16: El error del hermano

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16: El error del hermano.
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"Tengo todo, pero no te tengo a ti. Tengo todo, tengo todo, pero no me tengo a mi"
Tercera noche, K Os.
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Seis semanas en Nueva York y todo había terminado. Solo faltaba celebrarlo. Había cerrado el trato y el proyecto empezaría en las próximas semanas. Era uno de los mejores acuerdos que había
alcanzado Adam, y se dio cuenta de que no le importaba lo más mínimo.

Había tenido que esforzarse cada minuto para concentrarse porque la cabeza se le iba todo el tiempo hacia su casa, hacia Daisy y Ben. De alguna manera, pensó asombrado, se habían convertido en una familia.

Esas semanas habían sido duras. Tenía video llamadas entre ella y él, más que nada por Ben, para que no dejara de verlo, aunque la mayoría de las veces Daisy se apartaba y se limitaba a no involucrarse, normalmente Delores sostenía al niño mientras Daisy se sentaba detrás de la computadora para evitar que el niño llorara.

Se pasó la mano por la cara y trató de apartar el pensamiento de que había arrojado por la borda lo que la mayoría de la gente nunca encontraba. Pero, ¿qué otra opción tenía? Ninguna. Su historial de relaciones era un horror.

Adam no quería proporcionarle a Daisy más dolor. Si ahora estaba dolida, aquello era mejor que el dolor posterior. Había hecho lo correcto. Entonces, ¿por qué se sentía tan mal?

Adam recorrió la longitud del lujoso salón de la suite del hotel. Dom y él estaban en el mejor hotel de la ciudad, en una habitación que habría hecho suspirar a Daisy. Y no podía importarle menos. Para él como si fuera una choza. Le daba lo mismo.

–Hemos resuelto esto en un tiempo récord –dijo su amigo dejándose caer en una silla–. Una vez que tengamos los papeles firmados esta noche, podemos
volver a casa. La próxima semana tenemos la cita con el médico.

-¿Cómo va todo, por cierto? -le preguntó Adam.

-Todo va mejorando, ya no se marea tanto.

-Eso es bueno, ¿no?

-Si, ya no veo el momento de regresar, no hay que volver a salir así por tanto tiempo, si estoy fuera y ella da a luz, no me lo perdonaría.

–Sí, lo sé -rio Adam-. Por cierto, gracias por encargarte de la última reunión. También quiero que ya acabe todo esto.

–Nunca te he visto con tanta prisa por dejarlo todo cerrado y firmar.

–No tenía sentido esperar, ¿verdad? –Adam abrió las puertas que daban al balcón  y apoyó ambas manos en la barandilla.

No era que tuviera prisa. Lo que le sucedía más bien era que por primera vez en su vida, le resultaba imposible concentrarse.
Cerró los ojos para sentir el viento y deseó que la brisa le aclarara la mente. Aunque sabía que había pocas posibilidades de
que así fuera.

Habían pasado seis semanas en los cuales había estado reviviendo la última escena con Daisy desde que salió de su oficina. Podía ver claramente su rostro, cómo se había esforzado por contener las lágrimas de furia y de frustración.

La había escuchado decirle que lo amaba. La había visto salir de su despacho y cerrar despacio la puerta tras ella.
Daba igual que ahora estuviera a cientos de kilómetros. Daisy iba con él fuera donde fuera. No podía quitársela de la cabeza. Y no tenía claro que llegara a conseguirlo algún día. Diablos, Adam pensó que seguramente se pasaría los próximos cuarenta años con su imagen en el centro de sus
pensamientos. Torturándole. Mostrándole lo que no podría tener.

–Tal vez esto sea lo que merezco -murmuró

–¿Qué dices? –preguntó Dom.

–Nada, no hablaba contigo –dijo Adam.

Afterlines (A Daiver Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora