Capítulo 1: Mi Historia

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Prólogo

2:35 PM.

    Una nublada tarde, el reloj colgado en la pared apunta las 2:35.
El teléfono empieza a vibrar al unísono de la alarma que suena, indicando la hora de tomarme mi pastilla diaria. Yo, que en todo el día no recibí ni un sólo mensaje o señal de vida de alguien, me emocioné por un momento, no obstante mi algarabía se vio fulminada de forma repentina cuando visualicé en la pantalla del móvil que la notificación no era más que la estúpida alarma, y no el mensaje de mi amada; Ángela.

No entendía nada de lo que sucedía, la gente me ignoraba, no tenía contacto con nadie, ni textual o físicamente, era como si por un momento... Yo no existiera en la faz de esta tierra.

Seguía con mi duda por varios días, le escribía a mi novia y ella no respondía los mensajes, algo andaba mal, porque ella me escribía, pero lo único que me decía era:
"Roy, espero estés bien, escríbeme, por favor, no seas cretino".

Mientras que todos los días le texteaba para saber de ella y ni en cuenta caía, era muy raro, sin embargo, no tardé mucho en darme cuenta de lo que sucedía, me percaté de la verdad unos días después, justo el día de mi cumpleaños y lo que descubrí fue totalmente increíble tanto como también horrible, justo allí, todo, absolutamente todo cambió...

Todo dejó de ser como antes...

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Roy Benedetti, ese era mi nombre, hijo de Ruccio Benedetti y Lucía Pascual, ambos inmigrantes italianos que llegaron a Venezuela en los tiempos de la bonanza petrolera junto a su familia. Época donde solían llegar muchos turistas, inmigrantes o inversores extranjeros.

Mi familia era amante de la cocina, específicamente les encantaba la gastronomía de nuestras raíces, es decir, comida italiana. Por dicha razón, mis tíos, padres y abuelos eran cocineros y chefs que poseían varios locales y restaurantes a lo largo del país, sobretodo en la isla de Margarita y la gran Caracas. Nuestra cadena gastronómica se hacía llamar "Benedetti's Bon apetite", y servían todo tipo de platos italianos y nacionales que a más de uno gustaban enormemente, todos estos tenían un gran éxito y prosperidad a nivel nacional, incluso en la época de 2013 al 2021, cuando gobernaban comunistas que hambrearon y calcomieron la población en una crisis devastadora, según lo que me contaban mis padres y abuelos.

Yo había nacido en el 2020, en medio de una crisis pandémica que tenía en alboroto a gran parte del sector global. Yo era el menor de 3 hermanos, estaba mi hermano mayor; Rocco, y mi hermana Lara, la del medio. Éramos muy unidos, no sólo nuestros hermanos sino también nuestra familia, yo,tuve la dicha de nacer justo en los años decisivos donde caería dicho régimen, el de Nidorás Zamuro, que culminó sorpresivamente en el 2021 por una operación estadounidense encargada de cazar los comunistas, denominada la operación Bolívar-Monroe. Y justo en ese año 2021 se abrieron las puertas de Venezuela al mundo de nuevo, y aunque aún había crisis en las leyes, economía, sociedad, y muchas otras áreas, ya en el 2030 la mayoría de estas se había solventado, dando un pequeño aire de esperanza hacia la prosperidad después de tanta crisis y caos, lo cual era una felicidad no sólo para nosotros sino para todos los venezolanos de esa época, yo en ese entonces, ya tenía unos 10 años, y no tuve una infancia mala, fue mejor de lo que pude haber merecido, realmente.

Mi adolescencia fue excelente, tenía muchos amigos, los teléfonos último modelo más modernos, y nunca me faltó nada, sólo era un simple chico, que aparte de ser ególatra, era muy seguro de sí mismo, gracioso y amigable, cosa que a muchas chicas atraía, lógicamente.

Yo me fijaba en todas, hasta que... La conocí a ella, a Ángela; Ángela Torres, una chica que estudiaba conmigo, de piel blanca como la luna, cabello oscuro como la noche y de una personalidad tan brillante como las estrellas.

Yo estaba encantado por ella, aunque no nos conocíamos mucho, cosa que era muy torpe a mí parecer, sin embargo me era inexplicable la forma en que me hacía sentir, tal vez me había hecho brujería o un amarre.

Me enteré que le encantaba un deporte, el voleibol, y estaba en una academia, donde estudiaban chicos y chicas por igual. Yo, motivado por conocerla mejor traté de convencer a mi padre Ruccio, que me inscribiera en dicha academia, a él claramente le parecía raro y sospechoso mi repentino gusto por el voleibol pero era el tipo de padre que le encantaba complacer a sus hijos.

Llegué el primer día al entrenamiento y... No le hablé.

Al cuarto día estábamos descansando después de la práctica y decidí saludarla para sacarle plática.
Le dije, con mi voz segura de si misma;
<Hey, cómo estás?>

Se lo dije de frente, justo de frente y ella me miró, pero en tan solo un segundo hizo una expresión de desagrado e insatisfacción, como si no tuviera ni las más remotas ganas de hablar conmigo.

Yo, me sorprendí, indignado como a la vez me sentí ofendido, ninguna chica me había hecho esa clase de insulto y fue algo que golpeó mi ego como una bala explotando un globo inflado hasta el tope.

Luego de ahí me surgieron ganas de hablarle de nuevo, en el colegio, en la práctica o al salir de clases, pero... Me abstuve, porque no quería el mismo resultado, y eso era lo que me atraía de ella, que no era fácil de conseguir, como las demás, ella, valía la pena. No obstante preferí mantener distancia entre ambos porque no era sano de mi parte acosarla y ser un payaso.
Decidí dejarla tranquila, al menos por un tiempo.

Pasaron 2 años desde aquella vez, teníamos 17 y la vi, "casualmente" iba a estudiar en la misma universidad que yo, y después de mucho tiempo, decidí saludarla y preguntarle qué carrera estudiaría. Ella me respondió, de forma muy amable y amigable, como si estuviese interesada, y quedé perplejo con el corazón a mil km por hora, no sólo por el hecho de que me respondiera, sino por su respuesta, pues, iba a estudiar la misma carrera que yo...

ROY: La Historia De Los Muertos Atrapados [En Proceso] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora