Capítulo 10

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   Aturdida. Quizá esa sea la palabra que mejor me define en estos momentos. El dolor de mi hombro derecho se intensifica conforme me resisto contra las ajustadas correas de cuero que me mantienen inmóvil. La cámara del granate oscuro se me presenta algo diferente desde esta perspectiva. Para mí siempre fue un lugar en el que no debía entrar. Sin más. Hoy, me resulta una perfecta cámara de tortura.
     Nunca pensé que Shadow Weaver fuera capaz de llegar tan lejos. Yo siempre fui su favorita, y Catra siempre fue la mía. Pensé que, tras todos estos años, ella siempre respetaría eso. Yo la obedecía a ella, y ella dejaba a Catra quedarse. Jamás comprenderé por qué la detestaba tan profundamente. ¿Cómo es posible no quererla? ¿Cómo es posible... que ya no esté? La Isla de las Bestias... Cierro los ojos. No sobrevivirá. Quizá ya... Vuelvo a intentar desatarme, a pesar de saber que mis probabilidades de conseguirlo rozan el 0%. Sin embargo, lo hago... mas no con la intención de liberarme. Tan sólo siento el dolor de mi hombro lesionado una y otra vez. Quizá eso me distraiga del dolor emocional.
- ¿De verdad intentas resistirte? -ríe.
    Me detengo. Ninguna lágrima recorre mi mejilla. Ninguna voz se oye en mi cabeza. Ni el más mínimo sentimiento heroico ronda mi mente. Ya sólo queda dolor.
- Tranquila -se coloca frente a mí.
    No alzo la mirada. ¿Para qué? No vería nada intimidatorio en ella. Mi mirada está vacía. Inerte. Simplemente quiero... abandonar.
- Despídete de la Adora que eres hoy -me aconseja.
    "Hasta nunca" pienso. Nunca me ha gustado la Adora que he sido. En ninguna de mis versiones. Dejo caer mi cabeza hacia atrás, sobre la fría estructura metálica a la que las correas me mantienen unida. Y cierro los ojos. Mi melena cae por mi espalda. "Quiero desaparecer".
- Muy bien -prosigue-. No digas nada, Adora.
    Abro los ojos para observar cómo cierra el puño, tan sólo alzando los dedos índice y corazón, con ayuda de los cuales dibuja una runa en el aire. Sus dedos bailan hasta crear el hechizo perfecto. No sé lo que pretende. Ni me importa. Nunca he sido mi prioridad. Por ello, cuando se crea un aro de luz tan roja como el granate, no siento miedo. Realmente, no siento nada. Vuelvo a echar la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos de nuevo. Abandono mis fuerzas, mi lucha, y mi alma. Me abandono a mí misma, hasta que mis lágrimas empiezan a brotar mientras luzco una desgarradora sonrisa. "Ya sé que somos" me digo, como si ella pudiera oírlo. Su rostro se apodera de mi mente. Sus ojos siempre fueron los más bonitos que he visto. La forma en la que descubre sus colmillos al sonreír. La forma en la que sus orejas se agachan ante la tristeza y se estiran ante la sorpresa. Su risa. Sonrío. Jamás creí posible derramas tantas lágrimas de dolor mientras se esboza una sonrisa tan grande. "Ya sé qué es lo que siento" insisto.
     Y cuando abro los ojos, cuando el aro de luz me atraviesa por completo, creo verla. No sé si es real o no. Dos soldados la sostienen, al fondo de la sala, detrás de la hechicera. Está llorando. No soy capaz de escuchar sus palabras, mas creo leer un desesperado "no" en sus labios. Tira con todas sus fuerzas. Intenta zafarse y correr hacia mí. Intenta salvarme. Es una heroína. Yo me rendí, y ahora ella lucha para rescatar a este ser herido de espíritu en ruinas. "Lo consigas o no, siempre serás mi heroína" me muero por decir. Me muero por decirle tantas cosas... Sin embargo, todo ocurre en un segundo. Sólo la creo observar un ínfimo instante, mientras mis pensamientos vuelan hasta esa pregunta que me dedicó... "¿Qué somos Adora?". Sonrío. Ahora lo sé. Por eso, cuando mi mirada ausente se cruza con la suya, mis labios están pronunciando una respuesta a sus lejanas palabras:

- Estoy enamorada de ti.

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