Luciérnagas |part 2 |

409 60 44
                                    


A media luz vislumbró su rostro, tan cerca de ella...

Sus labios, tan cerca de los suyos.

Su corazón... tan unido al de ella.

Y sintió que no necesitaba nada más... tan sólo tenerlo cerca.

La distancia entre ellos disminuía, los latidos aumentaban.

Sí. Eso era lo que necesitaba. Sus corazones latiendo a la par, al ritmo de una canción que prometía esperanza.

Cerró los ojos, esperando el momento en que sus labios se unirían.

Lo deseaba.

Lo deseaba tanto que su corazón se detuvo por un momento, expectante...pero para cuando abrió los ojos, su rostro ya no estaba ahí.

Parpadeó confundida con el corazón aún anhelante.

¿A donde fuiste?

¿Porqué no estás cerca de mí?

Entonces se percató de la verdad, él nunca había estado ahí, cerca de ella.

Todo había sido un sueño.

Miró a la persona dormida a su lado, la persona con la que debería soñar.

Se sonrojó al darse cuenta de lo que pasaba por su mente.

¿Porqué el inconciente es tan cruel?... mostrando aquellos deseos que ni nosotros mismos somos capaces de aceptar.

Sin embargo, su mente se esforzaba en recuperar fragmentos de aquél sueño prohibido.

Su corazón se esforzaba en no olvidar, en no olvidar aquella calidez, aquél brillo que aún no desaparecía del todo.

Se cubrió con las sábanas, temerosa de que, si despertaba, la persona a su lado fuera capaz de ver ese brillo causado por una persona que no era él.

¿Que podía hacer?

¿A quién podía acudir?

¿Quién podría decirle por qué su corazón latía por la persona equivocada?

Su madre.

Sí, seguramente su madre sabría que hacer.

Se deslizó silenciosamente de las sábanas, y, tras vestirse, se dirigió hacia su hogar, aún lo seguía llamando hogar.

La niebla cubría las solitarias calles bajo un sol de vapor.

Sus pasos sonaban inseguros, con un cierto grado de temor.

¿Temor a qué?

Temía que su madre confirmara aquella idea que había comenzado a formarse en su mente, aquella idea que ni siquiera se atrevía a mencionar en voz alta...

¿Y si no está equivocado?

¿Y si su corazón no estaba equivocado?

Sacudió la cabeza para alejar estos pensamientos.

Detuvo sus pasos en una pequeña casa de color amarillo.

Se acercó al umbral y desprendió una tabla suelta de la pared contigua, tras ella se escondía una llave que utilizó para abrir la puerta.

Sabía que su madre ya estaba despierta, pero no quería despertar a su hermano o a su padre que seguramente seguirían durmiendo.

Por esta razón abrió la puerta silenciosamente y dirigió sus pasos hacia la cocina.

El olor a panecillos dulces inundaba el cuarto y la hacía sentir segura, en paz.
Se quitó el abrigo y lo puso en el respaldo de una silla.

Comenzó a fregar los platos que estaban acumulados, mientras esperaba a que su madre regresara del huerto.

We can'tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora