Prólogo

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P.O.V JENNIE

Eran las 3:48 am, y papá acaba de llegar a casa. Como todos los días mi madre debería esperarlo despierta o de lo contrario él se enfadará. Pero hoy ha sido un día muy largo para mamá ella está enferma y aún así tuvo que ir a trabajar así que en cuanto llego a casa, le exigí que se fuera a la cama.

—Mamá no te preocupes, no dejaré que te haga nada.le prometí cuando la vi dudar.

Sabía que ella se preocupaba por mí, pero papá jamás me pegaría, al menos no desde aquella noche hace siete años, él no podía hacerme nada, porque si lo hacía su trato se iría al traste.

Yo tenía dieciséis años cuando mi padre me "vendió" a cambio de dinero y drogas. Debía muchísimo dinero y su adicción se volvía cada vez peor. Marcos Manoban, tiene una gran fortuna que no venía solo de negocios, por supuesto que se dedicaba a hacer cosas ilegales, como vender drogas y dar préstamos de vez en cuando. Pues bien mi padre le pidió un préstamo y algunas drogas, mi padre obviamente no pudo devolver nada de todo aquello. Marcos unos meses después vino a casa con algunos de sus hombres para reclamar su dinero. Mi padre intentó huir pero lo atraparon antes de que pudiera salir por la puerta trasera. Mamá y yo no entendíamos nada de lo que estaba pasando. Marcos lo notó, notó el miedo en mamá y en mí, seguro que también notó las marcas de los golpes que empezaban a desvanecerse en nuestros brazos y piernas, pude ver su mirada compasiva, pero claro, la compasión no le regresaría su dinero.

—Señor Manoban. —habló mi padre con el labio roto y la nariz fracturada, estaba arrodillado ante Marcos. —N-no tengo el dinero... yo haré lo que sea, pero por favor no me mates. —se echó a llorar.

Marcos suspiró.

—Te lo advertí, sabía que no podrías delvolverme lo que es mío y aún así seguiste adelante, tú te lo has buscado amigo mío.

—¡Por favor señor esto es todo lo que tengo! —gritó mi padre desesperado mientras señalaba nuestra pequeña casa. Yo quise marcharme pero mi mamá me pidió que no me moviera. Mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Mi padre nos miró a mi madre y a mí— Señor se lo suplico mi familia depende de mi.

¡Mentiroso! Le quise gritar pero mi garganta estaba cerrada por el miedo.

El señor Manoban volvió a mirarnos a mi madre y a mí.

—Permíteme que lo dude. —dijo. —Se la clase de hombre que eres, Jerry. Los hombres como usted sois una lacra que no sabe apreciar a su familia. Tengo una hija ¿sabes?

—S-si, he oído un par de cosas sobre ella.

—¿A que te refieres? —Marcos se acercó amenazadoramente ha mi padre.

—Señor... algunas personas hablan —mi padre trago nervioso— ellos dicen que su hija, que ella tiene...

—Cállate —murmuró Marcos con los dientes apretados.

—Perdóneme, perdóneme señor, yo lo respeto muchísimo, toda mi familia lo hace ¿verdad que si? —mi padre se volvió hacia nosotras y mi madre y yo asentimos sin dudarlo, solo queríamos que aquello terminara. —Yo le pagaré señor... mi hija, mi hija se casará con la tuya, he oído que usted está preocupado de que su hija no consiga nunca a alguien que la quiera. Mi hija lo hará ella es muy buena con todos ¿no es cierto Jennie?

Esta vez yo negaba sin parar mientras mi madre me abrazaba con todas sus fuerzas y lloraba en mi hombro.

—Pobre chica, tú propio padre, vendiéndote a cambio de dinero y drogas.—los ojos de Marcos mostraban verdadera compasión. —Está bien. —respondió después de lo que parecieron años para Jennie. —Acepto su trato, cuando mi hija cumpla veinte años, si ella no ha encontrado a la chica ideal, se casará con tu hija. —Marcos me miró. —Te prometo que en mi casa nadie te pondrá un solo dedo en cima chica.

Yo había estado conteniendo la respiración, y después de aquellas palabras me desmayé por falta de aire.

Desde aquel día mi padre nunca más se atrevió a pegarme, pero lo hacía mucho peor porque lo pagaba con mi madre, y yo sufría el doble por ella.

Escuché a papá tropezar en la entrada un par de veces. Me levanto de la cama y salgo de mi habitación.

Papá estaba tirado sobre el sillón su brazo sobre sus ojos. Recé por qué estuviese lo suficientemente borracho o drogado como para que no despertara hasta mañana, cuando ni mamá ni yo estemos en casa. Pero no tengo tanta suerte.

—¿Donde está tu madre? —preguntó arrastrando las palabras.

—Está dormida, ha estado enferma así que le dije que se fuera a la cama cuando llegó de trabajar.

—¡¿Por qué?! —gritó. —¡¿Quién me preparará ahora mi comida?!

—Yo lo haré. —contesté resignada y acostumbrada a sus gritos.

—Eres una basura. Con por suerte el señor Manoban llamó ayer, te irás dentro de dos días y no te tendré que volver a ver jamás.

Yo me congelé en el sitio al escucharlo.

—¿Que has dicho? —pregunté con la voz temblorosa.

—Esa chica rara... —habló él, casi no se le entendía— dice que se casará contigo.

Yo ya lo sabía, sabía que esto podía pasar, no me iba a mentir diciendo que tenía la más mínima esperanza de que hubiese encontrado a alguien más, que se hubiese enamorado de alguien, y que tanto el señor Manoban como mi padre se olvidaran de aquel estúpido acuerdo. Pero si Lalisa (así se llamaba, la había investigado) no hubiese querido casarse con ella entonces papá tendría que pagar la deuda con dinero, y eso es algo que no tenemos.

Intenté tranquilizarme mientras cocinaba para papá. Ya había planeado aquello perfectamente, después de todo, había tenido siete años para pensar en ello. Lo haría, se casaría con ella, pero a cambio le pediría que le comprara una casa lejos de aquí, lejos de su padre donde pudiera llevarse a su madre con ella y mantenerla a salvo de su padre abusivo. Después de todo, ya todos sabíamos cómo funcionaban esa clase de matrimonio, las personas ricas pueden permitirse vivir en casas separadas, con que se dejasen ver en público bastaba. Y con ese pensamiento me tranquilicé.

𝐄𝐒𝐏𝐎𝐒𝐀𝐃𝐀𝐒 | Jenlisa [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora