Capítulo 19: La experiencia paranormal de Abigail

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Quién sabe si esta historia ocurrió de verdad o sólo fue un mero sueño, pero fuere como fuere todo comenzó un día corriente que cada vez se volvía menos corriente y más extraño.

Al salir del instituto, sin saber cómo, Abigail estaba en un coche camino a Olula del Río (su antiguo pueblo) pero no recordaba haber cogido ningún avión. La cabeza le zumbaba y todo estaba muy confuso en su mente ¿acaso estaba soñando o, peor aún, y si la hubieran drogado? Le tranquilizó un poco ver que su amiga Estrella también estaba sentada junto a ella en el coche pero no conocía de nada a la chica que conducía.

De repente, el coche frenó y notó un ruido extraño procedente del techo, como si algo hubiese caído encima del vehículo. Instintivamente, las tres chicas se bajaron del coche y salieron corriendo. Abigail y Estrella corrían con todas sus fuerzas pero aún así una extraña serpiente con patas (una Bipes biporus gigantesca) estaba cada vez más cerca. Estaba a solo 10 metros de ellos, a 7 metros, a 5 metros, a 3... hasta que cuando Abigail volvió de nuevo la cara pudo ver cómo la criatura engullía a aquella chica desconocida que las había traído hasta allí.

-¡No corras, al hacerlo vamos a provocar a la serpiente y nos atacará! -Gritó Abigail a Estrella tras detenerse en seco.
-¿Estás segura de lo que dices? -Preguntó Estrella con la voz entrecortada por el miedo.
-Confía en mí. -Contestó Abigail antes de agarrarle la mano y cerrar ambas los ojos.

Estaban muy asustadas y realmente ninguna estaba segura de que aquello funcionara pero habían llegado a un callejón sin salida y tampoco tenían muchas más opciones. Abigail pudo oír cómo, tras terminar de comerse a la otra chica, aquella cosa corría hacia ellas y, sin dejar que su miedo la paralizara, inmediatamente cogió una barra de hierro que había al final del callejón, se quitó la camisa y la enrolló a ella para prendarla con un mechero. En ese momento un ladrido les hizo saber que la situación era peor de lo que se imaginaban ya que estaban entre una montruosa serpiente y un perro rabioso.

La serpiente no se atrevía a acercarse pero roció algún tipo de veneno sobre ellas, haciéndolas creer que se había convertido en un bebé humano, pero, era evidente que todo aquello debía ser fruto de una alucinación. Así que Abigail agarró con fuerza la barra de hierro y se acercó lentamente a ella (con un nudo en la garganta y la respiración acelerada) mientras miraba de reojo al perro para no perderlo de vista. Sin vacilar un segundo, introdujo la barra de hierro en el cuello de la criatura que, al morir, recuperó su auténtica y reptiliana forma...

Parecía que ya no corrían peligro, pero entonces Estrella le gritó para avisarle de que el perro rabioso iba a atacarle. Abigail se cubrió con los brazos guiándose por un acto reflejo que le había hecho olvidar por un segundo que tenía un arma en la mano con la que podía asustarle, pero antes de que pudiera hacer nada el perro se detuvo ante ella, adopto forma humana y chasqueó los dedos.

Quién sabe si fue todo a causa del veneno de la serpiente o si todo aquello no había sido más que una mera alucinación sin sentido, pero de repente estaba otra vez en la puerta de su instituto. Esta vez todo parecía normal, simplemente volvía a su casa con gente de su instituto a la que no conocía, mas por alguna extraña razón se desorientó y acabó en un peculiar edificio con jóvenes a los que no conocía.

Quería preguntarles qué hacían allí y qué pasaba, aunque justo cuando iba a abrir la boca, uno de ellos salió corriendo buscando un servicio y los pasillos del edificio comenzaron a moverse cual pétreo laberinto de diez pisos. Al darse cuanta de que aquel no era un sitio seguro, Abigail salió corriendo hacia el ascensor por el que habían llegado hasta allí. Intentó advertir a aquellos desconocidos que la acompañaban pero nada más darse la vuelta vio que unas extrañas figura antropomorfas (con escamas de reptil por toda la piel, afiladas uñas y lúgubres túnicas negras raídas) estaban persiguiendo a aquella a sus compañeros de isntituto con unas peculiares dagas (con un adorno en forma de serpiente enroscada al mango).

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