Décimo día: ¿Sabes cuánto mide el planeta?

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Hoy era un día nuevo y completamente renovado para Yerin. Tenía muchas cosas que pensar en sí, su mente últimamente era un caos por tantas cosas.

Esa mañana Eunbi tuvo que salir temprano a la empresa de su padre, así que decidió ir a la casa que antiguamente compartía con Yuna.

El taxi paró en frente de aquella casa color violeta. Aún podía recordar el día en que Yuna y ella la rentaron. Ahora no sabía que podía hacer.

Entró a la casa observando el lugar dentro de este. Primero estaba la sala donde mágicamente Yerin sonrió al recordar todo lo que pasó con Yuna; luego se dirigió a la cocina viendo que aún seguían ahí los imanes de un pato y un perrito que compraron para decorar la refrigeradora. Paso la yema de sus dedos por este recordando todo.

Se dio cuenta de la realidad: Yerin era una hija de puta.

Jugar con fuego era lo peor del mundo.

Lágrimas se asomaron por sus ojos al recordar todo. Sinb siempre fue su amiga y su primer amor. Vivieron juntas desde niñas y prácticamente se podría decir que eran como hermanas, todo cambio en el colegio cuando los gestos amables tomaron doble sentido y los besos en las mejillas pasaron a ser besos fogosos y hormonales.

El instituto fue peor, descubriendo cada parte de sus cuerpos y experimentando cosas que no sabían que podían sentir.

La universidad ni que decir, ambas llevaban una relación demasiado envidiable para la vista de los demás.

Todo cambio cuando conoció a Yuna. Cuando Sinb comenzó a tomar cargos más responsables en la empresa de su padre dejo a Yerin a un lado haciéndola sentir miserable. Tuvieron discusiones demasiado fuertes y el hecho de romper había pasado por su cabeza muchas veces. Yuna apareció en el momento indicado pero erróneo al mismo tiempo. En una noche de borrachera después de un examen victorioso de Yerin, las copas de más la hicieron flaquear y cometió quizás el peor error de su vida. Se acostó con Yuna. Sinb las encontró y se armó una escena indigna de relatar.

No tuvo más remedio que aceptar la realidad, era el fin de su relación con Sinb.

Un mes después se encontró de nuevo con Yuna y comenzaron a pasar tiempo juntas, los sentimientos surgieron y oficializaron su relación. Rentaron la casa para su convivencia y vivieron felices hasta que Sinb volvió a su vida.

¿Que no se sentía mal? Yerin se sentía de la mierda. Había engañado a Eunbi con Yuju y ahora engañaba a Yuna con Sinb. Era la peor persona del mundo.

Se percató del celular en su mano y vio de nuevo el lugar. Como buena persona al menos debería comunicarse con Yuna para saber de su bienestar propio. Era lo mínimo que debía de hacer porque había aceptado la sucia realidad.

Siempre estuvo enamorada de Sinb y uso a Yuna para poder olvidarla. Era la cruel realidad.

Marco su número en menos de veinte segundos. Se escucharon algunas timbradas antes de que conteste.

—Yerin.

—Yuna.

Un silencio se mantuvo en la línea, ninguna sabía cómo empezar la conversación.

— ¿Cómo estás en Japón? —Se dignó a hablar Yerin rompiendo el silencio.

—Todo está bien. Ya es el tercer día que estoy aquí y comienzo a acostumbrarme al cambio y a la exigencia de mis jefes. Discúlpame si no te pude llamar, realmente al salir de trabajar no hago otra cosa que no sea dormir.

—Entiendo, entiendo. Seguramente es muy difícil.

—Lo es, bueno. ¿Cómo te fue en tu último parcial?

Treinta días para recuperarte | SinrinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora