Capítulo 1

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   Su olor a almizcle se adhiere a mis sábanas. Me envuelvo en ellas, en un vano intento de sentirme más cerca de ella. La figura de Catra descansa a mis pies. La oscuridad tan solo me permite apenas apreciar su cola recogida y sus orejas gachas. La observo en silencio, sintiéndola conmigo. Siempre hemos sido ella y yo. Siempre. Ella es mi familia. Cierro los ojos y sacudo la cabeza, intentando alejar los recuerdos de aquella noche.
- ¿Adora? -murmura Catra.
     El sonido de su voz adormilada me dibuja una sonrisa.
- ¿Otra vez esa pesadilla? -insiste, en un leve susurro.
- No, no es eso -me encojo de hombros-. Simplemente no puedo dormir.
    Siento su sonrisa sumergida en toda esta oscuridad. Catra se incorpora, dirigiéndose al interior de mis sábanas. Le hago hueco, a pesar de que sé que mañana me sentiré culpable por no haberla dejado dormir lo suficiente.
     Catra me rodea con sus brazos, rozándome con sus frías garras con suavidad. Coloco mi cabeza sobre su pecho, sintiendo sus latidos, acompañados de un leve ronroneo que emana desde su interior. Cierro los ojos, sintonizando su respiración con la mía.
- ¿No has dormido nada? Ya casi es hora de despertarnos -se lamenta.
- Supongo que sí, pero me he despertado muchas veces -admito.
- Podrías haberme despertado, habría...
- ¿Estado despierta conmigo? -la interrumpo- Descansa tú que puedes.
    Catra suspira. Acaricio su figura lentamente, apreciando cada una de sus curvas. Su ronroneo se agudiza a la par que, aunque no las vea, sé que sus mejillas se encienden. Esbozo una fugaz sonrisa.
- ¿Te da vergüenza? -me burlo.
    Catra se incorpora, sentándose sobre el colchón y deshaciendo aquel cálido abrazo. De repente, una aguda sensación de frío recorre mi cuerpo.
- ¡Claro que me da vergüenza, ya lo sabes! -exclama, en un susurro.
- Te escucho ronronear desde niñas, ¿por qué te da vergüenza? -río.
    Yo también me incorporo, sentándome frente a ella. Es entonces cuando advierto que mis ojos ya se han acostumbrado a la oscuridad y puedo apreciar sus orejas gachas y caídas hacia atrás, además de su adorable expresión de gatita buena.
- Y yo que sé -insiste-. Me siento... vulnerable.
    Mi expresión se endurece. Catra no suele hablar de sus sentimientos, y mucho menos utilizando una palabra tan concreta como "vulnerable". Precisamente porque admitir que puede sentirse así la convierte precisamente en eso: en alguien vulnerable.
    Mis ojos se posan sobre los suyos, los cuales tienen cierto efecto hipnótico sobre mí. Sin apenas pensarlo, coloco la palma de mi mano sobre su mejilla, deslizando mi dedo pulgar en lo que termina por ser una leve caricia. Catra no aparta su mirada de la mía. No obstante, cierra los ojos por un instante para regalarme un cálido beso en la mano, la cual aún no es capaz de separarse de su angelical rostro. Es entonces, cuando nuestras miradas, una vez más, se cruzan... Es entonces cuando el despertador suena.
    

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