3: Un bebé por una foto

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3: Un bebé por una foto
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"Y aunque sé que no soy la más bella, este amor por ti hasta mata"
Yo te qui, Mon Laferte
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–¿A mí? Yo no soy niñera, Adam. Soy fotógrafa y tengo un negocio y debo atenderlo.

–No te estoy pidiendo que dejes tu trabajo –Adam volvió a dejar la pizarra en el estante y se giró para mirarla–. Eres la única mujer que conozco a la que puedo pedirle esto.

–Oh, ya –ella se rio y se apoyó en el borde de la mesa–. Ni que fueras un cura, Adam. Conoces a muchas mujeres.

–Conozco a muchas mujeres que son geniales en la cama, pero no creo que lo sean tanto con un ser humano pequeño e indefenso.

–No sé muy bien cómo tomarme eso –admitió Daisy mientras intentaba calmar la mente.

Por supuesto, su cerebro empezó a dibujar imágenes de Adam en la cama. Desnudo. No le había visto nunca desnudo, pero no carecía
de imaginación.

–Tómatelo como un halago –afirmó con tirantez–. Sé que Devon te trató fatal y no tienes ningún motivo para hacer algo por los Driver…

–Me había prometido dejar a tu familia en el pasado y no involucrarme más  –le interrumpió ella–. Y no tengo nada contra ti…

Por decirlo suavemente. Ya estaba casada con Devon cuando conoció a su hermano mayor y no podía negar que sintió un escalofrío cuando Adam le estrechó la mano.
Y cuando su matrimonio se vino abajo, se preguntó en varias ocasiones qué habría pasado si hubiera conocido antes a Adam. Pero aquello no era lo importante en ese momento.

–Es bueno saberlo –afirmó él–. Te necesito. Ese bebé te necesita.

Daisy tragó saliva.

–Eso ha sido un golpe bajo.

–Sí –Adam sonrió brevemente–. Lo sé. Pero hace tiempo que aprendí a usar las armas que fueran necesarias para ganar.

–Ya veo –y lo que podía ver era que estaba intentando realmente hacer lo mejor por el hijo de su hermano–. Temporal, has dicho.

Adam asintió.

–Solo hasta que encontremos a alguien permanente. Podrías ayudarme a buscar a la persona adecuada.

–No sé… –Daisy miró a su alrededor, el equipamiento, el negocio que había levantado de la nada. Si hacía esto tendría que dejar a un lado lo más importante para ella. Pero, ¿cómo no iba a ayudar a un bebé con una madre
así?

–Te pagaré lo que quieras.

Daisy se puso tensa y alzó la barbilla al mirarle.

–Porque hayas comprado a la madre del niño no significa que todas las mujeres estén en venta. No quiero tu dinero, Adam.

–De acuerdo –Adam se le acercó y la miró con los ojos brillantes–. Lo respeto. Lo admiro, incluso. Pero tampoco puedo tener una deuda semejante contigo, Daisy. Así que en lugar de pagarte, ¿por qué no me dejas que te ayude en tu carrera?

Ella se rio suavemente.

–¿Cómo? ¿Posando para mí?

–No –Adam se acercó más. Lo suficiente para que ella se viera obligada a echar la cabeza hacia atrás para encontrarse con sus ojos oscuros. Contuvo el aliento–. Tu estudio es un poco pequeño –murmuró mirando a su alrededor.

Ella se sintió insultada.

–Por ahora me sirve. Algún día tendré otro más grande.

–¿Por qué esperar? Este es el trato. Tú me ayudas con Ben y yo te consigo el estudio de tus sueños. Tú busca el edificio que quieras –continuó Adam sin dejarse interrumpir–. Y mi empresa se encarga del resto. Lo reformaremos siguiendo tus instrucciones.

Afterlines (A Daiver Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora