Mírame.

Capítulo 15.

—A ver, déjame ver si estoy entendiendo...

—¿Te gusta Draco Malfoy?— Weasley hizo una expresión asqueada.

—¡Ron!

El pelinegro solo se encogió de hombros mientras cruzaba los brazos a la altura de su pecho, dándole una pequeña mirada al rubio que yacía recostado en la camilla.

—¿Has colocado el hechizo silenciador?— preguntó volviendo su vista hacia Hermione.

La chica asintió mientras dejaba reposar sus manos en su regazo—. Sí, por eso alzo la voz con libertad.

—Claro, porque efectivamente tú respetas los sueños de los demás— refunfuñó el pelirrojo desviando su mirada hacia otro lado. Pensando que fue un grave error al toparse con la mirada coqueta y pícara de Zabini.

—Vamos, no es tan difícil de asimilar las palabras de Potter, le gusta Draco ¿Y qué?— sonrío ladeado mientras se tomaba el atrevimiento de tomarle la mano al ojiazul, Weasley abrió y cerró la boca un par de veces, antes de intentar zafarse del agarre de Blaise y finalmente, resignarse, ante eso, el moreno sonrió más amplio—. Sólo dile lo que sientes y pan comido.

Harry le dedicó una mirada dudosa ¿Así de fácil era?

—Pero... No digo que me guste guste—. Hizo una pequeña mueca, pensando como explicarse mejor—. Es... Curiosidad.

—A mi no me vengas a joder con esa, Potter— Parkinson hizo un gesto desdeñoso con su mano—. Nada de "es curiosidad" porque, creo que hablo en nombre de todos-...

—Yo aún no me lo creo— susurró Ron tratando de establecer distancia con Blaise (cuando logró escapar del agarre de sus manos), cosa que el Slytherin, parecía no entender.

Pansy rodó sus ojos cansada, masajeando sus sienes con sus manos antes de dedicarle una mirada impaciente al moreno de ojos verdes. Se enderezó en su asiento, volviendo a retomar aquel porte elegante que la caracterizaba.

—Hablo en nombre de todos, menos en el de Weasley— enfatizó—. Qué es evidente que existe una atracción entre ustedes.

—No solo física, sino también sentimental— completó Blaise termiando de acortar la distancia con el pelirrojo, tomando su mano nuevamente y entrelazando sus dedos, Ron se sonrojó hasta las orejas mientras carraspeaba ruidosamente, agitando su mano presa para intentar zafarse del agarre.

¿Por qué se sentía tan nervioso? Era sólo un maldito Slytherin jugando con su cabeza, confundiéndolo, sí, eso era, un juego; Blaise Zabini lo dejaría en paz una vez notara las imperfecciones de sus imperfecciones, notara nuevamente sus prendas de segunda mano, y notara sus artículos escolares heredados.

Ni que decir de Scabbers, pensó amargamente en aquella rata vieja y gorda que no hacía más que dormir.

Su mirada se ensombreció un poco, cada vez que Draco recalcaba su evidente escasez de recurso por ser una familia numerosa, Ron sentía que se quebraba un poquito más por dentro, pero ocultaba todo frunciendo el ceño y cuadrando los hombros, defendiendo a sus padres y hermanos de los comentarios mordaces del rubio.

Dolía, y le enojaba tanto porque todo era verdad, no tenían escobas de último modelo, no tenían túnicas de marca y libros con olor a nuevo. En el trabajo de su padre con los artículos muggle no pagaban mucho.

Pero, si había algo que el joven de pecas y ojos azules podía presumir era qué él tenía el infinito amor de sus padres, que se demostraban siempre que podían.

Es decir, todo el tiempo.

Y, a juzgar por la actitud tosca y poco afectiva de Lucius Malfoy hacia su único hijo, ¿Eso no debería ser un punto que favorecía ser un Weasley?.