Estúpida sonrisa

352 30 1
                                    

CAPITULO 3:
ESTÚPIDA SONRISA

La primera prueba del equipo de fútbol había sido brutal, la entrenadora Beiste o, cómo se hacia llamar así misma, “la pantera” había  iniciado expulsando a todos del equipo y obligándolos a comer media pizza a cada uno antes de hacerlos correr por una hora sin descanso.

Afortunadamente Blaine tenía buena condición física. Logrando quedar entre los primeros del grupo, solo superado por Sam y un chico asiático llamado Mike Chang.

-Nada mal Blaine – lo felicito Sam golpeando su hombro – y tú  que decías que no tenías muchas posibilidades.

-Gracias, tuve suerte supongo, comer y correr son unas de mis habilidades, aunque nunca las había combinado – añadió sonriendo.

-Bien hecho chicos- dijo Chang entrando a los vestidores – escuché decir a la entrenadora que prácticamente estábamos dentro.

-Genial – dijo Sam, ofreciendo su puño a Blaine para chocarlo. Mike Chang caminó a las duchas.

-No quiero emocionarme aún – admitió Blaine seriamente- pero ¡creo que lo lograremos! – gritó alegremente alzando la mano, Sam sonrió igualmente y choco su mano en el aire.

-Lo haremos hermano – gritó con el mismo entusiasmo. – Voy a las duchas, ¿Vienes?

-Iré a hablar con la entrenadora un segundo, te veo luego.

Sam asintió dándose media vuelta. Blaine sonrió. Está escuela era genial; tenía un chico lindo junto a su casillero; tenía un amigo, el que no sólo sabía que era gay sino que no le molestaba en lo absoluto (lo invitó a las duchas por amor de Dios); tenía un increíble club Glee; y; tenía un equipo de fútbol, con una gran entrenadora, al que al parecer iba a pertenecer.

Era de definitivo, le encantaba William McKinley.

K & B  & K & B & K & B & K & B & K & B

Estaba decidido, odiaba William McKinley, era la peor escuela del mundo y todos los que pensarán diferente era porque no tenían dos dedos de frente, eran masoquistas o sádicos.

Su propósito de ser feliz en este ciclo escolar se había estrellado contra el piso en el momento en que Karofsky le había puesto una zancadilla a medio comedor logrando  que lanzara su almuerzo, con tan mala suerte que aterrizó en la espalda de Sue Sylvester quien, como era lógico, lo arrastró hasta a la dirección sin dar la oportunidad de explicar nada.

Así que ahora estaba tarde para francés avanzado, su clase favorita, sin almorzar, con detención y humillado ante la mitad de la escuela que vieron el no grato suceso.

-Tu arrives tard -Llega tarde - escuchó decir a la profesora.

-Je sius désolé- lo siento- masculló con la cara enrojecida por el coraje.

Rápidamente encontró un lugar vacío al frente del salón, así que se dirigió ahí sin pensarlo y dejó caer sus libros sobre la mesa con suficiente fuerza para lograr que su compañero de mesa diera un pequeño salto. Su instinto lo obligaba a disculparse pero en cuanto alzó la vista notó la mirada divertida del otro chico y sintió la ira hervir nuevamente en él. Seguramente  aún  se burlaba de lo sucedido  en el comedor.

-Genial – murmuró con pesadez tomando asiento.

-Bonjour– saludo alegremente el chico a su lado – ¿con que compartimos clases?

-Así parece – respondió soltando su mochila en el piso molesto

-Mets-toi au travail, monseiur Hummel - Empiece a trabajar, señor Hummel - ordenó la profesora.

Destino y voluntadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora