Capítulo 17: El Busgosu y los cazadores

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Esta historia tiene lugar en un bosque de España cuyo nombre no logro recordar, hace no mucho. En él vivía Busgosu, una criatura híbrida entre humano y cabra que recibe muchos nombres según la región (Lanú,  Akerbeltz, Phooka, Fauno...) y algunos dicen que son descendientes del propio Dios Pan... en cualquier caso, aunque a menudo se relacione a esta criatura con el diablo, no quiere decir esto que sea malvada.

El Busgosu de esta historia vivía tranquilamente en el bosque rodeado de animales y aceptando las ofrendas que le hacían las adívias o brujas a cambio de que presidiera sus aquelarres.

Un día, cuando el macho cabrio despertó, se dio cuenta de que todo el bosque estaba lleno de cepos y de veneno. Preocupado porque algún animal saliera herido fue quitando las trampas una a una, aunque por mucha prisa que trató de darse, no pudo evitar que algunos conejos y ciervos salieran heridos o murieran envenenados.

De repente, el silencio se vio interrumpido por una serie de estruendos que le hicieron imaginarse lo peor. Los cazadores furtivos que habías puesto todas esas trampas estaban disparando a diestro y siniestro apuntando a todo lo que se moviera. Enojado porque hicieran daño a todos los animales del bosque como si no les importa que  desaparecieran todos, el Busgosu se mostró ante ellos para asustarlos (dándoles una última oportunidad de escapar).

-¿¿Qué es esa cosa?? -Preguntó uno de los cazadores sobresaltado.
-No lo sé, pero si lo matamos seguro que nos hacemos famoso. -Dijo otro cazador mientras le apuntaba con su escopeta.
-Mejor así, me alegra que hayais elegido la forma divertida de solucionar esto. -Dijo el Lanú mostrando una sádica sonrisa.

Los cinco cazadores comenzaron a disparan, pero el Busgosu se movía tan rápido que ni siquiera lograban rozarles y antes de que se dieran cuenta había atravesado con sus garras el cuerpo de tres de ellos, matándolos en segundos.

Asustados, los dos cazadores que aún estaban vivos soltaron sus escopetas y corrió cada uno en una dirección. Al oír los gritos del otro, el cazador supo que todos sus amigos habían muerto y que pronto aquella cosa le alcanzaría y le mataría, así que prendió una cerilla para incendiar el bosque entero y así lograr huir.

Sin embargo, cuando el cazador acercó la cerilla a un árbol, éste menguó hasta los dos metros y adquirió la forma de un barbudo leñador con madera por piel y enredaderas por barba. Era un Leshi, un ser mitológico que a veces toma la apariencia de un humano, otras las de un árbol y otras una forma intermedia. Este ser, cogió al cazador e introdujo una semilla en su boca, haciendo que un árbol creciera en su estómago en segundos.

Hay quien cuenta que hubo un sexto cazador que consiguió escapar pero que una semana después recibió una extraña visita a media noche. Alguien llamó a su puerta varias veces hasta que despertó a su mujer, mas cuando ésta miró por la mirilla no vio nada a pesar de que seguían llamando a la puerta. Confusa, la mujer se agachó, miró por debajo de la puerta y vio unas negras pezuñas manchadas de barro. Su rostro palideció al momento y su corazón casi de detiene cuando escucho (mientras miraba las pezuñas) cómo el extraño visitante abría el pestillo de la puerta.

Al ver al peludo ser, con cabeza y patas de cabra y cuerpo humano (pero con largas uñas, ojos rojos y todo cubierto de pelo negro como el carbón) que entraba abriendo la puerta lentamente y se llevaba el dedo índice de su mano derecha hasta la cara para posarlo sobre sus labios u decirle que se callara, la mujer quiso gritar a todo pulmón, pero la voz se la ahogó en la garganta y se desmayó.

Cuando la mujer volvió en sí, se encontraba en el sofá y creyó que todo había sido una pesadilla, pero al entrar en su dormitorio y ver la cama manchada de sangre se dio cuenta de que aquella espeluznante cosa era real y que había destripado a su marido...

Quizás con el tiempo hemos olvidado esto, pero en los bosques viven aterradoras criaturas como los Lanús, las Dríades o los Lechis, que si cuidas el bosque te trataran bien y se mostraran amables contigo, pero que si contaminas o haces daño a los animales o a los árboles te castigarán sin piedad, sin importar cuanto corras o dónde te escondas...

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