Capítulo 1.

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—¡Déjala en paz!— gruñó un pelirrojo cubriendo con recelo el bultito que se asomaba en uno de los bolsillos de su túnica—. Hermione, aleja eso de aquí.

—Se llama Crookshanks, Ronald, y no le está haciendo nada a tu rata— ella entrecerró sus ojos, mirándole desafiante.

—He visto como mira a Scabbers, no hay que ser muy inteligente para deducir sus intenciones— replicó con determinación— esa criatura del mal quiere comérsela, no debería-...

—¡Ron!.

Harry rodó los ojos, estaban en esa discusión prácticamente desde que llegaron, Ron incriminando al gato de su amiga y Hermione objetando en nombre de su adoración.

—¡Es verdad!— exclamó.

—¡Claro que no!— rebatió—. Es instinto, pero tú rata es inapetente, no dan ganas ni de olerla.

—¡Harry, ayúdame!— chilló Weasley, mirándolo con sus intensos ojos azules, en busca de apoyo.

El aludido los miró a ambos, primero a Ron, luego a Hermione, luego a Ron otra vez.

—Yo... Creo que tú deberías de cuidar más de tu mascota— Ronald Weasley soltó un ruido exasperado—. Y mione, creo que deberías de mantener distancia entre el gato y la rata.

Hermione pareció meditarlo por un momento, e incluso, considerarlo. Hasta que finalmente asintió.

—Me parece justo— asintió, pero le dedicó una mirada fulminante a su mejor amigo—. Y tú, si sigues acusando a Crookshanks cada vez que tú rata desaparece, no dudaré en maldecirte— lo apuntó con el dedo, golpeando tres veces en su pecho—. ¿Escuchaste Ronald Weasley?.

Este, ligeramente pálido por la advertencia, asintió muy a su pesar.

__

Luego de ese acuerdo, Harry podría decir que las cosas mejoraron un poco entre sus dos mejores amigos. Claro que aún seguían con sus riñas, pero Harry había aprendido a sobrellevar eso.

Era otra mañana—como cualquier otra—en Hogwarts, el gran comedor se llenó del bullicio de los estudiantes, como usualmente sucedía alrededor de las siete u ocho de la mañana, comida apareciendo mágicamente en sus recipientes y jugo de calabaza llenando sus copas. Las charlas animadas, el aglomerado, desenfrenado e incoherente conjunto de voces, que no hacían más que romper el implacable silencio que se formaba luego de que cada quién abandonase el lugar. Y la mesa de profesores, donde mantenían una discreta discusión.

En la mesa de Gryffindor no habían muchas novedades, Dean y Seamus estaban charlando sobre la escoba más reciente y popular que fué promocionada en el Callejón Diagon. Y otros alumnos se les sumaban añadiendo uno que otro detalle.

Harry estaba ligeramente irritado, hace unos momentos, tuvo que ignorar olímpicamente las actuaciones de Malfoy, quién al parecer. Le parecía muy gracioso el hecho de casi quedar sin alma. Ni que decir del resto de los Slytherin.

Y pensar que Malfoy se traía algo entre manos... Pero, esa mirada... Esa mirada debió significar algo, si es que no necesitaba un nuevo par de gafas.

—Este es tu horario— dijo una voz a las espaldas del pelinegro, agitando un pergamino en sus narices—. ¿Que tienes Harry?.

George entregaba los horarios, mientras lo miraba con genuina curiosidad. Harry tomó el papel.

Malfoy...— escupió Ron a su lado, arrugando su ceño en cuanto Draco se rió con sus amigos de algún comentario en particular.

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