Capítulo 92

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Como muchos domingos por la mañana, Arthit dormía plácidamente entre los brazos de Kongpob, para él ese era el mejor lugar de todo el mundo. Aunque ya estaba despierto, seguía con los ojos cerrados, simplemente disfrutando de ese momento y cada vez se acercaba un poco más al cuerpo ajeno. Sabía que habían tomado una buena decisión al comprar una cama tan grande, así Kongpob no corría el riesgo de ser tirado por Arthit quien se pegaba.

Él había aprendido a levantarse temprano para sus clases de yoga, pero desde que Kongpob volvió, automáticamente su cuerpo sentía la presencia ajena y nuevamente caía en un profundo sueño como era en ese momento. Así que si antes se le hacía difícil levantarse temprano, desde que compartía cama con su novio, le era imposible. Pero como le dijo a su pequeña vecina, tenía el mejor despertador del mundo, los besos de Kongpob. Aunque a decir verdad, ese día este también se resistía a abrir los ojos, puesto que últimamente, sus días en el trabajo eran cada vez más pesados y así continuarían a lo largo de todo ese mes hasta que concluyera su curso.

—Amor... Vas a llegar tarde —susurró Kong después de un rato, tocándole por las mejillas, aunque luego empezó con los besos. —Ya levántate, mi sol.

Sus labios estaban por la frente, pero luego bajaron hacia la nariz. Para finalizar, besó los labios ajenos con dulzura. Los besos matutinos eran su manera favorita de empezar el día.

Y al sentir los suaves labios de Kongpob sobre los suyos, Arthit despegó un poco la cara de la almohada para recibir de mejor forma sus besos. ¿Cómo quería que se levantara más temprano si así se encontraba sumamente feliz?

En el pasado, Arthit se levantaba de inmediato si sentía a Kongpob tan cerca de su cuerpo y también porque se le haría realmente tarde, pero ahora, Arthit condenaba a su yo del pasado por haber desperdiciado esos momentos. Si tuviera oportunidad de hablar con el antiguo Arthit, él definitivamente le diría algo como Puedes pedirle que te despierte antes y así disfrutas de sus mimos. Sus mimos son algo que una vez que los pruebes, ya no los querrás soltar nunca.

Poco a poco, Kongpob se fue acomodando sobre el cuerpo de Arthit. Sus labios aún estaban unidos en un beso que no dejó de ser tranquilo y tal vez un poco juguetón.

—Anda —murmuró contra sus labios después de un par de minutos, en los que reunió toda su fuerza de voluntad para retirarse. —Vamos, Arthit, de pie —dijo con un tono más firme, pero la verdad era que él tampoco tenía muchas ganas de dejarle ir.

El mayor abrió los ojos con dificultad.

—Sólo uno más —abultó los labios, esperando recibir lo que pedía.

Luego de pensarlo unos segundos, Kongpob le concedió un último beso... Uno que se alargó más de lo que pensó.

-

—¿Qué tal te fue hoy? —Kongpob le preguntó a Arthit cuando lo vio salir del edificio de su clase de yoga. Recargado contra el auto y tan pronto como pudo, atrajo a su pareja hacia su cuerpo al tomarle por la cintura cuando este estuvo lo suficientemente cerca. —¿Pensaste en mí? Porque yo pensé en ti.

—Cómo no pensar en ti si todos preguntaban por mi apuesto novio —Arthit imitó la voz de una señora, pues las había estado escuchando mucho tiempo. Ellas le hacían varias preguntas, unas más íntimas que otras.

—Uhhmm, bueno... Tal vez esto mejore tu humor.

Dicho eso, se giró un poco y extendió un brazo por la ventanilla abierta del auto para recuperar algo del asiento del copiloto. En un par de segundos, hubo entre ellos lo que se veía como un fresco y apetitoso vaso de leche rosa que hizo que los ojos de Arthit brillaran al verla.

V. FasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora