Os quiero.

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El tiempo parecía pasar sin siquiera darme cuenta. Las horas con él eran un suspiro placentero que mis pulmones emitían en constante armonía. Proebe se había hecho a mí rápidamente y yo a ellos como si lleváramos toda una vida juntos. Parecíamos estar predestinados.
Nunca había sido tan feliz.
Christian y Proebe lo eran todo para mí.
A pesar de haber pisado el turbo en nuestra relación en un principio, aún esperábamos el momento adecuado para formalizarlo ante nuestros padres. Y lo haríamos muy pronto.

- ¡Nena, ya estoy en casa! -grita al entrar y me quedo mirándole frunciendo los labios.

-Me estás viendo, Christian, ¿por qué gritas eso siempre que entras? -digo frustrada y él se ríe casi con inocencia.

-Ya lo sabes -dice y me dedica esa mirada suya tan traviesa.
Le encanta decirme eso cuando entra porque le encanta que yo esté aquí cuando llega de trabajar.
Deja su maletín en el suelo y se quita la americana y la corbata viniendo hacia mí y se sienta a mi lado en el sofá y me abraza besándome la cabeza.

-Es temprano. ¿Qué haces ya aquí?

-He venido para cuidarte. ¿Estás mejor?
Hago un puchero y niego.

-Me siento fatal -digo y él me besa la frente.

-No tienes fiebre. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Hay algo que quieras?
Me acurruco en su cuello.

-Dile a Luke que vaya a mi piso y me traiga mi pijama de pelo suave celeste con nubes blancas. Quiero algo suave y calentito que acariciar.

-Nenita, llevas viviendo aquí un mes. Proebe y yo te adoramos y no vamos a dejar que te vayas jamás. ¿Por qué algo tan importante como un pijama de pelo suave celeste con nubes blancas no está ya aquí en, "tú casa"?
Sonrío un poco.
-Este fin de semana es la fiesta previa a la boda y mis padres se mueren por conocerte. Mia ha invitado a tu madre que también está deseando que lo hagamos oficial. ¿A qué estamos esperando? -dice acariciándome el pelo y me vuelve a besar la cabeza.

-A qué me recupere, Christian. No voy a conocer a tus padres estando enferma.
Se ríe.
Las puertas del ascensor se abren y Proebe entra como una tromba.

-¡Aguja, ya estoy en casa! -grita igual que su padre y yo suspiro pero sonrío al oír el apodo cariñoso que me ha puesto.

-Si no lo decís no me entero -digo desganada por el malestar de mi cuerpo y ella ríe un poco.

- ¿Qué haces tan pronto en casa? -pregunta Christian.

-Le he pedido al señor Cooper que me hiciera el examen en la hora del almuerzo para poder saltarme la última clase y venir a ver a Ana -dice y tira la mochila al lado del maletín de su padre y viene hacia mí con una caja en las manos. Esos vaqueros ajustados le hacen unas piernas muy delgadas y su talla de sujetador ha vuelto a disminuir. Sus mejillas parecen saludables con el colorete pero se le empiezan a marcar los pómulos.

-Te he traído los chocolates que te gustan -dice sentándose a mi lado y me abraza.

-Qué zalamera -murmura Christian y ella le saca la lengua.

-Lo dice porque no te ha traído nada -dice ella y me besa la mejilla.

-He venido yo en persona, listilla -dice indignado y Proebe se ríe.

Corazones abiertos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora