Capítulo 83

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Esa mañana, Kongpob despertó primero y se vio encantado por lo que observó apenas abrió los ojos. A su lado y acostado sobre las sábanas echas un completo desastre, se encontraba su novio durmiendo profundamente.

Se incorporó lento, deslizando su brazo lejos del cuerpo ajeno para acomodarse sobre su costado ya así observarle mejor. Le dio ternura ver a Arthit recostado boca abajo, con su piel blanca adornada de numerosas marcas rojas que se apreciaban desde su espalda hasta sus muslos.

Mientras una gran sonrisa se dibujaba en su rostro, una mano fue a acariciarle el cabello con dulzura. Después bajó, tocando con las yemas de los dedos la piel que resplandecía por la luz del sol.

—Buenos días, mi sol —susurró Kongpob, aun mirando a su pareja como si fuera su universo entero. No esperaba que le escuchara, sólo lo dijo porque había extrañado muchísimo despertar por las mañanas y tenerle a él durmiendo a su lado, en especial después de una noche como la anterior.

Como si fuera un bebé, Arthit se volvió a acercar a Kongpob al sentir que su fuente de calor se había alejado. Aún en sus sueños se quejó bajo cuando se movió, pues todo su cuerpo estaba adolorido.

Así que Kongpob no tuvo más opción que tomarle en brazos, pero no era como si se estuviera quejando. Le rodeó por la cintura con un brazo y pegó sus cuerpos una vez más, luego dejó un beso en su frente.

Kongpob sabía que, al igual que él, su mayor estaba muy adolorido, así que tendría que consentirlo todo el día y tampoco era como si tuviera problemas con eso. Él estaba más que dispuesto y empezaría ahora mismo.

Durante lo que fueron los próximos minutos, Arthit luchó contra su cansancio y se obligó a despertar, o al menos a estar lo suficientemente consciente para disfrutar de ese amanecer tan anhelado. Subió su mano hasta los hombros de Kongpob y le abrazó.

El menor también lo estrechó más entre sus brazos, como a quien sostiene su posesión más preciada.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó bajito. Sus hombros se sacudieron ya que soltó una suave risa. —¿Cansado?

Arthit ocultó su rostro en el cuello ajeno y asintió ante la pregunta. Además de cansado, estaba adolorido, se sentía pegajoso de todos lados y con hambre, debía ser tarde, pues el sol iluminaba completamente la habitación.

Kongpob le acarició del cabello antes de seguir hablándole.

—¿Qué te parece si...? —Empezó pensativo, pero después cambió su tono a uno entusiasta. —¿Qué te parece si pedimos algo a domicilio? También nos prepararé un baño en la tina y podemos comer allí —sugirió feliz e ilusionado por volver a compartir momentos así con Arthit.

Este asintió nuevamente a todas las propuestas de Kongpob, pero no hizo nada para moverse. Le gustaba estar así, abrazado al cuerpo de su pareja y no a una almohada, como se había acostumbrado.

—Te extrañé mucho... —dijo con una voz extremadamente baja.

Había tanto silencio en la recámara que Kongpob pudo escuchar muy bien la corta frase, así que soltó un pequeño suspiro, todavía enredando sus dedos entre los mechones del cabello de su amado.

—También te extrañé mucho —confesó con algo de pena. Sus labios temblaron, formando una sonrisa algo triste. —De verdad me hiciste muchísima falta. No me dejes irme tan lejos de nuevo, ¿está bien? No sin ti.

Arthit no respondió a eso. No sabía qué p0odía pasar en un futuro, y si nuevamente le salía a Kongpob una oportunidad tan buena como esa, él claramente le dejaría ir. Jamás se interpondría en el crecimiento laboral de su novio. Además, confiaba en que encontrarían alguna forma para no extrañarse demasiado.

V. FasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora