XXXII. ☆ Reconciliación ☆

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Los dos días siguientes en Midwest fueron terribles en cuanto a Marco y a mí

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Los dos días siguientes en Midwest fueron terribles en cuanto a Marco y a mí. Me evitaba, me ignoraba, si me veía cerca prefería alejarse y en el par de ocasiones en que nuestras miradas coincidieron me frunció el ceño, como si quisiera dejar claro que seguía molesto.

No me atreví a acercarme más o a insistir porque aparte de que sentía que él necesitaba ese espacio, no me veía capaz de decir algo que quitara la culpa de mis actos, simplemente no había justificación válida.

Solamente Beth sabía lo que había sucedido entre nosotros y aunque estuvo ahí para escucharme y darme apoyo, nunca negó el hecho de que estaba del lado de Marco y que ella también se enojaría si alguien le decía todo lo que yo le dije a él.

Luego de nuestra discusión recapitulé cada segundo de esa conversación y en cada vez solo lograba hallar más y más razones para que me odiara, lo cual me daba menos motivos para intentar buscarlo. Mi temor de siempre desde que lo conocí era herirlo y lo había hecho prácticamente desde antes de sentir algo por él, antes de que me diera cuenta.

Cuando el sábado llegó me sentía terrible porque no lo vería ese día y porque él seguía muy molesto conmigo. Por más que intentara no podía disimular lo afectada que me sentía y Ray lo notó cuando llegó a visitarme en la tarde a mi habitación.

—Llevas un par de días apagada. ¿Qué pasó con Marco?

El que asumiera de inmediato que el problema era con él solo daba fe de lo importante que era Marco para mí, tanto que Ray podía adivinar la verdad al primer intento.

Yo estaba recostada en mi cama sobre mi costado, observándolo de lado, ya que él estaba sobre la silla de mi escritorio. Me escuché suspirar, sentí los ojos pesados y las ganas de llorar se avecinaban muy lejanamente.

—Creo que me odia.

—¿Por qué?

—Le conté que me colé en sus sueños. Me odia porque cree que lo he manipulado como a una marioneta.

Ray puso un gesto de confusión.

—Qué tontería.

—No, Ray, tiene razón. ¿Nunca te has puesto a pensar en que manipulamos a los humanos por costumbre sin pensar que eso está mal? Ellos son personas, no juguetes, pero si queremos les hacemos creer lo que sea, les borramos memoria, les damos recuerdos falsos. ¿Qué nos da el derecho de hacer eso?

Ray tardó varios segundos en contestar, seguramente cavilando en que nunca se lo había planteado porque al igual que yo —y que la mayoría de brujos, supuse— nunca le vio contras a ese tipo de habilidades.

—No lo sé. Nunca me lo he cuestionado, solo es algo que sé hacer y que hago sin pensármelo mucho.

Guardé silencio; el tono de Ray no indicaba que fuera a sentir culpa de ahí en adelante o que fuera a pensar en lo que en realidad hacía, pero al menos fue honesto al responder. Suspiré otra vez, ahora sin enfocar nada en particular, pero sentía la mirada azul de Ray en mí.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora