Siempre juntos

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La regia belleza diurna de la biblioteca se transformaba de noche en algo diferente. La Sala Astor, iluminada suavemente por unos candelabros de reminiscencia romana, era un majestuoso espacio de mármol blanco y espectaculares sombras. _________ apenas la reconoció, preparada con mesas redondas formalmente arregladas para los doscientos cincuenta invitados, como el lugar que había atravesado a diario. Cogida del brazo de Ignazio, se dijo que no debería sentirse incómoda por estar allí. No era la misma mujer que había subido la escalera con los ojos abiertos como platos en su primer día de trabajo. En algunos aspectos, ni siquiera era la misma mujer que Carlotta había despedido hacía dos semanas. Con cada día que pasaba, el amor de Ignazio -y ahora sabía que era amor más profunda y claramente de lo que jamás había sabido nada- estaba ayudando a moldear una nueva versión de sí misma que nunca había soñado que pudiera existir.

-Estos eventos son mucho más tolerables cuando te saltas la hora del cóctel -le comentó él, guiñándole un ojo.

Con su esmoquin negro, era toda una aparición, la personificación de la belleza masculina. _________ le sonrió. Gracias a los Louboutin que llevaba, casi le llegaba al nivel de los ojos. Sin embargo, Ignazio no tuvo ningún problema en besarle el pelo, que era lo que estaba haciendo cuando un fotógrafo de la revista New York les hizo una foto. La atención de los medios la sorprendió, pero intentó ocultar su reacción.

-Será mejor que te acostumbres -le dijo Ignazio, pero ella no tenía ni idea de qué había querido decir con eso.

Sin duda, allí habría objetivos más valiosos para los fotógrafos. Justo en el otro extremo de la estancia, vio a un grupo de jóvenes famosos de Manhattan, el actor Ethan Hawke (mono y vagamente desaliñado, pero más mayor en apariencia de lo que ella había creído), Julianne Moore (deslumbrante con un vestido de seda color amatista) y Adam Levine, el cantante de Maroon Five. Con su chaqueta de esmoquin y los tatuajes tapados parecía un chico normal de Nueva York. Lo único que indicaba su estatus de estrella era la esbelta pelirroja que llevaba cogida del brazo, a la que ________ reconoció del anuncio de ropa interior Calvin Klein en una valla de Times Square.

Agradeció que Ignazio la hubiera convencido de que se pusiera el espectacular vestido Gaultier. Si se hubiera puesto algo inferior, se habría sentido como el patito feo entre los cisnes.

Por costumbre, sus dedos tocaron el colgante con el pequeño candado de oro que llevaba bajo el cuello de encaje. Recorrió la estancia discretamente con la vista, preguntándose cuándo se encontraría con Carlotta y temiendo que llegara el momento. Pero en lugar de ver a su Némesis, quedó encantada al descubrir a Margaret, que estaba charlando con uno de los nominados al premio y que estaba muy elegante con un vestido negro largo y un impresionante collar de grandes perlas al cuello.

Vio a ________ casi al mismo tiempo que ella y se excusó para acercarse.

-Qué sorpresa tan agradable -exclamó Margaret.

-Creí que dijiste que no vendrías -comentó ella, a la vez que apoyaba una mano en el hombro de la mujer.

-Oh, había planeado no hacerlo. Pero en vista de mi retiro, van a darme una especie de premio y habría sido de mal gusto no aparecer. -Se volvió hacia Ignazio y le dedicó una cálida sonrisa-. ¿Cómo estás, Ignazio? Como siempre tan elegante... y cada año que pasa te pareces más a tu madre. Sé que estaría muy orgullosa de tu trabajo aquí.

________ apretó la mano de él, preocupada por cómo se tomaría el comentario. Pero le bastó lanzar una mirada a su rostro para ver que, lejos de disgustarle, esas palabras lo habían hecho ruborizarse de felicidad.

-Ahora, si me disculpáis -se excusó Margaret-, aún tengo que encontrar a un camarero que me ofrezca una copa de vino blanco en vez de algún ridículo cóctel.

La Bibliotecaria (con Ignazio Boschetto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora