4:Tú

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4: Tú
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"Dímelo ¿porqué estás fuera de mi y al mismo tiempo estás muy dentro?"
Dímelo, Enrique Igleaias
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Daisy estaba empleando con él un tono paciente, como si hablara con un niño de tres años. Irritante. Increíble la velocidad con la que Daisy podía transformar lo que él sentía de atracción a irritación. Y lo mejor sería que pudiera seguir
irritado.

-Muy bien.

-Y recuerda, trabajaré cuando tenga que hacerlo, Adam -alzó la vista para mirarle-. Tengo cuatro sesiones esta semana.

Adam asintió. Aquel era terreno seguro. Sí, estaba dispuesto a ceder. Después de todo, el bebé no era responsabilidad de Daisy. No, el pequeño Ben Driver era ahora cosa de Adam, Durante un segundo o dos sintió cómo su legendaria confianza vacilaba. No sabía prácticamente nada respecto a cómo criar un niño, y no tenía precisamente un gran ejemplo en sus padres. Pero estaba decidido a conseguirlo.

El hijo de Devon se merecía una vida feliz y Adam se encargaría de que la tuviera.

-No pasa nada. Nos las arreglaremos.

La casa de Adam era tan espectacular como Daisy recordaba. Siguió al coche cuando se abrió la puerta de hierro hasta la entrada rodeada de flores y árboles y luego aparcó a su lado. Salió de su coche y se tomó un
momento para deslizar la mirada por la casa y los jardines.
La mansión era de estilo toscano, de ladrillo antiguo, estuco color crema y persianas de madera.  La casa estaba situada en lo alto de una colina sobre Newport Beach, y tenía unas vistas impresionantes al océano y a la bahía. Era perfecta… y para su ojo de fotógrafa, una casa de ensueño para documentar.

–¿Estás preparada para esto? –Adam estaba justo a su lado. No le había oído acercarse.

Estaba tan cerca que Daisy podría jurar que sentía el calor que salía de su cuerpo. Y a pesar de ese calor, o precisamente por eso, se estremeció un poco.

–Si –aseguró tragando saliva antes de girar la cabeza para  encontrarse con su mirada–. Solo son unas semanas semanas, Adam. ¿Qué puede pasar?

Una sonrisa débil asomó a sus labios y ella contuvo el aliento. El hombre ya tenía la suficiente confianza en sí mismo, no hacía falta que supiera que la menor de sus sonrisas era suficiente para que le temblaran las rodillas.

–Eso es lo que vamos a descubrir, Daisy –se giró para abrirle la puerta del coche–. Sacaré tus cosas.

La joven agradeció que no le estuviera mirando a la cara en aquel momento.

Adam sabría perfectamente lo mucho que la afectaba. Y aquel era un secreto que no estaba dispuesta a compartir.

–Yo llevo las cámaras –le recordó.

Se había terminado el fantasear con casas maravillosas. Había llegado el momento de empezar con aquel acuerdo que abriría la puerta a que ella cumpliera sus sueños. Sacó la bolsa con las
cámaras y Adam agarró la mochila antes de encaminarse hacia la casa.

–He llamado a Delores para decirle que veníamos.

–¿Qué tal está? –Daisy recordaba a aquella señora como una persona cálida y amistosa. Por supuesto, aquello fue cuando ella y Devon estaban casados. No sabía cómo reaccionaría la mujer ahora.

–Igual que siempre –respondió él sin mirarla–. Como te dije antes, mañana se va unas semanas a visitar a su hermana en Ohio, por eso necesitaba tanto tu ayuda.

Así que estarían solo Daisy, Adam y el bebé en aquella preciosa casa durante las próximas semanas. El estómago le dio un vuelco al pensarlo, y también sintió una punzada traicionera un poco más abajo. Oh, aquello podía ser realmente complicado.

Afterlines (A Daiver Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora