CAPÍTULO 1

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Welcome to your live — Grouplove

Welcome to your world, my girl. It would be your fantasy.

2 años después del plantón.

Tenía la nariz pegada a la ventanilla del taxi mientras el taxista conducía en dirección a mi nuevo piso. La ciudad era preciosa y había gente andando por todos lados.

Mi madre eligió un piso muy mono que se encontraba en una de las mejores urbanizaciones de la zona. Estaba deseando empezar mi vida estudiantil. Sobre todo, porque lo hacía lejos de casa. Aunque confieso que me asustaba un poco la idea de estar sola, pero...

¡Mi vida acababa de empezar! ¡Y todo sería fant...!

—Ya hemos llegado, niña—me soltó el taxista, como si yo fuera la culpable de todos sus problemas.

Fruncí el ceño, confusa, y no me dio ni tiempo a reaccionar cuando el hombre calvo cincuentón me sacó del taxi y me plantó delante de la garita gris de la urbanización, refunfuñando. ¿Qué?

Reaccioné cuando casi me lanzó la maleta a la cara y tuve que agarrarla del asa para que no saliera rodando por la rampa de la entrada de las cocheras.

Empezamos bien nuestra nueva vida.

No es nada. No todo el mundo es ama...

—Son cuarenta dólares—me extendió la palma de la mano, impaciente—. Apoquina, niña.

Parpadeé, sorprendida, y empecé a rebuscar la cartera en mi bolso cuando me enarcó una ceja, poniéndome cara de asesino. El chico de seguridad de la garita veía el espectáculo desde la ventana. No tendría nada mejor qué hacer.

Sí soy.

Saqué el monedero y el taxista gruñón casi me arrancó el billete de las manos cuando se lo ofrecí, muy amablemente, con una sonrisa.

—Mu' bie'. Adiós.

Espeeeera...

Se dio la vuelta para subirse al coche y el chico de seguridad soltó una pequeña risita cuando me apresuré a seguir al enanito gruñón.

—Espere, señor. El billete es de cincuenta, me debe un cambio de...

Me detuve en cuanto se dio la vuelta y me miró con cara de asesino.

—¿No va darme propina?

Pareció que en vez de preguntarme eso me preguntó que si quería morir con solo dieciocho años.

Tragué saliva y sonreí, o lo intenté, levantando las manos en son de paz.

—Que disfrute esos diez dólares, señor.

Y me echó una última mirada de Te perdono la vida porque me da pereza matar y se subió al taxi, llevándose una propina que no se merecía.

Con ese dinero nos podríamos haber comprado una diadema de esas que se llevan ahora.

Da igual. No importaba. Positive mind.

Suspiré, sonreí y me di la vuelta para coger mi maleta, que la había dejado delante de la garita del chico de seguridad, que me miraba desde la ventanilla con los codos apoyados en el marco. Tendría unos veinticinco y era castaño.

—Bienvenida a la urbanización. Tú debes ser la nueva compañera de piso de West ¿no? —me preguntó.

Llevaba el uniforme y salió de la garita para ofrecerse a llevarme la maleta cuando fui a cogerla y la bolsa que llevaba colgada al hombro se me escurrió, casi cayendo al suelo. Era un desastre.

Solo ocho letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora