𝐄𝐒𝐏𝐎𝐒𝐀𝐃𝐀𝐒 | Jenlisa [G!P]

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P.O.V LISA

No lograba concentrarme en el trabajo, lo cual era raro porque el trabajo siempre lo ha sido todo para mí. Pero hoy no podía pensar en nada más que en Jennie. A media mañana terminé por darme por vencida y regresé a casa, practiqué algunas cuantas coreografías pero hoy parecía que nada me salía bien, así que finalmente fui a nadar un rato. El agua siempre me relaja, hace que la cabeza se me despeje, y después de unos cuantos largos ya me sentía mejor, y había tomado una decisión, le demostraría a Jennie que me importaba, y que su madre la quería. Nunca debí haber dicho aquellas palabras, sus ojos habían estado tristes desde entonces, y no me había vuelto a hablar.

Me duché y vestí y voy a visitar a la madre de Jennie. Cuando llego no hay nadie en casa, por suerte me topo con uno de sus vecinos y me informa que está trabajando en una cafetería cercana. Cuando la encuentro la veo tras un mostrador atendiendo a los clientes, a pesar de estarles sonriendo se le notaba la tristeza en sus ojos, al igual que Jennie, de hecho Jennie era igual que su mamá, ambas eran preciosas, la mamá de Jennie tenía el pelo negro y corto, hasta la altura de las orejas más o menos, sus ojos estaban enmarcados por algunas arrugas y ojeras, estaba segura de que si la señora Kim no tuviese que aguantar los disgustos y las desilusiones de su esposo su aspecto sería mejor, pero aún así seguías viendo lo bella que era. Cuando ella me ve su falsa sonrisa se cae, sin importarme su desagrado contra mí me dirijo a ella.

—¿Qué estás haciendo aquí? —su rostro de pronto se palidece—¿Le ha ocurrido algo a mi hija?

—No... —la tranquilizo—. Jennie está bien, pero... ella te necesita, necesita saber que la única persona importante en su vida está bien. He venido a proponerle algo...

—Sí vienes a ofrecerme dinero...

—No voy a ofrecerle dinero. —la interrumpo—. Vengo a pedirle que venga a vivir con nosotras...

—Ya tuve esta conversación con mi hija, y no pienso volver a tenerla contigo.

—Se que no quiere abandonar a su marido, y no le pido que lo haga... Pagaré una clínica de desintoxicación para su esposo, y usted podrá ir con su hija.

—¿Por qué harías algo así?

—Por Jennie, ella la extraña, se sentirá más feliz si usted está con ella.

—No me fío de ti, he recibido muchos golpes en esta vida como para saber que nada es así de fácil. ¿Cual es la trampa? ¿Controlarás a mi hija? ¿No la dejarás ser feliz?

—Al contrario, señora Kim... lo único que quiero es que Jennie este feliz. Y creo que todos serán más felices si su marido se recupera de su enfermedad.

—Él no está...

—Lo está, señora Kim, todas las personas con adicciones están enfermas, pero se pueden recuperar, déjeme ayudarla, déjame ayudarlas, a usted y a Jennie. Solo le pediré un favor...