Corazones abiertos.

Soltero codiciado.

Subo en el ascensor hasta mi estudio con una estúpida sonrisa dibujada en los labios.
En mi planta hay un estallido de gente de un lado hacia otro y todos me saludan amables.
Hanna, mi asistente viene hacia mí corriendo y cuando llega a mi lado entrecierra los ojos.
Es una chica muy guapa, morena de pelo y piel, con unos increíbles ojazos color miel. Siempre va impecablemente vestida con trajes sobrios, menos los viernes que se viste más sexy y rompedora para salir después del trabajo a comerse el mundo.
Lleva un precioso vestido blanco, seguramente escotado por la espalda pero que ahora mismo tapado con una elegante americana negra.

-Qué buena cara tienes -dice incrédula pero con una sonrisa cómplice -. ¿Qué hiciste anoche? -dice bajando la voz y codeándome el brazo.

-Bueno, fui a un bar nuevo a tomar algo con Kate y conocí al hermano de Mia Grey.
Abre la boca perpleja.

-¿Cuál? ¿Elliot o Christian?
La miro con los ojos de par en par.

-¿Los conoces? -pregunto con recelo sobre lo que mi siempre bien informada asistente pueda contarme de Christian.
Se echa a reír.

-Todo Seattle, jefa. -Y es entonces cuando bajo en caída libre la vertiginosa caída de mi nube-. No pongas esa cara, Ana. Christian Grey es el soltero más codiciado de Seattle, el más importante magnate en los negocios de todos los puñeteros Estados Unidos de America. Y Elliot es vicepresidente de su empresa. Grey Enterprises. De sus vidas privadas se sabe poco, tan solo un par de mujeres que nunca se ha confirmado que sean nada de cara a la galería y nada más. Supongo que se guardan bien las espaldas -dice pensativa y me mira con una enorme sonrisa-. Pero cuéntame -dice entrando en mi oficina y cierra la puerta.
Voy hacia mi mesa y dejo mi maletín.
Me encanta estar aquí. Mi escritorio blanco perfectamente ordenado frente a dos sillones de piel negra rodeando una mesita de café de cristal de bohemia tallado y patas de acero inoxidable. A un lado una gran estantería pegada a la pared de punta a punta y tras de mí unos enormes ventanales. Con las lejanas vistas al Sound, pero la parte que más me gusta de mi oficina está al otro lado. Una explosión de colores creadas por las telas, maniquíes, mis máquinas de coser, miles de cajas de hilos, botones, piedras preciosas y todo un abanico que me permite crear. Un precioso desorden.

-Los conocimos a los dos, estaban en un pub, cenamos con ellos, lo pasamos bien y luego pasé la noche con Christian Grey.
Hanna da unas infantiles palmitas entusiastas.

-No te ofendas, pero ya hora de que te quitaras las telarañas del imbécil de tu ex. Y sabes que estoy teniendo consideración con él.
Chasqueo la lengua y me giro para colgar mi abrigo y mi bolso.

-Ya lo sé, Hanna. Afortunadamente abrí los ojos -digo y ella sonríe con cariño.
Es mi asistente pero sobre todo mi amiga.
Cuando me embarqué en mi carrera de diseño y empecé a hacerme conocida, Hanna fue la primera integrante de mi organigrama y hasta día de hoy mi más fiel amiga y confidente.
Saco mi móvil del bolso y lo dejo en la mesa.
-¿Quieres un café? -le ofrezco y ella asiente reticente.

-Déjame que yo los prepare.
La ignoro y voy hacia una extensión cerrada de mi estantería y abro las puertas donde está mi cafetera.
Soy una persona que necesita mucho café cuando estoy inspirada y no me gusta estar pidiéndoselo a Hanna todo el rato. De modo que no podía faltar una cafetera al alcance de mi mano.

-Pasamos una magnífica noche, Christian es increíble, muy educado, divertido, guapísimo, increíble en la cama, lo tiene todo -digo sin poder ocultar mi emoción y sé que solo Hanna es capaz de aguantarme en un momento así.
Kate me hubiera lanzado algo a la cabeza.
-Está mañana me ha llamado, para traerme la trabajo. También quiere recogerme luego y llevarme a cenar.
Lleno dos tazas de porcelana con estampado rojo y las llevo hacia la mesita de café y las dejo frente los sillones individuales.
Hanna salta por el azúcar y vuelve a sentarse perpleja.
Tocan la puerta con energía y Kate entra como una tromba.