Azul y Rosa

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Priscilla

La verdad no tenía mucha ropa deportiva, pero algo tenía. Antes me gustaban mucho los deportes pero luego no encontré nadie con quién practicar y pues tengo mucho tiempo que no hago ejercicio ni deportes.

Encontré una camiseta deportiva fucsia de tirantes, y un pantalón deportivo negro hasta las rodillas. Recogí mi cabello en una coleta alta.

-Hola familia -Creía que Adrián y Christina estarían ahí, pero no estaban. Supuse que salieron a resolver las cosas para venir a la ciudad.

-Woa Priscilla, hace tiempo que no veía que hacías ejercicio -Mi mamá lucía sorprendida, que ofensa. - ¿Cómo ocurrió el milagro?

-Efraín me invitó a correr, mamá.

-Yo sabía cariño -Habló mi papá mirando a mamá- Yo sabía que ése chico le hacía bien a nuestra bebé.

-¡Papá! - Le dije dándole un golpe en el brazo a lo que él me lo devolvió - Y no lo apoyes mamá.

-Claro que lo voy a apoyar hija, él tiene razón, Efraín es muy bueno para ti, mira, te ayuda a hacer ejercicio, es cristiano... -Interrumpí a mamá antes de que siguiera enumerando las cosas buenas de Efraín, como si no lo supiera.

-Lo sé mamá. Y gracias por decir que también soy buena para él - Dije sarcásticamente- Además, no somos novios. - En eso escuché que sonó el timbre y fui a abrir, como esperaba, era Efraín.

-Hola Efraín -Saludé abrazándolo.

-Hola, princesa.

-Efraín, mi niño ¿Cómo estás? -Se acercó mi mamá también para abrazarlo.

-Muy bien señora Priscila ¿Y usted?.

-Igual hijo -Ahora nos miró fijamente y después a mi papá -Mira que lindos están cariño.

Me fijé en que íbamos azul y rosa -Bueno, yo estaba rosa fucsia-  Él llevaba una camiseta deportiva azul con un pantalón negro que le llegaba hasta los tobillos.

-Ya nos vamos. Adiós papá, adiós mamá.

***

-Y... ya...No puedo- Dije entrecortadamente poniendo mis manos sobre mis rodillas, casi no podía respirar.

-¿Te quieres sentar?- Asentí sofocadamente y él me ayudó a sentarme en una banca que estaba cerca. Se sentó al lado mío.

-Soy una debilucha, tenía tiempo que no corría. -Ya mi respiración se estaba regularizando -Y tu estás como si nada, en verdad me has superado.

-Es que he estado haciendo mucho ejercicio últimamente.- Me recosté de su hombro y nos quedamos así un rato. Levanté la mirada y él me miró fijamente, estábamos acercando nuestros rostros cuando sentimos un pelotazo. ¡Auch!

-¿Estás bien?-Le pregunté a Efraín poniendome de pie ya que la pelota lo había golpeado más a él que a mí.

-Sí, no la lanzaron tan fuerte-Rió-¿Quieres qué sigamos corriendo? -Asentí.

-Ahora puedo aprovechar que estás noqueado para ganarte -Me fui corriendo y cuando creí que ya se había quedado atrás sentí sus brazos rodeandome - ¡Oye! Eso es trampa.

-No es trampa, al parecer no corres tan rápido, pues pude alcanzarte. -Dijo burlándose de mí.

-Sí, pero ya puedes bajarme -Cuando me bajó me volteé para verlo -En vista de que no te ganaré, al menos no hoy, creo que ya podemos irnos ¿No?.

-Sí, ya has sufrido mucho por hoy -Dijo dándome palmadas en la cabeza por lo que lo miré mal- Vamos, no te enojes. -Me abrazó por el hombro y así nos fuimos caminando.

Aunque nuestra amistad era extraña, ambos amabamos que fuese así, sentíamos que era única. Me preguntaba si algún día pasaría de una simple amistad.

***

Hoy algunos jóvenes de la Iglesia nos juntaríamos e iba conduciendo camino a casa de Camila, allí nos reuniríamos

Toqué un par de veces la puerta y vi como salió la madre de Camila.

-Priscilla, cariño, Dios te bendiga- Nos saludamos con un abrazo -Puedes pasar, los chicos están en el sótano.

-Está bien, gracias. - Me guió hasta el sótano, que la verdad era un sótano muy moderno, vi a todos los chicos sentados en el piso- Hola chicos, disculpen si llegué tarde.

-No te preocupes Priscilla, llegas justo a tiempo. Vamos, siéntate. -Me incluí en la ronda que estaba formada en el piso.

A los pocos minutos vi como llegaron Efraín y Esteban. Todos se pararon a saludarlos, algunos no sabían que ellos estaban en el país.

Pasamos un rato charlando, comiendo pizza, leyendo la Biblia, escuchando música, y bromeando. Y llegó el momento de hacer lo que siempre hacíamos en nuestras reuniones.

-Bueno, aquí está el piano. Sólo falta alguien que cante y alguien que toque el piano ¿Quién se ofrece? - Camila miró entre todos nosotros- Como nadie se ofrece pues elegiré yo. Priscilla, tú vas a cantar -Sí, señora. Siguió examinando hasta que volvió a elegir - Efraín, tú tocarás el piano.

Ambos nos pusimos de pie y caminamos hasta el piano, Efraín se sentó frente al piano y yo estaba frente a él, recostada ligeramente del piano. Nos pusimos de acuerdo en la canción y empecé a cantar y él a tocar.

-Nuestros corazones... Insaciables son, hasta que conocen a Su Salvador - Ahora empezamos a cantar los dos - Tal y como somos nos amó, hoy nos acercamos sin temor - Y ahora todos -Él es el agua que al beber, nunca más tendremos sed, Jesucristo basta, Jesucristo basta...

Al terminar todos -Incluyendome- Estábamos aplaudiendo y todos continuamos cantando, después alguien trajo una guitarra, y así continuó la noche.

Era tan hermoso estar así, unidos.

***

Ésta última parte me hizo recordar a mis amigos de la Iglesia  (Empecé a ecribir el libro en cuarentena, y ésta nota también)

La canción se llama 'Jesucristo basta" de Un corazón.

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