Capítulo 99.3

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La mañana siguiente llegó con ambos recostados sobre sábanas limpias y frescas. Kongpob rodeaba a Arthit con un brazo, acurrucándolo protector contra su pecho. Aunque se habían duchado rápidamente luego de terminar sus múltiples sesiones de intimidad, ambos decidieron dormir desnudos para seguir disfrutando del calor y el toque de sus cuerpos.

El más joven ya llevaba algunos minutos despierto, observando a su amado quien dormía apacible a su lado. De vez en cuando daba uno que otro beso en su rostro y también le susurraba palabras dulces al oído

Tomó su mano cuando notó que Arthit comenzaba a despertar. Besó el dorso de esta y luego sus dedos.

—Buenos días, amor —susurró con afecto, jugando con sus dedos entre los suyos. Los entrelazó. —¿Cómo dormiste?

Arthit fue abriendo los ojos poco a poco. La luz atravesaba las cortinas y no le sorprendería si pasaba de medio día. Apenas empezó a estar consciente, supo que iba a ser un día pesado. Todos sus músculos dolían y la idea de moverse ya le resultaba dolorosa. Anoche cuando terminaron de bañarse, recordaba ver el cielo empezando a esclarecer.

—Te detesto... —fue lo que logró decir. Él iba a estar bien con hacerlo una vez, pero al parecer abrió la caja de Pandora y Kongpob se desató. No era que este lo haya obligado, sino que Arthit no podía resistirse a su novio.

Kongpob soltó una risa debido a la respuesta. Besó su mano una vez más.

—También te amo —respondió con una amplia y brillante sonrisa. Luego, se inclinó hacia sus labios en busca de un beso de buenos días.

Arthit aceptó el beso de Kongpob y esperó por más. Su cuerpo se relajaba en automático al sentir los labios de su menor. Desde su primer beso había sido así.

Kongpob siguió dándole pequeños besitos a los labios, sosteniéndole más firme con el brazo que le rodeaba la cintura. Acariciaba su espalda baja con las yemas de sus dedos, satisfecho al notar a su mayor relajarse más por su toque.

—¿Te duele mucho? —Dijo contra sus labios con un tono de preocupación.

—¿Tú que crees? —Habló bajo y con la voz ronca, tanto porque recién despertaba como por los gritos que había dado hace unas horas. Muchas partes de su piel estaban de diferente color, había morado y rojo adornando su cuerpo.

Kongpob asintió en silencio, sin poder evitar sentirse algo culpable por ser en parte el causante del dolor de su amado. Le dio unos cuantos besitos más y luego se impulsó para alejarse del cuerpo de Arthit. Se levantó de la cama y, sin decir nada, caminó rápido dentro del vestidor y hasta el baño. Se demoró no más de veinte segundos para encontrar lo que buscaba y regresó con un bote en manos.

Esta vez, en lugar de volver a recostarse con su pareja, Kongpob subió a la cama y gateó hasta colocarse al lado de su cuerpo. Se sentó sobre sus muslos, abriendo el bote.

—Sólo relájate, amor —pidió con dulzura, vertiendo en su palma una buena cantidad del producto.

Arthit se acomodó bocabajo, estiró los brazos y las piernas. Suspiró profundo para empezar a disfrutar del masaje. Lo necesitaba en ese momento si pensaba levantarse de ahí en algún momento.

Entonces, Kongpob dejó de lado la botella para esparcir bien el producto entre sus manos. Luego, comenzó masajeando los hombros de su novio. Los sentía tensos y adoloridos, así que los trató lo mejor posible antes de descender por su espalda.

En la piel de Arthit podían apreciarse manchas de distintas tonalidades que contrastaban con lo pálido de la piel del mayor. Al verlas, Kongpob rio ligeramente.

V. FasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora