5: Canción de cuna

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5: Canción de cuna
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"Cómo me apena el verte llorar, toma mi mano, siéntela, yo te protejo de cualquier cosa, no llores más aquí estoy"
En mi corazón vivirás, Eros Ramazzoti
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-Adam… –Daisy aspiró con fuerza el aire y trató de apartar los ojos de los suyos, pero no pudo. Así que vio la chispa de fuego en ellos.

Vio cómo los entornaba mientras inclinaba la cabeza hacia la suya. El mundo se detuvo. Todo se paró. Su mente le gritaba advertencias a las que no hacía caso. Estaba temblando por dentro. Entonces hizo exactamente lo que no tenía que haber hecho. Se inclinó hacia él. Cuando su boca se encontró con la suya, sintió la reacción
sacudiéndole hasta los huesos.

Eléctrico. Así era Adam para ella. Abrumador. Una sobrecarga sensorial. Una caricia y la piel le hervía. La sangre le quemaba. Se le secó la boca y se escuchaba el latido del corazón en los oídos.

Sintió un tirón en el pecho
cuando la boca de Adam se movió sobre la suya con un deseo que Daisy nunca había conocido. Era como si Adam estuviera luchando contra su propio deseo al mismo tiempo que lo alimentaba. Ella sabía lo que era porque estaba atrapada en la misma sensación.

Abrió la boca y sus lenguas se unieron desesperadamente. Daisy se aferró a su cuello pero no por mucho, cuando se separaron apenas se vieron escasos tres segundos.

-Discúlpame, no... -habló Adam-. Será mejor que ignoremos esto.

Ella quedó helada por esa frase, como tanta revoltura de emociones se minimizara a un abrupto rechazo.
Daisy esperó a que Adam se dirigiera a la puerta para volver a hablar.

–Pero, ¿y si no podemos ignorarlo, Adam?

Su mirada se clavó en la suya como un ascua durante lo que pareció una eternidad, y el silencio que se hizo entre ellos era como un grito.

–Entonces supongo que tendremos que averiguar qué pasa después.

Adam salió y ella se quedó mirando el espacio vacío que él había ocupado como si allí pudiera encontrar respuestas a lo que estaba sintiendo. Pensando.
No había contado con que el deseo que sentía por él se transformara tan rápidamente en llamas. Pero ahora que había sucedido, tampoco quería negarlo.

Daisy estaba sola desde el divorcio. Por deseo propio. Se había centrado en su negocio, en reconstruir su vida. No había tiempo para hombres ni aunque hubiera estado interesada, aunque en realidad no lo había estado.

Pero ahora estaba Adam. Y tenía las emociones tan descontroladas que no era capaz de pararse en
una el tiempo suficiente para examinarla. Pero no tampoco estaba allí para jugar a las casitas. Para entregarse a un deseo que siempre había estado allí
bajo la superficie. Y más le valía recordarlo.

Cuando se recompuso lo suficiente, siguió a Adam a la suite que sería suya y se dijo que tendría que tener mucho cuidado durante las siguientes semanas. Irse a vivir con Adam supondría toda una prueba. Sí, quería un nuevo estudio fotográfico. Sí, le encantaban los bebés y estaba deseando cuidar del hijo de Devon.

Dicho aquello, debía tener en cuenta a Adam. La atraía hacia sí y la apartaba a partes iguales.
Pero le iba a costar dejar de pensar en sus besos y sus caricias.

~•~

Aquí te dejo el monitor -indicó Delores poniendo el dispositivo sobre la cómoda.

-Si, gracias -Daisy tenía a Ben en brazos estaba quedándose dormido.

-Miralo -se acercó sonriente la mujer-. Tan agusto que está.

Afterlines (A Daiver Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora