CAPÍTULO 8

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Higher power – Coldplay

And you're really someone I wanna know

Estaba parloteando con papá por Skype mientras me preparaba para ir con Blake a los entrenamientos de fútbol ¿Qué edad tenían los niños? Once o doce, creo.

Había plantado el portátil encima del escritorio, habiendo apartado previamente los mil bártulos inservibles que Blake tenía de por medio, y papá me seguía con una ceja enarcada mientras yo buscaba desesperadamente las deportivas por los rincones ¿Dónde las dejé?

—Sigo sin entender por qué compartes habitación con un chico—me repitió por enésima vez cuando me agaché junto a la cama para buscar debajo.

Acababa de contarle lo del descuido con muchos daños colaterales de West y que ahora los tres vivíamos en el piso de su medio hermano mayor.

Suspiré aliviada al encontrar las deportivas debajo de la cama y me senté en el colchón para ponérmelas. Gracias a este ángulo oblicuo, yo podía ver un poco a papá, pero él a mí no, así que hice una burla con la cara.

No entiendo por qué compartes habitación con un chico—repetí con voz de niña tonta, bajito para que no me oyera. No era tan valiente—. Soy un padre sobreprotector que se piensa que su hija no sabe hacer nada. Pobrecito de mí.

Me levanté, me senté en la silla del escritorio y me recogí el pelo para hacerme una coleta alta en lo que terminábamos de criticar a los vecinos. Terminé de hacérmela y le pregunté a papá cómo me quedaba mientras la revisaba en mi parte de la cámara.

—Depende, ¿Te has dejado esos dos mechones sueltos al estilo bigotes de dragón aposta?

—¡Papá! ¡Ahora se lleva esto, y son muy sutiles!

Papá se rio y levantó las manos en son de paz. Siempre riéndose de mí. Me recogí los mechoncitos detrás de las orejas. Ya no me gustaban tanto. Papá se dio cuenta y sonrió con ternura cuando me vio apoyar la mejilla en la mano, suspirando.

—Estás preciosa, cariño—me aseguró—. Te hagas lo que te hagas, siempre estarás preciosa.

Ojalá fuera verdad.

—Ya—suspiré, nada convencida, pero me puse derecha y fingí una sonrisa despreocupada—. Mejor hablemos de ti ¿Qué tal vais por casa? ¿Echáis en falta mi presencia?

Papá dejó pasar mi cambio de tema y se encogió de hombros, respondiendo así a mi pregunta. Él siempre me daba mi espacio, al contrario que mamá, que habría insistido en que era preciosa hasta que me hubiera aburrido. De todas formas, se trataba de mis padres ¿Qué iban a decir? Bastante malo sería que hasta ellos me llamaran fea.

Continuamos hablando un buen rato, y todo fue risa y diversión hasta que papá hizo la pregunta prohibida.

—¿Y qué tal la escuela de cine? ¿Estás contenta?

Oh, mierda.

Me tensé al instante, pero intenté disimularlo lo mejor que pude y me contuve un segundo antes de delatar mis nervios; morderme la uña del pulgar era como un tic nervioso, y papá lo conocía.

—Bastante bien—murmuré mientras acariciaba disimuladamente la mesa del escritorio—. Me gusta el rollo ese de los planos cinematográficos y... y... guiones y dirigir cortos y esas cosas.

—Me alegro mucho, cariño—lo dijo de verdad—. Si necesitas ayuda, puedes pedírmela ¿Cuál es tu asignatura preferida?

—Ehm...—no dije nada más, incómoda. Ojeé un poco el dormitorio a ver si me entraba la inspiración antes de volver al escritorio—. No sabría decirte.

Solo ocho letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora