Capítulo 2

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   El sonido chirriante de los robots precipitándose sobre el suelo consiguen marearme. Ya son cuatro horas las que llevamos entrenando. Siempre es la misma dinámica: primero todos contra el robot, después uno contra uno y contra el robot, y, finalmente, todos contra todos. Esta última modalidad se repite otras tres veces más, sumando puntos cada vez que vencemos. Hoy, todos los puntos de victoria han sido para mí. La sombra de Shadow Waver se dirige hacia mí, justo cuando Catra aparta la mirada.
- Enhorabuena, Adora -celebra-. Una vez más me haces sentir orgullosa, pronto serás la mejor capitana de las Fuerzas que jamás habrá existido, y conquistarás Etheria -asegura, alzando su mirada y pareciendo aún más imponente de lo que normalmente resulta-. Después de todo, para eso te crié.
    Me pongo firme, dedicándole un saludo militar como respuesta. Mis compañeros hacen lo mismo al ver cómo nuestra superior se dispone a abandonar la sala de entrenamiento.
- Catra -proclama, deteniéndose antes de llegar a la puerta.
    La mirada de mi amiga se enternece. Aprecio cómo una felicidad disfrazada de indiferencia se apodera de la expresión del rostro de Catra al escuchar a Shadow Weaver pronunciar su nombre.
- Ponte recta.
    Y, tras pronunciar esas dos palabras, abandona la sala. Poso mi mirada en Catra, sintiendo cómo su expresión se ensombrece.
- Catra, yo... -murmuro, depositando mi mano sobre su hombro.
    Ésta se aparta, deshaciéndose de mi gesto de apoyo sin vacilar.
- Vamos a comer -declara, siguiendo el camino hacia la salida.
    Sigo sus pasos, en silencio. Catra no aparta la mirada del suelo, sin reducir el ritmo para caminar junto a mí. Yo, por mi parte, tampoco acelero mi paso. Dejo que camine frente a mí, sintiéndola derrotada y dolida. Sin embargo, instintivamente, cuando entramos en la zona de taquillas, el extremo superior de su cola rodea mi mano derecha.  De repente, mis ojos arden, inundándose en lágrimas de pura impotencia. Me apresuro a alcanzar su figura, rodeándola con mis brazos desde atrás, tan fuerte que jamás nada ni nadie pueda separarme de ella. Catra se detiene, paralizada. Sin deshacer ese inesperado abrazo por la espalda que no he podido evitar desatar. No obstante, tampoco lo corresponde. Simplemente se queda ahí, inmóvil. Tras transcurrir unos segundos, dejo escapar un sollozo. Ese sonido resulta un interruptor para ella, ya que, instantáneamente, rodea mis brazos con los suyos. Y me mantengo así, sosteniéndola. Y ella me sostiene a mí. Ninguna de las dos rompe el innegable silencio que nos separa, mas, después de unos minutos, Catra se da media vuelta para abrazarme de frente. Las lágrimas, que hasta ahora habían cesado, vuelven a inundar mis ojos azules.
- ¿Qué te pasa? Has ganado, ¿no? Deberías estar contenta -observa.
    No respondo. Me limito a abrazarla aún más fuerte, hundiendo mi rostro en algún lugar entre su cuello y su clavícula. Ella suspira, devolviéndome ese fuerte abrazo.
- Yo no sé si quiero esto -confieso.
    Catra me aparta, sosteniendo mis hombros con sus manos y buscando mi mirada con la suya. Observo sus ojos. Son tan singulares: el izquierdo, de un color entre celeste y verde pastel; y el derecho, de un amarillo tan intenso que brilla como el fuego. Es preciosa.
- Claro que quieres esto, es lo que siempre hemos querido, ¿no? Pronto saldremos de aquí. ¿Qué importa cuál de las dos sea capitana? -miente-. Lo importante es que conquistaremos Etheria juntas. Será nuestra. Para siempre.
    Asumo sus palabras, como si eso bastara para creerlas y que se hicieran realidad. La abrazo una vez más, buscando el calor de su cuerpo. Abro la boca para responder, mas la entrada de Lonnie, Kyle y Rogelio irrumpe nuestro momento. Ambas nos separamos, dando un paso hacia atrás. El gesto de Lonnie se tuerce, comprendiendo lo que acaba de pasar. Por su parte, Kyle y Rogelio continúan hablando y gruñendo acerca de movimientos de lucha cuerpo a cuerpo que aún deben perfeccionar.
- Tú debes perfeccionar prácticamente todos, Kyle -se burla Lonnie, mientras éste deja escapar un sonoro "jo" encogiéndose de hombros.
    Los tres nos saludan antes de abrir cada uno su respectiva taquilla para hacerse con una botella de agua, una toalla para secarse el sudor y alguna barrita energética. Kyle explica con excesivo entusiasmo por qué las grises son las más deliciosas. Todos le observamos, aunque Lonnie es la única que le interrumpe de vez en cuando para dedicarle alguna burla cariñosa. Sin embargo, yo no puedo parar de mirar a Catra de reojo. Está... triste. Puedo sentirlo. En apenas unos meses, una de las dos será nombrada capitana de las Fuerzas, y, a juzgar por cómo Shadow Weaver se dirige a Catra, la honrada voy a ser yo. ¿Es eso lo que nos está dividiendo? Porque, si es así, renunciaría a ese puesto una y mil veces solo por verla sonreír.
- ¿No crees, Adora? -la voz de Lonnie me arrastra hacia la realidad-. ¿Hooola? ¿Adora? -insiste.
    Sacudo la cabeza.
- ¿Qué? -respondo.
- Que si no crees que ya estamos listos para una misión -repite, algo irritada por percatarse de que no la estaba escuchando.
- Ah. Claro -afirmo, sin mucha convicción-. Quizá nos daría unos pocos meses más de práctica, aún debemos mejorar en el trabajo en equipo.
    De nuevo, comienzan a debatir. Todos menos Catra.
    Después de hacernos con nuestras toallas y enseres de baño, nos dirigimos hacia las duchas comunes. Catra detesta el agua, por lo que sus horas de aseo suelen ser express, nunca más allá de lo justo y necesario. Sin embargo yo siempre he sido fanática de las largas duchas de agua ardiente. Por ello, siempre que Catra termina, se sube al borde de la pared de mármol que separa cada una de las duchas, y me observa mientras me da conversación. Sin embargo, ya que ese día no estaba muy conversadora, opté por sacarle un tema que pudiera distraerla: le hablé de preferencias. Ya empezó Kyle argumentando muy, muy, muy detalladamente por qué prefería las barritas grises. Por eso, empecé a preguntarle cosas del estilo a ella. "¿Te gusta más el frío o el calor?", "¿prefieres la lluvia o el viento?", "¿eliges que Kyle te venza en un entrenamiento o que todos menos él te ganemos siempre durante una semana seguida?", "¿qué odias más el agua o a los ratones?",... Incluso hacía preguntas cuya respuesta ya sabía. Entonces, con la llegada de la siguiente y última pregunta, sonrió:
- ¿Cuál es tu número favorito?
- ¡Y yo que sé, Adora! -exclama-. Nunca he pensado en eso.
- Oh, vamos -insisto-. Tiene que haber uno que te guste más que el resto... como... el tres.
- ¿El tres? -cavila-. Si juntas dos tres hacen un ocho.
- Y un ocho acostado es infinito -puntúo.
- Pues... el 338 -ríe.
    Y esa risa me atraviesa como una estaca.
- Ocho veces el 338 -prosigo.
- Eso es el... pero, ¿qué número es ese? ¡Es imposible de decir!
- Bueno, vale, pues tres veces 338... 338 millones, 338 mil, 338 -declaro.
- Eso, y si acuestas esos ochos tendrás números infinitos -se burla.
    Catra se ríe tanto que pierde el equilibrio unos instantes. Pero un gato siempre cae de pie.
    De repente, Catra se encontraba junto a mí, dentro de mi ducha. El agua empapaba su ropa y su pelaje, cambiando su rostro por uno desesperado y aterrorizado. Yo, sin embargo, siento mis mejillas ardiendo de vergüenza, y llevo mis brazos a ocultar mi pecho y mi entrepierna.
- ¡Catra! ¡Que me estoy duchando! -exclamo.
- ¡¿De verdad crees que yo quería acabar aquí?! -grita, respirando agitadamente y mostrando su faceta más miedosa.
- Esto... -murmuro. 
   Tardo unos segundos en reaccionar, cerrando el grifo de inmediato.
- Perdona, perdona -me disculpo, sin saber muy bien por qué.
    La expresión de Catra se calma, para encenderse de golpe al percatarse de que no llevo ropa alguna. Una vez más, me oculto con mis brazos, avergonzada.
- ¡Sal de aquí! -le ordeno, nerviosa.
- Emmm, ¡voy! -vacila.
     Sin embargo, al darse la vuelta para salir, su pie se deja caer, al dar el primer paso, sobre la pastilla de jabón que hace unos minutos había usado para asearme. Catra cae de bruces contra el suelo, por lo que me apresuro a ayudarla.
- ¡Catra! ¿Estás bien? Yo...
    Cuando rodeo su cintura para levantarla, ella posa sus manos sobre mis hombros. Callo. Sus ojos no pierden de vista los míos. La observo, sin decir nada. Ni si quiera soy capaz de ordenar mis ideas en estos momentos. Tan solo la veo a ella, mirándome... tan bonita. Sus orejas se alzan, a la par que ladea su cabeza levemente. Es entonces cuando salvamos esa distancia que nos separa. Y nos besamos. Sus labios son cálidos, suaves y blandos. Cierto cosquilleo se deposita en mi estómago, cerrándose como si un nudo fuerte habitara en él. Coloco mi mano izquierda sobre su rostro, y la beso aún más. Su cola envuelve mi cuerpo involuntariamente, mientras yo doy un paso hacia atrás, chocando mi espalda contra la pared de mármol que separa las distintas duchas. Catra da un paso hacia delante, negándose a aumentar ni un centímetro la distancia entre nuestros cuerpos.
- ¡Adora! -irrumpe Lonnie, una vez más- ¡Adora te buscan para que ayudes a entrenar!
    Nuestros labios se separan, mas dejamos caer la frente de una sobre la otra.
- ¡Ya voy! -respondo.
    Y, así, sin apartarnos la una de la otra, ambas nos miramos y sonreímos, antes de volvernos a besar.

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