Ha repetido la misma canción durante horas, cuatro o cinco para ser exactos. Waiting For The End de Linkin Park se ha convertido en su himno desde que la doctora Kölberg le habló de la curiosa canción.
—Sí, claro. Está perfecto, no tengo ningún problema— Bett estaba al teléfono, quizá hablando con su actual cliente—. Nos puede favorecer de igual manera.
Después de que Ana regresó, Bett le ha comentado sobre su actual cliente, la señora Milena y Marcos...bueno, lo cierto es que no recuerda muy bien su apellido de casados, porque es obvio que están casados y la mujer estará cumpliendo 50 años y acudieron a ella para ser la fotógrafa de la celebración. De lo que no está muy clara y segura es el por qué la mujer participa en los preparativos de su propia fiesta, le resulta raro, pues en su país es un tanto distinto, supone que así es la tradición ahí. De cualquier manera, le ha dicho todo a Ana e incluso le pidió que fuese con ella para ayudarla un poco y demás. Ana ha aceptado, además de mostrarse alegre por el hecho de que Bett haya conseguido un cliente.
Ana seguía proyectando su voz al ritmo de la canción.
—Vale, así será —Culminaba Bett antes de colgar—. Un saludo.
Se queda de pie mirando fijamente a la chica pelirroja. Ésta hace una mueca un poco indescriptible, pero cualquiera se daría cuenta de que ese ritmo le apasiona por muy lejos. Sus ojos adornados por sus pestañas y ojeras están cerrados, sus brazos se mueven de lado a lado y con más entereza hacía la dirección del reloj, sus rodillas algo frágiles tambalean junto con el resto de su cuerpo, en sus labios arrastra la letra de la canción de manera torpe pero armoniosa, Ana disfruta que esa canción retumbe en todo el lugar.
Bett sonríe un poco. Sí, le molesta que haga tanto ruido pero después de no verla durante varias horas y ahora verla así tan plácidamente, le genera algo de calma. Tenerla cerca le genera calma.
—¿Qué miras?— Ana abre sus ojos luego de que culminara la canción.
—No lo sé— Responde Bett- ¿Qué miro?
—No puedes responder una pregunta con otra pregunta.
—Si puedo.
—No. Además ¿Cómo sabría que estás viendo? Son tus ojos.
Bett ríe.
—¿Que te hace gracia?
—Que eres la única persona que no se da cuenta cuándo le están mirando—Responde Bett acercándose a ella.
Ana ríe un poco y deja que se acorte la distancia con Bett— Tenía los ojos cerrados, eso no cuenta.
—Claro que cuenta, lo puedes sentir—Agrega Bett tomándola de la cintura—. Puedes sentir cuándo alguien te observa.
Ana pone sus ojos en blanco durante un segundo y sonríe—Bah, siente esto— La toma de su cintura bajando un poco más y la besa en sus labios.
—Hey. Eso es mío—Reclama Bett a una distancia milimétrica de los labios de su novia, casi como si estuviese hablando con sus labios. Toma las manos de Ana y las sube un poco más del lugar en donde las ha puesto.
—Hace ya unos meses que dejó de pertenecerte— Responde Ana besándola una vez más, y más, y un poco más... Hasta que el beso se hace confortablemente duradero, como si los labios de una alimentara a la otra. Las manos de cada una también se hacían partícipes de su apogeo; recorrían cada centímetro sin dejar espacios vacíos, ya tenían un mapa del cuerpo de la otra en la palma de sus manos. No querían parar, un beso llevaba a otro, una caricia llevaba a otra, dando tropezones por todo el lugar pero sus ojos aún abstentos de abrirse y entorpecer el momento. Decididas a desnudar el pensamiento que tenían por la otra, despojaron de sus cuerpos todo estorbo para sus manos y labios, de alguna manera torpe y poco motriz, pero no había tiempo para la lógica y la coordinación... Solo querían atravesar todo pensamiento, estar en la otra.
El salón era bastante amplio, y la pasión de una por la otra lo era aún más, así que su encuentro y demostración de ello fue inevitable. Aunque verdaderamente un momento así solo significaba más que sexo para una de ellas, quién a esas alturas ya estaba completamente enamorada de quién tenía entre brazos, la tinta ya había tomado forma de letra, los zapatos ya estaban puestos y atados... Se había entregado completamente a ella.
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Nube gris en el cielo azul.
Teen FictionNunca se sabe cuánto tiempo es "para siempre", ni que tan aprueba se puede poner el amor y la amistad, ni mucho menos sabemos de qué manera llegan estos. Reyna y Anahí lo saben bien, y vivirán situaciones en las que tendrán que elegir un solo camino...