cumplir al menos con dar un último empuje, una última señal, aunque sepa en el fondo que ya todo está completamente pérdido. Para ella, de ninguna manera se siente bien el pensar en un desenlace así, sin embargo sabe que cuándo no se hallan soluciones, el adiós se convierte en una.

Ha pasado ya mucho tiempo, es hora de tomar las riendas en el asunto. Ya está cansada de lamentarse y dar vueltas cada vez que se siente deprimida o el mundo se halla sobre ella. Sí, es cierto que han pasado demasiadas cosas juntas, es cierto que la ama, incluso puede que más que a si misma, por escasamente elocuente que suene... Pero es con todo lo que se puede quedar, y ella lo sabe.

El frío de la tarde ha cesado un poco y la gente se ve de nuevo poco a poco transitar de nuevo por la plaza. Sigue sentada en una de las tantas bancas de madera que hay organizadas en forma de V haciendo referencia a la letra inicial de el nombre de la ciudad.

—Disculpa, puedes decirm...—La voz con acento refinado de una mujer que ha tocado su hombro por atrás se ve interrumpida al ésta ver de quién se trataba.

—Oh...

—Ana... ¿Anahí?

Quiso que fuese imposible que le reconociera, pero era más imposible que no lo hiciera.

—Hola, Doctora Kölberg.

—Increíble- Agregó con sorpresa la mujer con abrigo de color carmesí mientras pasaba a sentarse al lado de la chica-. Ha pasado mucho tiempo.

-Sí, bueno...- Respondió Ana con una media sonrisa algo forzada, no es que le agradara mucho ver a la mujer. Que alguien como la Doctora Kölberg se sentara a su lado, implicaba hablar, cosa que a ella se le da de maravilla, y de qué manera-. Eso creo, un poco.

-¿Un poco? - Río la doctora- La última vez que te vi... No sé, tenías más cabello ¿Supongo? Y menos rojo, estoy segura de eso.

-Bueno- Agregó demostrando que el comentario que osaba causar gracia, no la causó en lo absoluto-. En ese caso, solo me queda decir que algunas cosas cambian con el tiempo- Sonrió - No he sido la excepción, supongo.

* * * *

Todo está casi que terminado para la celebración de los cumpleaños de Milena. Marcos, Joel y Reyna se han encargado de todo. A pesar de tantos cambios durante los últimos meses, sigue siendo una familia que trata de estar unida. Al final ha sido Marcos quién convenció a Reyna de que hicieran del cumpleaños número 50 de su madre, fuesen al menos memorables, un buen momento para volver a estar en familia, cosa que ha infundado siempre en su hogar.

-Papá, en serio tenía que hacer algo importante.

-¿Algo más importante que los últimos preparativos de la importante celebración que tendremos? - Respondió Marcos.

Nube gris en el cielo azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora