Me desperté por la mañana con un dolor de cabeza punzante. Mi celular estaba sonando en algún lugar cercano. Extendí mi mano para conseguirlo, pero no lo podía alcanzar. Me estiré un poco más y logré golpearlo sobre la cama para que lo pudiera responder.
—¿Hola? —bostecé.
—¡Isabela! ¿Dónde diablos estás? Se supone que debemos estar practicando —una voz de hombre gritó enojada. Hice una mueca lejos del sonido y traté de levantarme, pero Julio estaba lo suficientemente cerca encima de mí. Me estaba fijando en mi estómago, el brazo y la pierna echada sobre mí, él estaba usando mi espalda como una almohada. En realidad, era sorprendentemente cómodo.
—¿André? —dije con voz ronca, mirando mi reloj de alarma, pero los números eran borrosos, no los pude distinguir. Cerré los ojos luego los abrí para ver que eran las 8:42 am. ¡Mierda!
—Sí, ¿quién demonios crees que iba a ser? Se supone que estarías aquí a las ocho treinta, Isabela. ¿Vas a venir o qué? —sonaba claramente enojado
—Oh, sí, estoy en camino.
Julio gruñó.
—Dile que es sábado Ángel y estoy cansado —se quejó en mi espalda haciéndome dar risitas.
—Escucha, Isabela, patea a ese pedazo de mierda fuera de tú cama y ¡vente para acá! Tenemos una nueva rutina y necesitas aprenderla —dijo André, sonando divertido ahora, él obviamente había escuchado a Julio.
André era la única persona que sabía que Julio se estaba quedando conmigo, él no sabía la historia completa así como el porqué, pero sabía que lo hacía.
Julio me llevaba a mis prácticas de baile todos los sábados, con resaca o no. Sus dos condiciones eran que yo comprara su almuerzo, y no le dijera mi hermano. Las cuales estaban muy bien conmigo. Guido sabía que yo bailaba, pero nunca me había visto hacerlo, tenía la sensación de que no le gustaría mucho si lo hacía. Julio y André se llevaban muy bien, lo que en realidad me sorprendió al principio, porque yo no hubiera pensado que un machista jugador de hockey sobre hielo podría ser amigo de un hombre abiertamente gay que le gusta llevar algo rosa cada día. Muestra de lo mucho que sé.
—Voy a estar allí en un momento y voy a comprar donas para disculparme, ¿de acuerdo? —le ofrecí dulcemente. No quería que se molestara conmigo toda la mañana, ya que me haría trabajar dos veces más duro.
Suspiró.
—Bien, apúrate.
Me revolví un poco y empuje mi teléfono de vuelta.
—Julio, André dijo que tengo que patear tu culo caliente fuera de mi cama y llegar rápido. —Me reí entre dientes. Él gimió y enterró su cara en mi espalda.
—Maldición, los sábados son un dolor en el culo —murmuró, rodando sobre su espalda. Volví la cabeza para mirarlo, él me estaba dando su sonrisa marca registrada.
—Tu camiseta está levantada un poco allí. ¿Quieres que baje eso por ti? — preguntó, mirando a mi trasero.
Rápidamente tiré mis manos hasta sentir que su camiseta que llevaba puesta, ya se había levantado alrededor de mi cintura, lo que significaba que él tenía una visión clara de mi culo en mi tanga. No sabía muy bien donde estábamos después de anoche, pero creo que tenía derecho a tomarle el pelo un poco. No es como que nunca me había visto en mi ropa interior antes, vio lo suficiente de mí ayer por la noche mientras estaba enferma ¡sólo con mi ropa interior!
—No, gracias. Ya lo tengo. —Salí de la cama y me quité su camiseta, arrojándosela a la cara, así que estaba allí de pie en mi sostén y bragas—. Gracias por el préstamo —le dije con una sonrisa, caminando seductoramente a mi armario, tratando de encontrar algunos pantalones de chándal o algo que podría llevar a bailar, lo oí jadear, a continuación, gemir, en silencio me mordí los labios para no dejar escapar la risa. Los resortes de la cama crujían, de repente, su cálido aliento estaba soplando en mi nuca, por lo que todo mi cuerpo estalló en piel de gallina.
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El Chico de la Ventana - Isulio
Fiksi PenggemarIsabela todavía está emocionalmente temerosa por el abuso que ha sufrido a manos de su padre hace algunos años y Julio dejó de ser un niño fan de los Power Rangers y ahora es un seguro y coqueto jugador que nunca antes ha tenido una novia. Su relaci...