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Con todos los documentos de la adopción listos, un montón de artículos para la nueva reina de la casa y mucha comida de perros ya estaba lista para despertar a Min YoonGi y emprender el camino de vuelta pero un suceso no previsto arruinó mis planes.

Lluvia

Pero no era la típica llovizna que amenazaba con resfriarte si caminabas por las calles sin protección, para nada, era un diluvio lo que estaba callendo ahí fuera, con truenos incluídos de regalo, perfecto.

–Hoy nos quedamos aquí, voy a llevar a los perros junto con los demás y ya partiremos de regreso en la mañana– Dijo YoonGi mientras se dirigía a la parte de atrás con Holly siguiendo sus pasos.

Antes de que llegara a salir agarré su brazo haciendo que se girara hacia mí –No sé si lo recuerdas pero mañana tenemos clase en la mañana, así que no podemos dormir aquí– Le recordé de mala gana, no tenía intenciones de manchar mi expediente con una falta por una causa tan tonta.

–A ver cómo te explico, niña aplicada, afuera de está callendo el cielo, manejar en ese estado no es recomendable y menos por esta zona, así que te aguantas o vuelve a pie tú sola– Me respondió con su petulante tono que tanto odiaba.

–Muy bien, pero que sepas que lo hago porque no me queda otra opción.– Hice un pequeño puchero y lo seguí hasta la zona donde dormían todos los perros y dejé a Kingkan junto a Holly en una de las camas que allí habían.

Una vez de regreso con KyungHe, fuimos guiados hasta un pequeño cuarto en el segundo piso del lugar, al fondo de un largo pasillo. No era una habitación lujosa pero tampoco estaba en malas condiciones, estaba en perfecto estado a pesar de que se notaba la falta de uso que se le daba. Los únicos muebles dentro eran una cama en la que a penas y podíamos dormir nosotros dos sin necesidad de estar todo apretados y dos mesitas a cada lado de la cama con unas pequeñas lámparas que eran las que brindaban iluminación al lugar. Un pequeño baño al fondo y una ventana que daba al patio donde suponía sacaban a los perros para que tomaran el sol, jugaran e hicieran sus necesidades.

–No sé si sea de tu agrado el cuarto pero es todo lo que puedo ofrecer– Dijo ella en un tono de disculpas refiriéndose a mí.

–Oh, no, tranquila, es un lugar agradable, además, no estoy para criticar nada cuando estás siendo tan buena con nosotros.– Una sonrisa salió de sus labios y paso su mano por mi hombro.

–Yoongi, hijo, ya sabes dónde están todas las cosas, descansen y no se preocupen, ya para mañana el cielo estará despejado– Y luego de volver a sonreír hacía mí salió del cuarto cerrando la puerta tras ella.

Ví como YoonGi se dirigía al armario y sacaba de allí unas cuantas mantas y una toalla que se pasó por sobre los hombros para luego perderse dentro del baño, no sin antes murmurar que se iba a dar una ducha porque estaba repleto de pelos de Holly.

Podía sentir el agua de la regadera caer y yo me dispuse a buscar en el armario algo que pudiera usar para dormir, puesto que la ropa con la que andaba no era muy cómoda y como no encontré nada me quedé con la opción de dormir en bragas.

Ya estaba casi lista, solo faltaba sacarme el brasier pero el tacto de sus manos me detuvo, dejando que fuera él quien completara la tarea. Sus dedos recorrieron toda mi espina dorsal y se abrieron paso hacia mis caderas, frotándome contra su pecho desnudo.

–Que te pareció mi familia?– Una risa floja salió de sus labios que fueron directo a besar mis hombros desnudos

–Muy gracioso Min YoonGi, excelente broma, me hizo mucha gracia– El sarcasmo en mi tono de voz era más que evidente, pero no más que la excitación evidente que causaban sus toques en mi piel, cada roce quemaba y se sentía maravilloso

–Sabes que no te va a hacer gracia pequeña Yiren? El hecho de que mañana no vas a poder caminar de lo duro que te voy a follar–

Escuchar sus palabras y sus exitantes amenazas fueron la gloria para mí. Él, con esa brusquedad que lo caracterizaba, me lanzó hacia la cama bocabajo, ordenándome que levantara solo mis caderas del colchón. La toalla que rodeaba su cadera calló al piso y ahí fue cuando supe que sus promesas no eran dichas en vano. Yo solo esperaba que el ruido no se sintiera en toda la casa.

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