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Vanessa se quedó en la alcoba de su hermana varias horas más.

A su madre le daría un infarto si se enterara de todo lo que le contaba a su hermosa flor inglesa. A Vanny le gustaba aconsejar a Jakeline sobre el mundo real. Sentía que su deber era sacarla de la burbuja en que su madre la metía constantemente con tanta etiqueta y modales.

Y alguna que otras veces, muchas, en realidad, ella era la que se sorprendía con los consejos que recibía de la rubia. En ocasiones se olvidaba de que si de valientes se trataba, Elly estaría en los primeros lugares.

Se marchó cuando el reloj dió la media noche y salió al pasillo para dirigirse a su habitación. Se quitó los zapatos para no hacer ruido contra la madera, y anduvo suavemente, conociendo de memoria los corredores de su casa a esas horas de la noche.

Quizás fue que pasó toda la tarde hablando de Daniel y quejándose de su maldito coqueteo, o quizás los causantes fueron las historias de terror que terminó contando con Elly hacía unos minutos. Buscó cualquier razón lógica para justificar los pasos que la perseguían en la oscuridad.

Cualquiera, incluso navegó por su cabeza la idea de que fueran ratas, pero debían de ser unas muy tercas.

Vanessa respiró profundo, llenando sus pulmones de aire y se volteó dispuesta a enfrentar cualquier cosas que se encontrara detrás.

—¿Le puedo ayudar en algo, Milord?

Le preguntó a la gran silueta que aun llevaba el traje puesto. La luz de la luna que entraba por los ventanales le iluminaba el rostro perfectamente pulcro, que acompañaba aquella coqueta sonrisa con la que siempre la miraba.

Esa, que bien sabía Daniel que la hacia temblar.

—¿Ha considerado mi propuesta?—el acento del hombre jugó en sus oídos.

Debía de salir de ahí.

—No hay nada que considerar—respondió levantando la barbilla.

Daniel dió un paso al frente.

Vanessa tembló.

—Señorita Stuard, ambos sabemos que hay mucho que pensar.

Le hablaba lento, despacito, como si fuera un cazador que perseguía a un pequeño venado, uno de piernas frágiles que ambos sabían que no tenía mucho para donde correr.

Dio otro paso hacía ella.

—Dígame, milord, ¿quiere que vaya con mis padres y les cuente que tiene días acosándome?

Daniel se encogió de hombros, terminando completamente de acortar la distancia que los separaba.

—Si gusta podemos ir ambos con ellos para que yo les cuente la clase de fiestas a las que va su hija.

La boca le supo amarga a Vanessa. No bajó la barbilla.

—¿Me está chantajeando?

Daniel la miró con un gesto juguetón.

—Tú comenzaste.

—No me tuteé.

El hombre se aprovechó del momento y con sus brazos tomó la cintura de la mujer, la pegó a su cuerpo, como queriéndole recodar con su calor lo bien que se llevaban sus pieles.

—¿Ya olvidaste lo mucho que te gustan mis besos?

Le preguntó acercando su boca a la de ella, solo un poco, tentándola a que ella terminara de cerrar el espacio.

—No es correcto que me gusten sus besos.

—¿Y usted desde cuando ha hecho lo correcto?—le preguntó acariciando los labios de la mujer con los suyos, sin llegar a besarla, solo tocando lo que hacía unas noches era suyo.

Había dos opciones en ese momento, bien podía mandar todo al carajo y fundirse en sus labios, en sus caricias, en su boca dulce. Pero si lo hacía, entonces Daniel perdería el interés de jugar al cazador. Y si tomaba otro rumbo, entonces el fuego crecía.

Dirigiéndose por la segunda opción, la dama dejó un suave beso en la comisura del labio del hombre. Una caricia que le dejó hirviendo la piel.

Se separó de su agarre empujando con las manos su pecho y le sonrió, de la misma forma que él lo hacía

—Aun contra toda cosa que usted piense de mí, señor, yo no soy una mujer fácil.

Fue la respuesta que dió antes de echarse a correr a su habitación para poner el pestillo y protegerse en ella.

Elly tenía razón. Vanessa tenía un alma viajera, aventurera, desafiante, y pronto le sería arrebatada sin contemplación alguna.

Sabía que su prometido no tardaba en llegar de Italia a reclamar lo que por derecho le pertenecía, y en lo que ese día llegaba, ahí, bajo la luz centelleante de la luna que entraba por su ventana, la dama juró dejar a su corazón vivir con intensidad, hasta que la hora de la muerte llegara.

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Corazones, les dejo un capituló corto para completar el de ayer🥰❤️

Espero que les esté gustando la historia😊

¡¡Los adoro!!

¡¡Los  adoro!!

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El Pecado De Una Dama |La Debilidad De Un Caballero IV|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora