Capítulo 18: El misterioso juguetero

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Hace menos de una década pasó algo que aún a día de hoy nadie ha sabido explicar. Lucía, Bernardo, Alba y David llevaban meses ahorrando para hacer un viaje en autocaravana por todo el país. Pero una de las parejas se separó antes de poder hacerlo, por lo que el idílico y bucólico viaje que tenían planeado se convirtió en una travesía durante la cuál se oían los sollozos de Alba por encima de la música, quedándose el romanticismo fuera de este viaje...

Mientras circulaban cerca de una frondosa montaña, una fuerte tormenta comenzó a azotar a la autocaravana llegando incluso a hacer que acabaran chocando con un árbol. Por suerte, el cinturón de seguridad les salvó de que aquel accidente fuera mortal pero ni la luz ni el aire acondicionado del vehículo funcionaban.

-Deberiamos alejarnos de la caravana por si atrae a algún rayo. -Dijo Lucía.
-¿No sería más peligroso salir con esta tormenta? -Preguntó Alba manifestando su desacuerdo con la propuesta de su hermana.
-Antes de girar me pareció ver una cabaña cerca de la cima, podríamos resguardarnos allí de la lluvía. -Dijo Bernardo mientras se abrigaba.

El aguacero y el viento hacían que cada vez fuera más difícil ver y avanzar, pero pronto un destello iluminó la ladera de aquella montaña y un fuerte estruendo les hizo mirar a atrás. Efectivamente la autocaravana había atraído un rayo y estaba ardiendo.

Aquello les hizo pensar que habían tomado la decisión correcta después de todo, mas entrar en una cabaña de madera abandonada en una montaña y durante una tormenta recordaba a tantas películas de terror que seguían replanteándose si habían hecho bien en subir hasta allí.

Lucía llamó a la puerta de la cabaña para asegurarse de que no había nadie, aunque a causa del ruido de la tormenta no lograron oír la voz de quien había dentro ni cómo sus pasos se acercaban. Al abrir rápidamente, golpearon sin querer a un anciano y lo dejaron caer al suelo.

Horrorizados por lo que había pasado, trataron de acomodarlo en el sillón y le pusieron una bolsa de hielo en la cabeza hasta que recuperó la consciencia. Aquel hombre resultó ser una persona bastante amable que les ofreció quedarse allí hasta que pasara la tormenta, aunque llamaba la atención que tuviera una pierna de madera.

Con las prótesis que se hacían hoy en día resultaba raro ver a alguien usar una tan antigua pero el anciano les contó que la había perdido durante la guerra civil y que era demasiado sentimental como para desprenderse de aquella prótesis después de todos los años que había pasado con ella.

Al día siguiente, cuando se despertaron vieron que todavía seguían cayendo chuzos de punta y tuvieron que resignarse a matar el tiempo dentro de la cabaña.

-No me había fijado en que su dentadura y su ojo también eran de madera. -Dijo Bernardo al anciano, pensando que habría alguna historia tras aquello.
-A veces se borra la pintura pero es una alivio saber que parecen de verdad. -Dijo el anciano esbozando una sonrisa.
-¿Ha tallado usted todas estas figuras de madera? -Preguntó Alba tras admirar las bellas esculturas de conejos y ciervos que había sobre una chimenea de piedra (la única parte de la cabaña que no era de madera).
-Lleva años de práctica pero es un buen entretenimiento. -Respondió el anciano ofreciéndose a enseñarle a tallar con cuchillo el animal que quisiera.

Les resultaba algo aburrido vivir allí sin tecnología ni cobertura, pero sólo tenían que pasar allí unos días así que se mentalizaron para entretenerse de cualquier manera mientras amainaba la tormenta.

Al día siguiente ya había escampado, así que Lucía y Bernardo se levantaron ilusionados por poder volver ya a la civilización. Aunque cuando salieron de la cama no vieron a Alba por ningún lado.

El hermitaño se levantó poco después y les dijo que habría salido a dar un paseo por los alrededores pero que debía estar cerca todavía. Así que los tres salieron a buscarla sin alejarse mucho de la cabaña.

Tras dos horas de búsqueda, Lucía comenzó a preocuparse y volvió corriendo hacia la cabaña para ver si ya había vuelto o si la habían encontrado, pero cuando llegó no vio a nadie (ni por los alrededores ni dentro de la cabaña).

Para asegurarse, avanzó lentamente hacía la habitación en la que habían estado durmiendo ella y su marido estaba completamente vacía. Algo extraño pasaba, no estaban sus cosas ni la cama en la que habían estado durmiendo hasta ahora... de repente le pareció oír un ruido procedente de la habitación del hospitalario hermitaño.

Con los nervios a flor de piel y un sudor frío recorriendo su cuerpo, acercó su temblorosa mano hasta el pomo para girarlo, pero estaba cerrada con llave. Temiendo que al haber intentado abrirla hubiera delatado su presencia, se alejó durante unos segundos de la puerta, mas, al ver que no pasaba nada, decidió acercarse al ojo de la cerradura de la puerta para mirar por allí el interior de la habitación. Al acercar su ojo derecho vio algo que la hizo palidecer y sentir su corazón a mil; dentro había una marioneta de tamaño humano sobre la cama con el aspecto de su hermana.

¿Acaso habían sido acogidos por un psicópata que pretendía matarlos o se había obsesionado con su hermana y había tallado una escultura de ella? Cuantas más vueltas le daba más miedo sentía; tenía que avisar a Bernardo cuanto antes para salir de allí pero justo antes de darse la vuelta vio que, sentada en una silla que había en esa misma habitación, había una marioneta de madera del anciano.

-No deberías haber visto eso... -Dijo una voz que surgió de detrás de ella.

Lucía se volvió temiéndose lo peor, pero ni en la peor de sus pesadillas se hubiera imaginado que a quien vería sería a su marido (aunque con media cara y un brazo de madera, como si se estuviera convirtiendo poco a poco en una marioneta). Asustada, lo apartó de un empujón y salió corriendo colina abajo.

Durante la huida llego incluso a caerse, mas no dejó que eso la detuviera y siguió corriendo, a pesar de que cada vez le dolía más la pierna... No sabía qué estaba pasando pero no pensaba quedarse para descubrirlo y siguió corriendo ignorando el dolor y la inoportuna lluvia que había comenzado a caer.

Miraba hacia atrás cada dos por tres para asegurarse de que no la estuvieran siguiendo. Nadie la perseguía, pero ese era el menos de sus problemas, pues mientras corría se dio cuenta de que sus brazos estaban perdiendo su color natural, como si en verdad ella también fuera una marioneta pintada para aparentar ser humana...

Tras pasar meses sin saber de ellos, David denunció su desaparición a la policía, pero la único que encontraron fue una marioneta con el aspecto de Lucía tirada por el monte. Aunque dicen que aquella marioneta desapareció del almacén de pruebas de la policía el mismo día que desapareció David sin dejar más rastro que el dedo roto de una marioneta de madera muy similar a la de Lucía...

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