33.Holi

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''El amor es un acto de perdón sin fin, una mirada tierna que se convierte en un hábito.''

-Peter Ustinov.


-Lo entiendo. De verdad- dije cuando me miró con desconfianza- Y como ves, a mi ya se me está yendo un poco la pinza. He perdido años de carrera y esfuerzo por ayudar a un hombre a escapar. Y ahora quiero acostarme con ese hombre...- reí, moviendo la cabeza de un lado a otro. Entonces me acordé de lo que dijo minutos antes y le miré, seriamente- Y te equivocas. Tú también me importas, Ryder- la media sonrisa se evaporó de su rostro- Me importas demasiado. ¿Crees que si no me importaras, te habría ayudado a escapar aquella noche en la fábrica? 

Bajó la cabeza. 

-Sé que lo has perdido todo por mi culpa, y siento no haber tenido la oportunidad antes de pedirte disculpas. En verdad lo siento- susurró al final, mirándome con una mirada que hizo que mis ojos volvieran a llenarse de lágrimas. 

Y sin pensarlo dos veces, me levanté y arrodillándome entre sus piernas, enrollé mis brazos alrededor de su cuerpo. 

No sé cómo explicarlo, pero en cierta forma sus abrazos me daban paz. Pero una paz que nunca antes había experimentado. 

Era como estar cayendo por un precipicio, y de repente, cuando estás esperando la muerte al final de éste, caes sobre un montón de almohadas. Ese segundo de alivio al saber que tus miembros siguen en su sitio, es lo mismo que sentía yo cada vez que él envolvía sus brazos alrededor de mí. 

Exactamente así. 



Mi pies dolían. 

Iba de un lado a otro observando de que todos los turistas estaban bien servidos. Los indios bailaban y charlaban, todos tranquilos y sonrientes. 

David, el hijo de Antonio, se había ofrecido a estar en la barra durante la noche, sirviendo las bebidas. Y bueno, Antonio ya estaba durmiendo. A partir de las nueve, su cuerpo mayor le pedía descansar. 

Mi camisa de tirantes escotada y mis pantalones blancos ceñidos, eran los responsables de las miradas que David me lanzaba. No era tonta. Supe desde el primer momento en que David visitó a su padre, que le gustaba. Pero no sabía si mis sentimientos iban a corresponder a los suyos. 

-¡Siéntate un rato! ¡Eres la que más se está moviendo ésta noche!- me dijo David por encima de la música indie. 

Sonreí y me senté en una de las sillas alrededor de la barra. Le agradecí con una sonrisa el vaso de zumo de limón sin alcohol que me sirvió. Aunque yo misma cogí la botella de ron y me serví un poco. 

Sus cejas se alzaron. 

-Una mujer traviesa, ¿eh?- murmuró, apoyando sus brazos en la barra, para acercarse más a mí. 

Sé que sus palabras tenían un doble sentido, con lo que recordando la clase de mujer que Ryder creía que era, elevé la mirada hacia él, coqueta. 

Su mirada cambió a una de ilusión. Y entonces lo pensé bien. ¿Y porqué no él? Tal vez simplemente mi cuerpo estaba pidiendo acción de una vez. 

Tal vez no era que me atraía sólo Ryder. Sino que simplemente necesitaba calmar mis ganas. Y le transmití lo que quería con una mirada fija en él, mientras bebía lentamente de mi bebida. Se pasó la lengua por el labio inferior y me hizo una señal para que me acercara más a él. Sus labios se dirigieron a mi oreja. 

-Cuando ésta fiesta termine, ¿te apetece venir conmigo?- murmuró- Eso sí, tendrá que ser a escondidas porque parece que no le caigo demasiado bien a tu hermano. 

EXPEDIENTE RYDER✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora