capítulo 13

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Belia 

Ha pasado un buen rato desde que José entro a revisar a conejito. Estaba a punto de entrar a la Habitación, pero este aparece en mi campo de vista, lo miro alzando una ceja para que empiece a hablar.

—Está bien, aunque hiciste algunas cosas mal — me habla rascándose la nuca.

—Lose. No soy médico y tampoco estudio esa mierda. Hice lo que pude— Hablo con enfado, mirándolo directamente a los ojos.

—La deje durmiendo y creo que tiene hambre— me sonríe de lado, si no trabajáramos juntos, lo golpearía por ser tan entrometido.

—También lose, ahora vete.

Otra cosa, sobre el trabajo — me mira con seriedad—. Tienes pelea mañana, y ya terminé con lo de matteo.

—Madame la información, y espero que no cometieras ningún error— me mira con seriedad y se da media vuelta yéndose de la cabaña.

Saco mi teléfono y le mando un mensaje al maldito mastodonte para que mañana me remplace. No iré a la maldita pelea dejándola sola en este lugar.

Ya son las siete de la tarde, he estado trabajando todo el día en la maldita computadora, decido tomar un descanso e ir a ver como esta conejita, además ella no ha comido nada. Entro a la habitación y ella esta sentada en la cama mirando a un punto muy concentrada.

—¿En qué tanto piensas conejito? —hablo agachándome frente a ella, esta tensa y no a despegado la vida de donde estaba mirando—¿Tienes hambre?

—S....si...

—No se cocinar, pero intentare hacer algo—hablo mirándola a la cara, ella no me devuelve la mirada, pero en sus ojos noto cierta diversión—. Se que quieres reírte por mi intento de desayuno, pero no lo hagas—hablo fingiendo enojo, frunciendo el ceño y de inmediato veo como ese trasto de felicidad se borra, suspiro y me levanto para retirarme, pero ella me detiene con sus manitos.

—Si quieres, puedo cocinar yo, no quiero decir que co...— antes de que termine su oración la interrumpo y ella cerrando sus ojos con fuerza soltando un suspiro.

—bien, vamos—iba a tomarla, pero ella abre sus ojos y me lo impide.

—José, dijo que puedo caminar.

—No te creo.

—Es verdad.

Inténtalo — la miro con enojo y retrocedo un poco, ella se para y camina lentamente hasta la puerta.

—A tu paso llegaremos mañana— me burlo de ella y me mira con un enfado que da ternura.

Ha pasado medio hora desde que empezó a cocinar, tiene su nariz manchada con harina y que decir de las mangas de la playera que lleva, se ve realmente adorable, y me divierte como parece tan concentrada en lo que hace.

—Ya está—habla con una sonrisa en su rostro que de inmediato se desvanece al verme observándola desde mi asiento.

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