Capítulo 26: Nuevos comienzos

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Llamé a la puerta y contuve la respiración, esperando a que abriera. La puerta se abrió casi de inmediato. Allí estaba, el hombre que me hizo perder a mi bebé, el hombre que está haciendo que mi novio enfrente cargos porlesiones corporales graves. Su cara era un desastre. Él tenía razón; sin duda Julio hizo un buen trabajo. Su nariz estaba vendada e hinchada, casi cada centímetro de su cara estaba rojo y con aspecto inflamado, y tenía dos horribles ojos morados. No podía dejar de estar un poco orgullosa de Julio, sabía que no debería estarlo, pero mi chico era un tipo duro.

Él sonrió.

—Isabela, vamos adentro. ¿Cómo estás? —preguntó cortésmente.

¿Está bromeando? ¿Cómo estoy?

Pasé junto a él e ignoré su pregunta.

—Vamos a prescindir de las cortesías. ¿Qué es lo que quieres para que retires los cargos contra Julio? —pregunté, deseando que mi voz no delatara lo aterrada que estaba.

Sonrió, dio media vuelta y entró en la sala de estar, obviamente esperando que lo siguiera. Tan pronto como estuvo fuera de la vista, le quité el seguro a la puertapara que todo lo que Guido tuviera que hacer fuera abrirla. Luego lo seguí hasta lasala.

Por favor, deja que esto funcione, por favor.

—Toma asiento —instruyó, sentado en el sofá y acariciando el espacio junto a él.

Sabía que tenía que darle por su lado, también sabía que necesitaba mantenerme tan cerca de él como pudiera, así que hice mi camino hacia allí y me senté, girándome en el asiento para estar frente a él y estar lista para correr si lo necesitaban.

—Entonces, ¿de quién es el bebé? ¿O no lo sabes? —preguntó, burlándose de mí.

Podía sentir mi ira y dolor amenazando con desbordarse debido a que estaba hablando de mi bebé.

—Lo perdí gracias a ti. ¿Por qué me golpeaste? —pregunté, tratando de no llorar.

Se rió, sacudiendo la cabeza como si yo hubiera dicho algo estúpido.

—Te lo tenías malditamente merecido —dijo con ira.

—Me golpeaste y me hiciste caer y perder a mi bebé. Es por eso que Julio te golpeó —contesté con toda naturalidad.

—Ese pequeño hijo de puta, siempre fue un problema —gruñó, apretando las manos en puños.

Tragué saliva. ¡Oh, Dios mío, esto no estaba funcionando!

—Fue tu culpa. Fuiste a nuestra casa buscando pelea, querías que esto pasara—incité.

Él asintió con la cabeza; una sonrisa maliciosa se deslizó en su cara.

—Sí, estaba esperando meter a tu maldito hermano en problemas, pero ese mocosos de al lado se lo impidió. Guido siempre fue un problema, incluso cuando eran niños solía ponerse en mi camino —gritó, sacudiendo la cabeza molesto.

—Guido solía impedir que me golpearas. Te detuvo cuando trataste de violarme. ¿Es eso de lo que estás hablando? —pregunté. ¡Oh Dios, por favor responde a la pregunta!

Me miró furiosamente.

—¿Violación? A la mierda con eso, no es violación. Eres mi hija; me lo debías por toda la mierda que tenía que aguantar. Estabas jodidamente madura para la cosecha —afirmó, mirándome lentamente, poniéndome la piel de gallina.

Mi mano se cerró alrededor de mi celular en el bolsillo.

—¿Crees que puedes darles palizas a tu esposa y a tus dos hijos durante años, abusar sexualmente de tu propia hija y tratar de violarme, y eso está bien?—pregunté con la voz quebrada.

El Chico de la Ventana - IsulioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora