Capítulo 98

1.7K 153 84
                                    


Era de mañana y Kongpob subía las escaleras de la casa luego de visitar su pequeño jardín.

Para ese domingo, él había decidido comprar un par de vasos de leche rosa además de las flores y guirnaldas que ponía como ofrenda todos los días. Ahora, traía con él el vaso sobrante de leche rosa sobre una bandeja con el desayuno para Arthit y también un pequeño presente para su amado.

Dejó la bandeja y su contenido al lado de Arthit quien seguía dormido en la cama, pues como cada mañana, no quería despertar. Kongpob se sentó junto a él, peinando sus cabellos lejos de su rostro antes de inclinarse a darle un beso de buenos días.

—Traje el desayuno, mi sol —habló, tomando entonces la flor que reposaba a un lado del vaso de leche rosa y acercándola al rostro de Arthit. Con los pétalos acarició su mejilla. —Y mira lo que te traje...

Arthit se sentía muy a gusto ahí en la cama, pero una sensación muy suave, además de los labios y las caricias de su novio, tocaron su mejilla.

—Uhmm... ¿Qué es? —Dijo, abriendo poco a poco los ojos y tratando de enfocar bien.

Esbozando una gran sonrisa, Kongpob alejó un poco aquella flor para dejarla a la vista de su pareja. Los pétalos eran de un color rosa claro y muy abundantes.

—Es una dalia... Para ti —dijo aún sonriente. —Las dalias rosas simbolizan el compromiso de hacer feliz a quien se regala... En este caso, yo te la regalo a ti como recordatorio de que estoy comprometido a hacerte feliz por el resto de nuestra vida juntos —le miraba con afecto. Sus ojos brillaban mientras susurraba dichas palabras. Ese día en particular había despertado un poco más cursi que de costumbre.

—Es muy temprano para tus cosas... —habló un somnoliento Arthit mientras se cubría el rostro con la sábana y debajo de ella sonrió amplio. Amaba las cursilerías de su novio, le hacían sentir tan amado.

Kongpob negó ligeramente con la cabeza, pero sin borrar su sonrisa. Dejó la flor de nuevo sobre la bandeja con el desayuno y se inclinó un poco más sobre Arthit.

—¿Entonces me vas a decir que no te gustó mi regalo? —Susurró sobre la sábana, fingiendo un tono de leve decepción.

La sábana se movió ligeramente cuando Arthit asintió.

Gustarle era poco. Él amaba con todo su corazón esos detalles tan tiernos y altamente cursis, pues así era su menor y esa era una de las cosas por las que se enamoró de él.

—Oww —dijo el más joven, un poco más decaído y alejándose para sentarse apropiadamente en la cama. —Bueno, yo de verdad creí que te gustaría, pero... Al parecer me equivoqué —continuó con su tono de decepción. Incluso sus labios marcaron un pequeño puchero.

Arthit se descubrió el rostro rápidamente y le miró acusatorio. ¿Cómo podía decir eso?, le había encantado.

—Claro que te equivocas —habló con un tono más alto de lo que quiso. Se sentó sobre la cama y tomó la flor con delicadeza. —Me encantó demasiado —murmuró.

Kongpob sonrió un poco al oír esa leve respuesta. Miró la forma en que su pareja veía y acariciaba los pétalos de la flor. Ahora el llevó su mano para tomar el rostro de Arthit y acariciarlo de igual forma tan delicada.

—Anda, desayunemos —susurró después de unos momentos. —Tenemos un largo día por delante.

Entre besos y risas, ambos terminaron su desayuno. Y después de unos minutos en los que Arthit jaló a su novio para recostarse de nuevo, se levantaron para tomar una ducha rápida y vestirse. Estaban terminando de vestirse cuando Kongpob cerró uno de los cajones de su armario y se giró hacia Arthit, andando hacia él para envolverlo en brazos.

V. FasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora